domingo, 7 de octubre de 2012

Al Hoyo Cerrado o del Mediano desde la ermita de San Blas (6 de octubre de 2012)

Los senderistas que nos hemos apuntado a esta ruta vamos llegando a Soto del Real con cuentagotas. Nos juntamos en uno de los bares de la plaza del ayuntamiento, en la Cafetería Piccola, que ya conocemos de otras veces. Bollería, tostadas, café, té. Buena materia prima para un desayuno.
El Señor Royo se nos presenta con una camiseta que lleva impreso un mensaje un tanto subliminal. A mí me cuesta pillarlo. Estoy realmente espeso a estas horas de la mañana.

El mensaje del Señor Royo

Nos acercamos hasta la ermita de San Blas, que se encuentra en plena Hoya de San Blas, a mitad de camino entre Soto del Real y Miraflores. Aquí se quedarán los coches.
La Hoya o Hueco de San Blas es una honda depresión cubierta de pinares, que se extiende al pie de la Cuerda Larga y de las laderas orientales de La Pedriza, por la que discurre el arroyo del Mediano en busca del Manzanares.

Atravesamos el arroyo de los Eriales y comprobamos desilusionados cómo este año las sardinas no se han acercado por aquí. Solo un arbusto que hay algo antes del arroyo ha dado fruto. Pobre cosecha.

Nos internamos en el pinar. Al pie de un gran álamo encontramos unas setas que Ana cree que son setas de chopo. Aunque tampoco pondría la mano en el fuego. Debía tener razón, porque a la bajada ya no quedaba ni rastro de las setas. Se las habían llevado.

Las setas de chopo

La Hoya de San Blas

Las cabras montesas, reintroducidas hace años en La Pedriza, se han ido extendiendo por la sierra. Avistamos dos rebaños bastante grandes muy cerca de nosotros. No huyen. Se muestran confiadas y tranquilas.

Siguen las sorpresas. Bastante arriba, a una altura entre 1.500 y 1.600 metros, encontramos un manzano silvestre o maíllo del que cuelgan sus frutos. Cogemos algunas manzanitas, les hincamos el diente y la verdad es que no están nada mal.

Al pie del manzano

Seguimos una bonita y estrecha senda, a cierta altura, que va salvando varias vaguadas y aproximándose a nuestro objetivo, que no es otro que el Hoyo Cerrado o del Mediano, al que llegamos unos minutos después de las dos de la tarde, hora perfecta para comer.

Hemos llegado a nuestro objetivo

Este paraje, que se encuentra a una altura de unos 1.760 metros, a levante de la cumbre de Asómate de Hoyos (2.230 m.), es realmente una hoya glaciar, descubierta en 1930 para la ciencia por el geólogo alemán Paul Wernert, un estudioso del glaciarismo en Guadarrama. Su morfología es típicamente glaciar y sus morrenas se han conservado estupendamente.

Se trata de un lugar seculamente frecuentado en el verano por pastores y cabreros, que hasta aquí subían con sus rebaños en busca de los pastos aún frescos. De esta actividad pastoril quedan como testimonio las ruinas de algunos chozos y apriscos. Hay un rústico chozo en pie, que alguien se ha molestado en rehabilitar, cubierto por una lona impermeable. En la lona han dibujado unos sugerentes corazones.

El rústico chozo

La pradera, partida en dos por el arroyo del Mediano, que nace solo un poco más arriba, aparece ahora amarillenta, pero a finales de primavera suele ofrecer un verdor espectacular, con el agua corriendo a raudales y los neveros descolgándose por las rocas que cierran este pequeño circo.

Tras la comida, la agradable temperatura nos incita al sesteo. Pronto llegarán los fríos y hay, por tanto, que disfrutar de estos momentos de bonanza.

Momentos de bonanza, a pesar de la crisis

Un apunte sobre Asómate de Hoyos. El curioso nombre de esta cumbre que forma parte de la Cuerda Larga parece de origen medieval y alude a que desde sus alturas pueden contemplarse dos hoyas glaciares que se hallan a sus pies. Una es esta en la que nos encontramos y la otra es conocida como los Hoyos de la Sierra, que se hallan situados sobre La Pedriza, un poco más arriba del collado del Miradero.

La bajada la hacemos por un sendero en zig zag. Antes de adentrarnos de nuevo en el pinar tenemos unas vistas muy bonitas de la Najarra. El sendero tiene toda la pinta de haber sido en su momento un viejo camino mulero, por el que las bestias salvarían el desnivel cómodamente, aun cuando fueran cargadas hasta los topes. No recuerdo si bajaban el mineral de una pequeña mina que había por aquí o si recogían la nieve que en invierno y primavera se acumulaba en los ventisqueros.

La Najarra

Comenzamos a bajar

Zigzaguendo por el pinar

Una cabrita nos mira

Poco más que decir. Solo mencionar otra vez que de las setas de cardo que vimos en la subida no quedaba ya nada de nada.

Por la ancha pista

Las setas se han volatilizado

Las cervezas fueron en otro de los bares que hay en la plaza de Soto del Real. Por cierto, nos hemos enterado de que el momento de la cerveza es para Nuria el mejor momento del día. Alguien apuntó incluso que es muy cervecera.

ENLACE:
La Hoya de San Blas (por Andrés Campos)

BIBLIOGRAFÍA:
Memorias del Guadarrama, libro escrito por Julio Vías, que en las páginas 189 y 190 ofrece algunos datos sobre el Hoyo Cerrado o del Mediano.

viernes, 5 de octubre de 2012

Subida al puerto y pico del Reventón desde La Granja, pasando por El Chorro (30 de septiembre de 2012)

Esta ruta tiene su inicio en La Granja (1.194 m.), concretamente en la entrada de la urbanización Caserío de Urgel, a la que se llega pasando al lado del edificio del Centro Nacional del Vidrio y de la plaza de toros. Junto a esta última tomamos una estrecha carretera asfaltada que asciende hasta la urbanización en paralelo al muro de piedra del Palacio de la Granja. Un poco antes de llegar a ella hay un pequeño aparcamiento en el que poder dejar los coches.
Todo muy bien indicado
Queremos tomar el camino que asciende a la cascada de El Chorro y para ello andamos unos metros por la calle principal de la urbanización, tal como nos indica un letrero de madera. Al final de la recta tomamos el camino de tierra que sale a mano izquierda y rebasa una portilla metálica.

Nos internamos en el robledal. El suelo está tapizado de helechos. Las recientes lluvias han aportado algo de humedad al ambiente. Los robles darán paso a los pinos y al cabo del rato el pinar empezará a clarear, a medida que ganamos altura.

El pinar clarea

Se ve la ciudad de Segovia

Caminamos en oblicuo, a media ladera, hasta toparnos con el arroyo del Chorro Grande. Toca ahora remontarlo y la pendiente se endurece. Se adivinan ya las verticales paredes de gneis por las que se descuelga El Chorro, en un salto de agua de más de 100 metros.

Nos acercamos al Chorro

Al pie del Chorro

Tras aproximarnos al pie de la cascada, continuamos remontando la fuerte pendiente hasta empalmar con el camino del Reventón, un antiguo camino que unía Segovia y La Granja con la cartuja del Paular, conectando ambas vertientes de la sierra de manera muy directa, a través del puerto del Reventón. Un camino duro y exigente, muy utilizado durante siglos, pero que resultaba especialmente peligroso en invierno, cuando con las espesas nieblas y el mal tiempo eran frecuentes los extravíos y los accidentes, en ocasiones motales, de los viajeros. Este camino histórico comenzó a abandonarse a partir de 1925, a raíz de construirse la carretera de Rascafría al puerto de Cotos, y actualmente se halla balizado con postes.

En el camino del Reventón

Al alcanzar el puerto del Reventón (2.040 m.), divisamos ya toda la Cuerda Larga y las tierras del valle del Lozoya, tierras muy vinculadas desde la Edad Media con la ciudad de Segovia. Esta vinculación con Segovia se mantendría durante siglos y solo con la división provincial practicada en 1833 estas tierras del valle del Lozoya pasarían a pertenecer a la provincia de Madrid. Cabe señalar que de no haber sido por esta modificación provincial, la montaña de Peñalara sería hoy día enteramente segoviana.

En el puerto del Reventón

Un monolito de piedra en lo alto del puerto, recientemente restaurado, recuerda a José Ibáñez Marín (1862-1909), un militar enamorado de nuestra sierra.

Adolfo junto al monolito

Este puerto, en el que se aprecian restos de trincheras de la Guerra Civil, era secularmente utilizado cada verano por los pastores de las tierras segovianas, que llevaban sus rebaños a pastar a las majadas de la Hoya del Toril, la Hoya de Pepe Hernando, Hoyo Cerrado o Majada Redonda.

Restos de trincheras

Un esfuerzo más y nos acercamos hasta el pico del Reventón (2.079 metros), a tiro ya de piedra, señalizado con un vértice geodésico.

En el pico del Reventón

En el pico del Reventón

La bajada a La Granja la haremos enteramente por el camino del Reventón, con breve parada junto a la fuente del Infante, junto a la que solía sentarse a almorzar, cuando iba de caza, el infante Don Luis, hijo primogénito de Felipe V. Al menos esto escribió Pascual Madoz a mediados del XIX. Junto a la fuente hay un pequeño chozo, construido hace más de un siglo por iniciativa de José Ibáñez Marín, al que ya hemos mencionado. Inicialmente, en este chozo solían cobijarse los pastores. Hoy es de uso montañero.
Iniciamos la bajada

Fuente y chozo del Infante

Breve parada

José Ibáñez Marín
Militar, historiador y escritor. Valenciano. Sus preocupaciones intelectuales lo aproximaron a las ideas de la Institución Libre de Enseñanza, que le inspiraron su vocación de educador. Publicó algunas obras pedagógicas en las que denunciaba el analfabetismo casi general de la tropa y las escasas inquietudes culturales de los altos mandos militares de finales del siglo XIX. Aspiraba a que los cuarteles se convirtieran en escuelas y, de hecho, llegó a poner en práctica sus ideas, enseñando personalmente a leer a muchos soldados.
Atraido por la montaña, comenzó a frecuentar el Paular, donde conoció a Menéndez Pidal, Cossío, Enrique de Mesa y otros miembros de la Institución Libre de Enseñanza.
Fundó un grupo de excursionismo en el seno del ejército, organizando marchas por nuestra sierra.
En 1905, con ayuda de la infanta Isabel de Borbón, levantó una línea de 60 mojones o hitos, conocida como la Cotera, que jalonaban el camino del Reventón desde La Granja al Paular y evitaban la pérdida del difícil sendero, sobre todo en invierno, cuando se cubría de nieve, pues era habitual que algunos viajeros se extraviaran y se accidentaran al transitar por él, como hemos dicho. Nuestro militar se convirtió así en todo un pionero en la señalización de senderos. No solo eso. Hizo también construir tres pequeños refugios o casetas, capaces de albergar a cuatro personas cada uno, y los emplazó estratégicamente a mitad de cada una de las laderas y en lo alto del puerto. De estos tres refugios solo se conserva, como hemos dicho, el de la vertiente segoviana, situado junto a la fuente del Infante.
En 1909 fue destinado a Marruecos, en calidad de teniente coronel, con la misión de sofocar la rebelión de los rifeños, pero perdió la vida cuando las tropas rifeñas rodearon y atacaron el batallón que dirigía, hecho que sería conocido como el Desastre del Barranco del Lobo.

El infante Don Luis
Era, como hemos dicho, hijo primogénito de Felipe V, el primer Borbón, quien abdicó en él en febrero de 1724 para poder retirarse al palacio de la Granja, como era su deseo. Pero a Felipe V le salió mal la jugada. El joven rey lo fue apenas por unos meses, pues murió en agosto de ese mismo año, antes de cumplir los 18 años, aquejado de viruela. Y a Felipe V no le quedó otra que volver a ocupar el trono, muy a su pesar.

ENLACES:
El Chorro de La Granja (por Andrés Campos)
La fuente del infante (por Andrés Campos)

BIBLIOGRAFÍA:
Memorias del Guadarrama, libro escrito por Julio Vías, que en las páginas 237 a 242 nos habla del puerto del Reventón y nos hace una glosa de la figura de José Ibáñez Marín.




lunes, 1 de octubre de 2012

Una visita al Aula Apícola Sierra de Hoyo (22 de septiembre de 2012)

A pocos kilómetros de Madrid, al pie mismo de la Sierra de Hoyo de Manzanares y dentro de los límites del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, se encuentra este aula apícola, a la que nos hemos acercado un sábado de finales de septiembre en el que todavía apretaba un tanto el calor. Un proyecto medioambiental muy vinculado a la saga de los Núñez & Núñez. Qué cosas. Y nosotros que pensábamos que los Núñez & Núñez eran todos picapleitos y solo entendían de leyes, de tribunales y de cuestiones relacionadas con la magistratura.

Las instalaciones del aula se encuentran en la finca llamada La Ladera y Picazos, una finca con gran tradición apícola, en la que desde hace prácticamente un siglo han existido pequeños colmenares familiares, tradición que se ha ido transmitiendo de generación en generación hasta nuestros días. Es el primer centro en la Comunidad de Madrid orientado a realizar actividades de educación ambiental relacionadas con el mundo de la apicultura. En el vídeo siguiente nos van a hacer una presentación de los recursos con que cuentan y de las actividades que llevan a cabo.

Video de presentación

Los principales recursos del aula son los siguientes:
  • El colmenar didáctico, que constituye el plato fuerte, como es lógico. Los visitantes que quieran acercarse a él y ver el interior de una colmena deben vestirse de apicultores y ponerse la ropa de protección adecuada que allí les facilitarán.
  • El museo, en el que se expone una amplia colección de colmenas, ahumadores y otras herramientas relacionadas con la práctica de la apicultura.
  • La sala de envasado de miel.
  • El jardín de flora melífera y la estación de polinización forestal.
  • La senda temática, un pequeño recorrido circular con paneles explicativos que nos dan a conocer las especies vegetales y animales presentes en la finca, así como las construcciones y usos tradicionales de la zona (entre estos últimos, además de la apicultura, se encuentran los aprovechamientos forestales, el carboneo o la cantería).

A la entrada del aula apícola

Comenzamos nuestra visita por el museo. Allí Nacho nos muestra la amplia colección de colmenas que ha ido reuniendo y nos explica brevemente qué tipos de colmenas existen y qué diferencias fundamentales existen entre unos y otros. Hay colmenas de muy variados tipos, traidas de las distintas regiones de España, de diversos países de Europa e incluso de otros continentes.

Luego nos acercamos al colmenar, bien protegidos con los trajes que nos han prestado. De un blanco inmaculado. Nacho abre dos de las colmenas y va sacando los cuadros en los que las abejas tienen sus panales y depositan la miel que elaboran. Los chavales quedan asombrados al ver la cantidad de abejas que pueden llegar a concentrarse en un solo cuadro. Al principio, las abejas se muestran tranquilas, pero con tanto revolver los cuadros de las colmenas de aquí para allá, con tanto mete y saca, van excitándose cada vez más. Una vez que Nacho ha seleccionado los cuadros que contienen más miel, damos la operación por concluida y vamos descendiendo de nuevo al aula con lentitud para evitar llevarnos las abejas que revolotean a nuestro alrededor.

La expectación es máxima

Dándole al ahumador

Sacando un cuadro

Asombro entre la muchachada

Las abejas se apelotonan

En la sala de envasado de miel Nacho, con ayuda de un cuchillo, va despegando los pegotes de cera con miel de los panales que recubren los cuadros móviles sacados de las colmenas. A continuación, introduce los cuadros en una máquina de centrifugado y la pone en marcha. El proceso permite extraer la restante miel depositada en los panales. Luego hubo, por supuesto, cata de miel y de cera con miel para los presentes. Hubo quien se puso ya las botas, aunque en sentido metafórico.

La máquina de centrifugado

A Raquelchu se le afila la nariz

La visita ha concluido

Como colofón a la visita, subimos al risco de La Tortuga y al cerro Estepar. Hay que decir que nuestro itinerario discurrió en parte por dentro de la finca en la que se encuentra el aula apícola, por lo que contamos para ello con la autorización y las indicaciones de Nacho. De otra forma, no hubiéramos podido hacerlo.
En nuestro ascenso atravesamos un bosquecillo de alcornoques de buen porte, que tienen un gran valor biogeográfico, por encontrarse a una altura elevada, superior a los 1.100 metros, lo cual es bastante inusual en esta especie.
A la altura de La Tortuga, que no hay que confundir con el risco pedricero del mismo nombre, paramos a comer bajo la sombra de unos robles, pues aún pega algo el calor.
Reanudamos nuestro camino y pasamos junto a las ruinas de una torre de telegrafía óptica. Esta línea de torres fue construida a mediados del siglo XIX y no llegó a funcionar ni diez años, pues el rápido descubrimiento y desarrollo de la telegrafía eléctrica convirtió pronto a la telegrafía óptica en una tecnología obsoleta.
Desde aquí divisamos ya el cerro Estepar (1.403 m.), máxima elevación de esta sierra. Hacemos cumbre enseguida. Vértice y buzón. Pese a su modesta altura, las vistas de que gozamos son estupendas y la luz, a media tarde, muy bonita. Se ven prácticamente las principales cumbres del Guadarrama, con excepción de Peñalara y su cordal.

La torre de telegrafía óptica

En el cerro Estepar

En La Tortuga, a la bajada, nos sale al paso un perrito

En el momento de escribir estas líneas, unos días después de nuestra visita, hemos sabido que el aula apícola ha sido objeto de una salvaje agresión. Unos desalmados han entrado en el recinto vallado y han destrozado todas las colmenas salvo una, poniendo en peligro el futuro de esta hermosa iniciativa, de este proyecto educativo que pretende acercar el mundo de la apicultura a todos, especialmente a los niños. Desde aquí mandamos un fuerte abrazo a Nacho y Clara, y les animamos a no rendirse. Si te caes siete veces, levántate ocho, decía un proverbio oriental. Pues queda dicho.

Enlaces:
Aula Apícola Sierra de Hoyo
Asociación Ecologista El Alcornoque
Grupo de Montaña La Tortuga
Una visita al aula apícola por la Sociedad Caminera del Real de Manzanares

Colmenas naturales
No precisan de intervención del hombre.
Son construidas por las propias abejas aprovechando el hueco de un árbol, la grieta de una roca, etc.
El hombre primitivo, que todavía llevaba una vida nómada de cazador-recolector, utilizaba el fuego y el humo para desalojar a las abejas y así recoger la miel.

Colmenas fabricadas por el hombre
Surgen cuando el hombre se transforma de cazador nómada en agricultor y pastor sedentario.
En un principio, suelen tener un aspecto muy rústico y se fabrican empleando materiales naturales (troncos de árboles que son vaciados, barro, corcho, paja, mimbre, tablas de madera, etc.).
Su principal ventaja es que las colmenas pueden ubicarse en un lugar que facilite las labores de vigilancia y manejo.
Tipos: colmenas fijistas, colmenas fijistas con extensiones y colmenas movilistas.

Colmenas fijistas o de panales fijos
Deben su nombre a la disposición de los panales realizados por las abejas, que están unidos a las paredes interiores de la colmena.
Su forma y aspecto dependen del material con que se construyen. Por lo general, suelen ser cilíndricas (campanas de paja y cestos de mimbre) o cónicas (algunas de barro).
La cosecha de miel se extrae por la parte superior de la colmena, provocando un gran estrés entre las abejas, pues se destruye el nido de cría y se han de cortar los panales, que las abejas tendrán que volver a construir. Es frecuente que se produzca una elevada mortandad en la colonia.
Otro inconveniente es que no se puede inspeccionar el estado sanitario de la colonia y los tratamientos contra enfermedades son muy dificultosos de poner en práctica.
Hoy día, las colmenas de este tipo han dejado de emplearse en producción, salvo en culturas atrasadas, pero tienen un gran valor etnográfico.

Colmenas fijistas con extensiones o alzas
Representan una evolución con respecto a las anteriores.
La extensión se suele colocar en la parte superior de la colmena y se comunica con ella mediante pequeños orificios. Se suelen emplear estas extensiones en colmenas hechas de paja. Puede tratarse de un pequeño cesto de paja o de una pequeña campana de barro. Como las abejas depositan en ella la miel, pero no la cría, se la suele llamar también melario.

Colmenas movilistas o de panales móviles
Se caracterizan porque los panales de cera son realizados por las abejas sobre cuadros o marcos móviles, lo que permite extraerlos con comodidad, facilitando su manejo. Se posibilita así una explotación racional de la colmena, sin tener que destruir el nido de cría cuando se recogen la cera y la miel.
La primera colmena de este tipo fue inventada en 1851 por Lorenzo Langstroth, dando inicio a la apicultura moderna. Era una colmena de alzas que tiene separadas, en cajas de igual tamaño, la cámara de cría (en la parte inferior) y el melario (en la parte superior). Se pueden cambiar cuadros o marcos de la parte inferior a la superior y viceversa. También se pueden ir añadiendo más cajas o cuerpos que sirvan de cámara de cría o de melario.
Posteriormente se han desarrollado otros modelos de colmenas movilistas (Layens, Dadant, etc.), con sus ventajas y desventajas.