jueves, 11 de noviembre de 2010

De Alameda del Valle a los Altos del Hontanar (5 de noviembre de 2010)

El paisaje cambia, nunca es exactamente el mismo que un instante anterior. Ningún espacio se mantiene, todo está en continua transformación. Las fuerzas de la naturaleza constantemente erosionan unas montañas, levantan otras, rellenan valles o dejan profundas huellas glaciares. Solo la limitación de nuestros sentidos y lo efímero de nuestro tiempo nos impide reconocer la realidad.
Sin embargo nuestros sentidos no nos engañan, sino que nos muestran en su magnitud la variación del paisaje ajustada a un ciclo que nos resulta muy reconocible, el paso de las estaciones.
Y ayer pudimos reconocer el personal paisaje del valle del Lozoya en su versión otoñal. La manta de robles que cubre las laderas y barrancos de los altos del Hontanar y de la cuerda de los Carpetanos, además de gran parte del ancho fondo del valle modifican intensamente en esta época el colorido de su follaje a lo que contribuye la luz del sol, también cambiante y que a última hora de la tarde nos ofreció un cuadro, rematado por las agrestes cumbres de Peñalara y Cabezas de Hierro, cubiertas ya por las primeras nieves, de una belleza plástica única e irrepetible.
Por momentos uno se sentía transportado a otra época y no era dificil imaginar los remotos tiempos en que el valle era un paraíso natural ajeno a la acción, tan a menudo destructora, del hombre.Y no hace falta mucho esfuerzo para reconocer que ese valle algo a debido mantener de este aspecto primigenio, al menos si lo comparamos con otras zonas de la sierra ya tan degradadas.

La marcha comienza en Alameda del Valle y toma el camino que en paralelo al rio Lozoya nos lleva en pocos minutos a Pinilla.

 
 
Sin entrar en el pueblo giramos a la derecha para cruzar el río casi a la altura de la cola del embalse de Pinilla.
 
 




 
 
Desde aquí la pista forestal que seguimos se adentra en el joven robledal y remonta, haciendo zig zag, la ladera.
 
 
                           



 


 
 
Poco antes del final de la pista tomamos un camino a la derecha que tras un tramo de fuerte pendiente nos deja fuera del bosque y con otro repecho más nos sitúa en el collado del Portachón. Aquí vemos un par de fuentes que quizás den nombre a esta sierra de los altos del Hontanar.
 
 




Desde aquí el camino discurre por la cuerda, subiendo primero al Cerro del Águila y luego al Espartal, punto culminante de esta sierra.

 


Las vistas desde aquí, sobre todo desde el Cerro del Águila son espléndidas con el valle del Lozoya a nuestra derecha, el de Canencia a la izquierda, con casi todas sus cumbres a la vista. De frente, en nuestro horizonte, asoma el perfil aserrado de Siete Picos entre las siluetas de Peñalara y Guarramillas y por detrás podemos distinguir Somosierra, la sierra de Ayllón con su pico del Lobo, la sierra de la Puebla e incluso el Ocejón más al fondo.
 
 
 
 
Descendemos el Espartal hasta un
 collado donde tomamos la pista que se adentra en el pinar por la derecha y que nos conduce al refugio de la Majada del Cojo, situado en un privilegiado mirador sobre el valle.
 
 


Seguimos la pista y nos salimos de ella a la altura de una curva cerrada a la izquierda, en el comienzo del robledal, tomando un camino más antiguo.



 


En el descenso por este camino, ya al atardecer, es cuando asistimos al espectáculo de colores ocres y dorados que nos ofrecen los robles que cubre el barranco y las laderas.
 
 

 
Al fondo y casi como única muestra de la presencia del hombre, los apretados pueblos de Rascafría, Oteruelo, Alameda, Pinilla y Lozoya.
 





El camino nos termina dejando en Alameda ya casi en la oscuridad de la noche, dejando atrás ese momento que pareció, al menos hasta el próximo año, en que el valle nos ha ofrecido una imagen única, con sugerencias de otros tiempos.
 

2 comentarios:

  1. Oiga, se enrolla usted como las persianas en el prólogo a la ruta, pero muy bien, muy bien, tiene usted buen provenir, parafraseando al Josemi.
    Pero en el parrafo 3º habla usted de una manta de robles. ¿No será una mata?
    Y el collado creo que es más bien el Portachuelo.
    No obstante, tengo que decir que ¡Viva este blog!
    Se despide el Tío de la Vara.

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  2. Ostras, si hay un comentario. Cierto, es el Portachuelo, pero donde dije manta digo manta, un poco de poesía, por favor.........

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