miércoles, 11 de julio de 2012

Cuchillar de las Navajas (Junio de 2012)

Estando necesitados de una zona fresca, algunos (Jorge y Jose) nos fuimos a Gredos con la intención de hacernos el Cuchillar de Navajas desde la Garganta de Chilla.

Nos pusimos en viaje el sábado a la una del mediodía, llegando al Santuario de la Virgen de Chilla (680 metros de altura) a eso de las tres. En este mismo sitio hay un bar en el que admiten que uno lleve su propia comida y allí nos sentamos a hacerle compañía a la señora que lo lleva. La mujer estaba sola y más aburrida que Pocholo en medio del desierto, con lo que se desquitó con nosotros. Nos dio charla hasta que nos fuimos y entre otras cosas nos contó que la ruta que pensábamos patear la iba a hacer mañana, como desde hace más de treinta años, un grupo de montaña, el Grupo Almanzor, en homenaje al montañero Ramón Asiain, que tristemente falleció escalando en Dolomitas.

La señora saludó a un grupito y nos indicó que eran parte de la organización. Según parece, la víspera unos cuantos voluntarios se adelantan para ponerse en ciertas zonas y controlar que los participantes no yerren el camino.

Empezamos nuestra ruta en el mismo santuario, tomando una pista de tierra. Aunque hacía algo de calor, más arriba ya corría un poco de aire.



La senda estaba bien marcada. Al ser el desnivel apenas apreciable, fuimos avanzando con bastante facilidad. En un momento dado nos adelantó una gente del grupo de control, se dieron un baño, los adelantamos y nos volvieron a coger en el sitio donde sus compañeros ya habían habilitado una fuente con una manguera y buscaban un lugar donde dormir. Esta zona, denominada El Cruce, está marcada con una cruz blanca y en un texto grabado sobre la roca se lee Jesucristo volverá pronto.


Buscamos un lugar donde poner nuestros aislante, algo bastante difícil para más de dos personas juntas y después de una hora cocinando una sopa y unos tallarines, nos metimos en el saco. Hay que decir que en ese rato nos pusimos casi toda la ropa que llevábamos y hasta que no estuvimos en el saco no se nos quito el frió que teníamos.
Un pelin antes de las 6 de la mañana nos despierta el personal organizador de la ruta, que va a situarse en los collados, por lo que decidimos levantarnos también para desayunar un zumo y unas galletas. Tras guardar los sacos y lo que no nos íbamos a llevar, cogemos aire y p'arriba.



Lo que parecía una subida fácil se complicó por las grandes zonas de piedras y los piornos, y sin apenas senda de subida, tiramos por donde nos parece mejor.
Antes de llegar a la Portilla de Cobos nos cogió el primer participante, un abuelete de más de setenta años, que llevaba un baston, un cinturón con dos botellas de agua y una pequeña bolsita con algo de comer. El tío había salido del santuario a eso de las 6 de la mañana, o antes, y ya nos había cogido. Vamos, esto sí que es una máquina bien engrasada.



Nos lo tomamos con calma. Total, no íbamos a ganar ninguna carrera. Incluso charlamos con unos del control, que habían pasado una mala noche, habían dormido allí y el viento los había castigado por todos los lados. En el rato que nos paramos, nos pasaron seis personas más, tres de las cuales no pertenecían a este club e iban al Almanzor.

Reanudamos la marcha subiendo  en dirección a la Portilla de los Machos (2382 metros) y al Casquerazo (2.494 metros). Desde aquí ya podemos apreciar en su mayoría el Circo de Gredos; a la derecha, los Tres Hermanitos, El Perro que Fuma, el Morezón; a nuestra izquierda, el Sagrao, Almanzor, la Galana. El espectáculo es impresionante.



Se nos ha unido otro participante, otro abuelete con setenta años como mínimo, que nos acompaña durante un rato recorriendo volados y terrazas. En vista de que nos paramos en cualquier piedra, sigue su camino.

A nosotros, el cuchillar nos está maravillando y nos lo tomamos muy tranquilito. El lugar es magnifico y merece la pena tomarnos nuestro tiempo para contemplar tanta maravilla.





Llegamos al Sagrao (2.508 metros) y no podemos dejar de subir a esta cima. Las vistas lo merecen y no nos sentimos nada decepcionados.




La Portilla Bermeja (2.418 m.) nos espera a continuación. Hay gente que nos ha ido pasando y están fichando, pues en este sitio ha sido colocado otro control. Desde aquí, algunos se van en dirección del Almanzor (2.596 m.) y los demás bajan un poco hasta la Fuente Bermeja, en la que reponen fuerzas y llenan las cantimploras. Nosotros tomamos un tentempié en la misma portilla y hablamos un rato con el que está haciendo el control. Resulta ser un sobrino del montañero en cuya memoria se hace esta ruta todos los años.



Pasamos al lado de la fuente y sin detenernos seguimos por el Camino del Tío Domingo, un personaje de carne y hueso, uqe fue Guarda Mayor de Gredos e hijo del primer guarda nombrado por el rey Alfonso XIII. Esta senda es lo que, a título personal, más me ha gustado, con vistas a las gargantas de Chilla y de Tejea. Se pasa en medio de piornos en flor, que esparcen un perfume de esos que colocan por lo fuerte de su esencia.




El recorrido es francamente bonito hasta su final en el Sillao de Chilla, sitio perfecto para hacer otra paradita, que coincide con el rescate de uno de los participantes que va mal.





Es recogido con helicóptero a unos metros de nosotros. Parece ser que no es el único que han tenido que recoger.








Nos queda una bajadita larga por una ladera bastante empinada, cubierta de hierba en su mayoria. Con cuidado llegamos hasta nuestro sitio de vivac, recogemos nuestras cosas y continuamos el regreso hasta cierta poza en la que nos refrescamos, donde se une a nosotros precisamente el hijo de Ramón.
El resto de la bajada hasta el santuario se hace algo monótono hasta el santuario. Allí, en el merendero, participantes y visitantes se están refrescando y nos unimos a ellos. Unas jarritas, algo de picoteo y vuelta a casa.
En general, estamos rotos pero muy satisfechos de la ruta de este fin de semana. Gredos tiene muchas formas de verse y no las conocemos todas, con lo cual es una gozada volver.


Enlaces:
 

martes, 3 de julio de 2012

Ranas Folk en Roblelacasa y ruta circular de Tamajón a Almiruete (16 y 17 de junio de 2012)

El IX Ranas Folk se celebró este año en Roblelacasa y fue un megaconcierto en el que tocaron nada menos que cinco bandas. Este ya consolidado festival lo organiza de forma desinteresada un tal Álvaro, que tengo entendido que vive en Majaelrayo.



La hora de inicio estaba prevista para las ocho y media de la tarde. Debieron ser bastante puntuales, pues para cuando llegamos, cierto es que con un cuarto de hora de retraso, ya estaban tocando los de "La Rondalla del Ocejón". A este grupo local ya lo vimos el año pasado y no se salieron de su repertorio de joticas con aires maños y alusiones al Moncayo, a Zaragoza y al Ebro.

La Rondalla del Ocejón

Algunos de los integrantes de La Rondalla

"El Yugo" es un grupo bastante numeroso que hace música tradicional de raíces castellanas, nada extraño teniendo en cuenta que vienen del Centro Castellano Leonés de Alcalá de Henares. En su actuación hacen alguna que otra referencia a los novillos de Medina del Campo y al vino que nos da la tierra. Se despiden de la concurrencia con un pasodoble o copla dedicado a la ciudad de León y a su Barrio Húmedo.

El Yugo

Entre concierto y concierto nos acercamos a la barra al aire libre que han montado. Cervezas y vinos a euro. Bocatas y montados de lomo y de otras gaitas, con suplemento de queso. No solo eso. La organización acabaría por invitarnos a los presentes a panceta a la brasa con pan, lo que suelen llamar por aquí el somarro, y de esto repetimos hasta tres veces, si la memoria no me falla.


"Americana" es una banda cordobesa formada en 2006 para recuperar canciones clásicas de raíces americanas (Hank Williams, Johnny Cash, Flying Burrito Brothers, Grateful Dead, etc.). En representación de la banda viene únicamente el escocés Robert Ross, guitarra y voz, conocido como Rob, quien sube al escenario con su guitarra, se sienta en una silla y comienza a desgranar toda una serie de tranquilas canciones de indudables aires escoceses e irlandeses. Una amiga que tiene entre el público se le suma en la interpretación de "Thousands are sailing", una canción sobre la emigración irlandesa a América que hace años popularizaron los Pogues.

Robert Ross

"Arándano", grupo que ya había tocado en alguna edición anterior del Ranas Folk, recoge el folklore de la provincia de Guadalajara. En 2003 grabaron "En cada pueblo", que incluía temas míticos como "A una buena moza", "El borrego", "Me he comprao unas alpargatas" y "Baile del cerezo".
Un excelente grupo de música folk, que personalmente me gustó mucho y que interpretó diversas canciones recogidas por los pueblos de Guadalajara, como Caspueñas, Irueste, Bustares, Solanillos del Extremo y otro pueblo cercano a Sigüenza que no soy capaz de recordar. También hicieron un divertido popurrí de coplas y rimas dedicadas a las novias.

Arándano

Y los de "Arándano", nada ver con los Cranberries, se fueron con otra canción en tono de chanza, en la que nos hacen participar a los asistentes, con un estribillo que decía:
- Que te tumbo, niña, que te tumbaré.
Y contesta la picarona:
- No me tumbes, que yo me echaré.

De los "Pata de Elefante", que clausuraron el concierto, no teníamos referencias. Había un grupo brasileño que se llamaba así, pero dudábamos que fueran ellos. Y efectivamente no lo eran. El presentador se refirió a ellos como un grupo de aquí, del Valle, o sea, que eran de la zona. Al subir al escenario con sus guitarras, comprendimos que llegaba el momento de los sonidos más rockeros y más duros. Tras romper el hielo a ritmo de reggae con un tema que sonaba muy a lo Bob Marley, continuaron versionando a Jimmy Hendrix, a Henry Mancini, el clásico Johnny B. Goode y aquel tema titulado "Frío" que hace muchos años tocaban los de Alarma. Y es que estamos ya hechos unos carrozas. 

Pata de Elefante

Pasadas las dos y media de la madrugada cesaron los últimos acordes. El presentador nos da las gracias por la asistencia y se despide recordándonos que el año que viene el Ranas Folk, en lo que será su décima edición, tendrá lugar en Campillo de Ranas. Y, como ya es costumbre, será en el tercer sábado de junio. 

Es la hora de ir al coche, coger la mochila y los trastos, y buscar a las afueras de Roblelacasa un lugar apto para el vivaqueo. Mi idea es tomar el camino que lleva a Matallana, pero me equivoco de calle y hay que volver para atrás. Son momentos de titubeos y de una cierta empanada mental, en los que probablemente tienen algo que ver la cerveza y el vino de más. Un lugareño, atónito ante nuestra determinación, nos saca del atolladero y nos indica por dónde hemos de tirar.

A la mañana siguiente, después de una tranquila noche en la que Rayo ha hecho de centinela, nos acercaremos en coche a Tamajón para desayunar en uno de sus bares.
La villa de Tamajón se extiende en un llano a más de 1.000 metros de altura. Fue repoblada por monjes tras su reconquista en el siglo XI y pasó a depender del linaje de los Mendoza a comienzos del siglo XV, alcanzando de mano de ellos su máximo esplendor en los siglos XVI y XVII. Llegó a tener una fábrica de vidrio (siglo XVIII), hoy en ruinas.
Su edificio más emblemático es el antiguo Palacio de los Mendoza, construido en estilo plateresco en el siglo XVI y hoy sede del ayuntamiento.
Celebra su día de mercado los martes.
La jornada se presenta algo calurosa, pero no por ello vamos a renunciar a hacer una ruta circular entre los pueblos de Tamajón y Almiruete.







Atravesamos un pequeño sector de lo que se conoce como la Ciudad Encantada de Tamajón, caminando junto a los tormos, las oquedades y los arcos que el agua ha ido labrando durante millones de años en la piedra caliza.



Abunda por aquí la sabina, un árbol austero que se adapta bien al riguroso clima de estas tierras y al que los lugareños llaman enebro, lo que puede llevarle a confusión a más de uno.




Salimos pronto a la ermita de la Virgen de los Enebrales, patrona de Tamajón, que se encuentra junto a la carretera de Majaelrayo. Sus puertas se encuentran permanentemente abiertas, no así la reja interior, que se mantiene cerrada.


Nos desviamos un poco del camino que conduce a Almiruete, señalizado con marcas de GR, para acercarnos hasta el cauce seco del arroyo de la Virgen o de Valdelapuerta, y así conocer la Cueva Zangola, que parece haber sido usada en el pasado como aprisco en el que encerrar el ganado.

Llegamos a Almiruete un poco antes de las dos de la tarde, recargamos nuestras cantimploras en la fuente y nos sentamos a comer a las afueras del pueblo, bajo una frondosa encina.

La vuelta a Tamajón la haremos por un camino alternativo, por aquello de variar un poco el repertorio.


Enlaces


El cura de Tamajón
Matías Vinuesa era párroco de Tamajón cuando se produjo en 1808 la invasión de los franceses.
Ni corto ni perezoso, reclutó una partida de guerrilleros y se levantó en armas contra Napoleón, uniendo sus fuerzas a las de El Empecinado.
Tras finalizar la guerra, don Matías se trasladó a Madrid y allí defendió con denuedo el Absolutismo en sus escritos y en sus prédicas. El rey Fernando VII, en reconocimiento a su labor, lo nombró Capellán de Honor y posteriormente Arcediano de Tarazona.
Durante el Trienio Liberal siguió escribiendo sus furibundos panfletos de contenido político, comenzando a pedirse su cabeza en las manifestaciones callejeras, al grito de muera el cura de Tamajón. Fue finalmente detenido y condenado a prisión hasta que un grupo de exaltados liberales lo sacó de la cárcel y lo asesinó a golpes, siendo su cadáver arrastrado por las calles de Madrid.
Galdós, en uno de sus episodios nacionales, el titulado El Grande Oriente, rememora su historia.
Estos datos han sido extraidos del libro Veredas y Caminos de la Ribera, escrito por el cordobés Francisco Martín, que gestiona un alojamiento rural en Puebla de Vallés,



lunes, 2 de julio de 2012

Una subida inédita al Ocejón desde Valverde de los Arroyos (10 de junio de 2012)

Esta vez el Señor Cuesta, al que a partir de ahora podría llamarse también Señor Zarzalejos, nos propone una ascensión novedosa al Ocejón partiendo de Valverde de los Arroyos, ese pueblo del macizo de Ayllón tan retirado, al que se tarda casi dos horas y media en llegar desde Madrid.



En Valverde nos encontramos con que los vecinos se han congregado en la plaza de la iglesia para ensayar un paloteado y otros bailes tradicionales. El motivo es que el fin de semana que viene se celebran aquí las pintorescas Danzas de la Octava del Corpus.




Desde el pueblo tomamos una bajada hasta salir a la carretera que viene de Palancares, a la altura de un área recreativa. Andamos un poco por el asfalto hasta encontrar un camino que sale a la izquierda y que en horizontal nos lleva a las tinadas de Brezas del Raso.





Las Brezas del Raso son un conjunto de tinadas bastante grande. Para los no muy duchos en el tema hay que aclararles que aquí, en la sierra de Ayllón, se conocía como tinadas o taínas a los cobertizos o construcciones de planta rectangular y techumbre de pizarra a dos aguas, alejadas de los pueblos, en las que los pastores recogían el ganado por la noche. Pero que nadie se haga ilusiones. Estas tinadas, como la mayoría de las que se encuentran dispersas por la sierra, se hallan en avanzado estado de ruina.



Desde aquí comenzamos la ascensión propiamente dicha, siguiendo al principio un camino en desuso, invadido por los matorrales.


Cortamos de nuevo la carretera a Palancares y Tamajón. Al otro lado de la carretera se inicia una pista de tierra que vamos a seguir apenas unos minutos. Justo cuando la pista tuerce a la derecha, la abandonamos y comenzamos a subir por el pinar que se extiende a mano izquierda.


Alcanzamos el cordal. A nuestra izquierda, Cabeza Helechosa (1.430 m.), prácticamente a la misma altura a la que nos encontramos; frente a nosotros, el Ocejón, algo cubierto de nubes en su cumbre, al que nos dirigimos siguiendo una cuerda que traza varios zigzags.

Descendemos un poquito por la vertiente opuesta hasta dar con un sendero semiabandonado, en muchos tramos invadido no solo por los brezos, entre los que hay que abrirse paso con ayuda de los brazos, sino por las aún más molestas zarzas. Este tipo de experiencias no nos son ni mucho menos inéditas y no por ello dejamos de maldecir a aquel que ha propuesto la ruta. No hay fotos de este tramo. Debe ser que estábamos más preocupados en luchar contra los elementos que en sacar la cámara.

Tras una media hora de luchar a brazo partido, salimos a una zona más despejada y respiramos con alivio. Estamos en un collado a 1.473 m., que en el mapa denominan Majada de los Cardos. Por aquí pasa un sendero recientemente balizado, el GR-60, que une los pueblos de Valverde y Almiruete. Dada la hora que es, decidimos sentarnos a comer.


Tras la comida, se plantea la duda de qué hacer. Es tarde ya, pero eso es lo de menos, pues en esta época del año los días se estiran como un chicle. Lo más inquietante son las nubes oscuras que parecen presagiar la tormenta. A pesar de ello, decidimos continuar con el plan previsto y será todo un acierto. De aquí en adelante el cielo irá despejándose.




La subida desde este punto es probablemente una de las ascensiones más complicadas al Ocejón, pues supone superar un fuerte desnivel de más de 500 metros, rodear la llamada Peña Mala, con mucha laja de pizarra suelta, y tener que hacer alguna pequeña y fácil trepada .




Se alcanza la cima sur de la montaña, se tuerce a la derecha y se llega enseguida al vértice geodésico que señala la cumbre del Ocejón (2.048 m.). Deben ser las seis y cuarto de la tarde y a estas horas ya deben estar jugando España e Italia su primer partido de la Eurocopa. Pero eso nos importa un pito.



El día está fresco y hay que abrigarse. El termómetro apenas supera los 15 grados y la brisa que sopla hace que la sensación térmica sea aún más baja. Adolfo se muestra eufórico al haber coronado el coloso de Guadalajara.



Desde la cumbre ya solo nos queda descender a Valverde por el barranco de la Pineda, alfombrado por extensos gayubares.



La gayuba cumple una función edafoprotectora, impidiendo que el suelo, formado en su mayoría por pizarras y cuarcitas desprendidas de la cumbre, resulte erosionado por la acción de la lluvia y la nieve.







Llegamos a Valverde sobre las ocho y media de la tarde, lo que no es obstáculo para tomarnos la última, y a casa pasada la medianoche.

Enlaces:
Un análisis paisajístico de la ruta