miércoles, 28 de marzo de 2018

De Canto Cochino al collado del Miradero, con bajada por la Senda de los Gavilanes (25 de marzo de 2018)

Es el primer fin de semana de primavera y todavía queda bastante nieve en nuestra sierra, incluso en la Pedriza, lo que no es muy habitual.
La ruta de hoy ha sido una circular desde Canto Cochino, ascendiendo al collado del Miradero. A la bajada, el grupo iría al encuentro de la Senda de los Gavilanes, poco transitada, que discurre por los límites de la Pedriza. En total, salieron unos 21 kilómetros.




















































jueves, 22 de marzo de 2018

De Lozoya al Cerro de la Cruz y el Rebollo de la Maleza (18 de marzo de 2018)

En este último domingo de primavera hemos hecho una ruta circular con inicio en Lozoya (1.114 m.), que primeramente nos ha llevado a ascender hasta el Cerro de la Cruz para luego, tras la comida, buscar un roble centenario de enormes proporciones, que crece en las inmediaciones del arroyo de la Mata del Tirón.

Al salir del pueblo, tomamos el camino que discurre junto a la orilla del embalse de Pinilla. Un poco más adelante salimos al asfalto de la carretera M-604 para caminar por ella apenas cien metros. 






Pronto damos con una difusa trocha que asciende en dirección al monte El Chaparral (1.413 m.). Por la ladera de solana se extiende un bosque de sabinas, que es toda una rareza, no solo en el Valle del Lozoya, sino en el conjunto de nuestra sierra. 








A medida que ganamos altura, pisamos las primeras nieves del día y comprobamos cómo las sabinas comienzan a alternarse con las encinas. Superada una primera cumbre, la pendiente se suaviza un poco. Torcemos ligeramente a la derecha, siguiendo el cercado de piedra que separa los términos municipales de Lozoya y de Gargantilla, para en poco más de diez minutos alcanzar el vértice geodésico que hay en la cumbre del Cerro de la Cruz (1.514 m.).










Nos dirigimos ahora en dirección norte, rebasando primero el Alto de los Espinosos y descendiendo después hasta un collado, a unos 1.320 m. de altura, que es cruzado por la pista que va de Lozoya a Navarredonda.








Tiraremos de frente, ganando altura entre los robles y los pinos. El cercado de piedra que tenemos a nuestra derecha nos sirve de referencia. En algo más de una hora salimos a una pista de tierra que está completamente cubierta por la nieve. Nos sentamos a comer a un lado de la pista, sobre un talud despejado de nieve.






Descendemos por la pista tras reanudar la marcha. A la altura del arroyo de la Mata del Tirón abandonamos la pista para buscar un roble centenario que crece en medio del pinar, el conocido como Rebollo de la Maleza.














Una primera intentona resulta fallida. El viejo roble nos es esquivo. Veo que Juanito lleva en la redecilla de su mochila un mapa y desabrocho las correas para consultarlo. Se trata de un mapa de Copenhague que poca ayuda puede prestarnos. Nuestra insistencia nos lleva después de un buen rato a dar finalmente con el Rebollo de la Maleza, un vetusto roble, de múltiples brazos y más de 200 años de vida, que emerge de entre un mar de pinos.




Al finalizar la ruta y hacer balance, resulta que hemos caminado unos 20 kilómetros, con aproximadamente 1.000 metros de desnivel. Entramos a tomar algo en el bar El Valle del Lozoya, donde nos ponen unos pinchos de tortilla de patatas que están muy ricos y que habrá que repetir en un futuro.





sábado, 17 de marzo de 2018

Una jornada de lluvia entre Valdemanco y Bustarviejo (10 de marzo de 2018)

El día amaneció más triste que un ruteno al otro lado del Telón de Acero. La borrasca Félix zarandeaba la Península. No llegaba al nivel de un monzón filipino pero casi. Una vez más, nos acogimos a aquella máxima de Chuso que reza Hay que salir aunque haga bueno.




Para conjurar la tristeza meteorológica, entramos en Valdemanco a tomar el café en el bar La Alegría. La conjura pareció funcionar, pero por poco tiempo. Al echar a andar, el sol lució apenas por unos instantes. Todo fue flor de un día.






De la curva que hay un poco más abajo del restaurante El Cerrillo sale el camino que queremos seguir y que lleva a Navalafuente. Tiene muy buena pinta. Al cabo de diez minutos nos toparemos, por desgracia, con un obstáculo insalvable, el arroyo Albalá, que normalmente debe presentar un caudal bastante modesto, pero que hoy corre impetuoso. Imposible vadearlo. Hay que dar media vuelta y cambiar de planes.




















A todo esto ya ha empezado de nuevo a llover. En algunos momentos lo hará incluso copiosamente. La borrasca Félix, que hoy no viste de amarillo, se ceba con nosotros. 








Son momentos de resignación, de caminar bajo los paraguas haciendo de tripas corazón, de esquivar los charcos como buenamente podemos y hasta de atravesar algunos de ellos a la carrera. Hemos renunciado hace rato a pasar por Navalafuente. Nuestro objetivo es ahora llegar a Bustarviejo sea como sea y vamos improvisando el itinerario. El tiempo no está para florituras.




Un funambulista en acción








































En Bustarviejo entramos en el Bar Maruja, del que tenemos buenas referencias. Al vernos un tanto empapados, una de las camareras, muy amable, nos ofrece dejar mochilas, chaquetas y capas en una pequeña estancia junto a los baños. Teo, contra todo pronóstico, no se pide unos filetes rusos, sino una hamburguesa de seitán. Prefiero no pensar lo que podría ocurrirle si esto llega a oídos del Kremlin.


Ayuntamiento de Bustarviejo


Iglesia de Bustarviejo






Al salir de nuevo a la calle, ha dejado de llover pero sopla un viento desapacible y algo helador, calados como estamos. Pero todo es echar a andar y poco a poco el destemple se nos va pasando. Parece mentira pero llegamos a Valdemanco casi secos, a excepción de los pies.




El calvario que hemos pasado






















Han sido unos 13 kilómetros, con aproximadamente 400 metros de desnivel. La ruta es seria candidata a convertirse en la más triste del año.