viernes, 25 de mayo de 2012

Subida a la Tonda desde Tamajón y bajada hasta Muriel por las Hoces del Sorbe (12 de mayo de 2012)

Esta propuesta consistía inicialmente en una ruta circular desde Tamajón, subiendo inicialmente al pico de La Tonda y bajando a continuación a las Hoces del Sorbe. Una vez en Muriel, volveríamos a Tamajón siguiendo el GR-10.
No era una ruta de mucho desnivel, en total de poco más de 400 metros. Ante tamaña propuesta, Raquelchu dijo algo de que estábamos cayendo muy bajo. Y más bajo caíamos aún al final, como luego se verá.

Al llegar a Tamajón (1.033 m.), compramos pan y unos bollus preñaus donde siempre, a la entrada. Y el café, pues donde siempre, en El Frenazo.

Salimos del pueblo por detrás de la iglesia, tomando el camino que se dirige hacia el cerro de La Tonda. Pronto pasamos junto a una pequeña laguna que se ha originado en lo que antiguamente era una cantera o gravera.



Salimos por detrás de la iglesia


Laguna


A nuestra izquierda, por detrás de unas suaves lomas cubiertas de pinos, descuella la elegante silueta del Ocejón.


Asoma la puntita del Ocejón y estos, que iban por delante, dan la vuelta


Tras dejar atrás un bosquecillo de robles, aún pelado, nuestro camino asciende progresivamente por monte cubierto de jaras y matorral. Una auténtica solanera por la que el astro rey nos castiga y de qué manera. En este tipo de situaciones tiendo a ponerme en cabeza y a acelerar el paso para no escuchar los improperios que lanzan por detrás.


Ozú, qué caló


El calor pega de lo lindo y ya hay alguna que otra nenaza que hace amago de darse la vuelta y dar por concluida la ruta. Parece mentira que el domingo pasado, hace seis días, pasáramos algo de frío en la cumbre del Reajo Alto.

Unos pocos desprensivos nos llegamos hasta la cumbre de La Tonda (1.242 m., vértice geodésico y antena), mientras las nenazas se quedan a escasos 50 metros de coronar, a la sombra de unos pinos. Qué bajo estamos cayendo, madre mía, si Roberto el gaditano, el Webmaster, levantara la cabeza... Y eso que el desnivel desde el pueblo hasta aquí ha sido escandalosamente ridículo, poco más de 200 m. Bueno, tampoco hagamos sangre.


Vista del Ocejón mientras nosotros miramos hacia la sierra de la Puebla


¿Subidos al paraguas?


Yolanda se come un yogur


Continuamos hacia una cumbre gemela, un poco más baja y más al este, que llaman mirador de La Tonda (1.227 m.). Desde aquí se columbra ya el tajo o estrechamiento que forman las hoces del río Sorbe. Al otro lado del barranco se yergue la Sierra Gorda, con el pico Santotis, al que algunos montañeros con un currículum impresionante aún no han subido.




José Manuel se protege del sol con un ancho paraguas, recordándonos que no solo vale contra la lluvia y que puede hacer las veces de sombrilla. Maite comenta muy oportunamente que parece salido de la peli Paseando a Miss Daisy.




El camino sigue y desciende hacia las hoces. Se aprecian restos de trincheras de la Guerra Civil. Según leemos el río Sorbe hizo de divisoria entre las tropas nacionales, al oeste, es decir, al lado en que nos encontramos, y las tropas republicanas, al este, al otro lado del río.






Seguimos descendiendo por la cuerda cubierta de jara, pero por aquí ya sopla un poco de aire y no hace tanto calor. Frente a nosotros se levanta un peñasco (¿Peña Aguda?) y al llegar a sus pies, el camino muere bruscamente.




La duda es qué hacer ahora: si rodear el peñasco y seguir de frente, por el cordal, si descender hacia el Sorbe, a nuestra izquierda, por fuertes pendientes, o si echarnos hacia el barranco que queda a nuestra derecha, por pendiente menos pronunciada. Optaremos por bajar directamente hacia el río Sorbe, pues Josete ha descubierto algo que se parece a un antiguo camino, salvo José Manuel y Reyes, que no lo ven claro, y con razón, y se decantan por la primera opción.


Bajada a lo kamikaze


El riesgo de esta bajada es enzarzarnos o embarrancarnos y al final terminará por pasar un poco de ambas cosas. El supuesto camino se difumina pronto y a partir de ahí hay algunos hitos dispersos que nos van bajando por entre las rocas. Es el momento de echar mano de las manos, valga la redundancia, y también de los culos.




Con un poquito de canguelo y a sentadillas las nenazas y los nenazas vamos perdiendo altura hasta llegar a la zona de zarzas. Aquí Raquelchu sufre un principio de mareo o lipotimia, no sabemos si por efecto del calor o es que padece de zarcitis o fobia a las zarzas. El caso es que José Antonio se ve obligado a desdoblarse y a multiplicarse para ayudar a Raquelchu, por un lado, y a Maite, por otro, enredadas entre las zarzas. Maite luce pronto unos aparatosos arañazos que le van a impedir ponerse faldas por una temporada y a Raquelchu hay que darle agua pues se la ve fundida. No parece la Raquelchu de Bilbao a la que estamos acostumbrados.

Al llegar a las orillas del río Sorbe, que nace a escasos kilómetros de aquí, en el hayedo de Tejera Negra, la cosa cambia. El ambiente es más fresco y caminamos bajo el soto que se extiende por su orilla y nos da sombra. A ratos, el camino se separa un tanto del cauce y atraviesa algún canchal pedregoso pero pronto vuelve a aproximarse de nuevo hasta el río. De José Manuel y Reyes no sabemos nada. No tenemos idea de si irán por delante o por detrás, o si incluso se habrán vuelto para Tamajón.






El hambre aprieta y hacemos una parada a la orilla del río para comer. Antes algunos se refrescan un poco metiendo los pies en el agua. La cosa se va animando y desmadrando, y algunos terminaremos por darnos un chapuzón. No hemos traido bañador pero como hay confianza el personal va quedándose literalmente en bragas y en paños menores.


Relax tras la tensión


Hombre al agua


En este tramo del río hay algo de corriente y a Gina, que se mete en el agua confiadamente, casi la arrastra. Menos mal que Josete andaba cerca y pudo alargarle un bastón para que se agarrara.

Tras la comida sesteamos un poco e Inés se apercibe de la presencia de un sapo que lleva inmóvil un buen rato sobre una piedra. Su quietud y su color oscuro lo hacen mimetizarse y pasar casi desapercibido. Sus ojos grandes de color dorado, con la pupila horizontal, nos miran con fijeza.


El sapo inmóvil


Es un sapo común (bufo bufo) de considerable tamaño. Debe tratarse de una hembra, pues las hembras son más grandes que los machos, pudiendo alcanzar los 15 cm. de longitud frente a los solo 10 cm. de los machos. Presentan piel rugosa, recubierta de glándulas que segregan un líquido tóxico e irritante.

Nos ponemos a hacerle fotos como locos y él se hace el loco, permaneciendo inmóvil. Finalmente se mueve y se zambulle en el agua, comenzando a bucear y a bracear lentamente.


Al final se mueve




Estos animales se alimentan de insectos. Para cazar aplican la estrategia de quedarse totalmente inmóviles, a la espera de que llegue alguna presa desprevenida, sacando entonces la lengua a gran velocidad para engullir a su víctima.

Tras el espectáculo aparecen por sorpresa José Manuel y Reyes, que venían por detrás. Seguimos todos juntos nuestro camino. Pronto nos cruzamos con un grupo de pescadores en plena faena. Nos explican que es un tramo de pesca sin muerte y que la trucha que han pescado la han devuelto al río.


Zona escarpada


Recorremos un tramo muy hermoso del río Sorbe, en el que el soto o bosque de ribera se mantiene en un excepcional estado de conservación, haciendo las delicias de los fotógrafos. Son unas alisedas espléndidas, que conforman umbrosos bosques de galería y que quedan incluidas dentro del Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) denominado Sierra de Ayllón, que está protegido por la Directiva de Hábitats de la Unión Europea. Dominan los alisos (alnus glutinosa), aunque también se dan los fresnos (fraxinus angustifolia) y otras especies.
Se trata de un paisaje poco alterado por la mano del hombre. Aguas arriba del punto en que estamos se ubica el pequeño azud del Pozo de los Ramos, inaugurado en 1972 para derivar agua del Sorbe al canal del Jarama y para que así pueda ser utilizada por el Canal de Isabel II para el abastecimiento de Madrid. No obstante, este azud tenía un carácter provisional, pues ya existía el proyecto de construir una gran presa de hormigón para regular el caudal del río. Por fortuna tal proyecto se encuentra actualmente paralizado.




El agua se remansa y llegamos junto a una pequeña presa de piedra de la que nace un canal o caz que el río alimenta.




Un poco más adelante, a la altura de un merendero, nos topamos con un grupo de gente con niños que guardan en un cubo un cangrejo que han cogido del río. Nos lo muestran y resulta ser un cangrejo señal (pacifastacus leniusculus), una especie invasora, al igual que el cangrejo rojo americano (procambarus clarkii), que han colonizado casi todos nuestros ríos y constituyen una amenaza gravísima para los ecosistemas y las especies autóctonas, en especial para el cangrejo de río autóctono o ibérico (austropotamobius pallipes), casi exterminado totalmente y hoy en peligro de extinción.




El cangrejo señal o cangrejo del Pacífico es originario de la costa oeste de Norteamérica y fue introducido en 1960 en Suecia y posteriormente en toda Europa.
Sus pinzas o quelas poseen una característica mancha blanca de la que procede el nombre de cangrejo señal.
Son de color marrón, con tonos azulados a rojizos. La parte ventral del cuerpo presenta un color azul intenso y la cara ventral de las quelas un color rojizo.
Los machos alcanzan longitudes de 15-16 cm. y las hembras de 12 cm.
Es omnívoro. Se alimenta de la vegetación y los insectos que se encuentran en el fondo del agua, así como de la vegetación de la orilla. Prefiere las hojas de aliso o arce a las de roble o fresno. Practica también el canibalismo, sobre todo al aumentar de tamaño con la edad.


El cangrejo señal y las manchitas blancas en las pinzas


La cara ventral del cangrejito


En cuanto al cangrejo de río autóctono o ibérico, resulta muy raro de ver. Es especie protegida y no puede pescarse. Quedan pocos ejemplares en nuestros ríos. La mayoría de ellos desapareció a consecuencia de la sobrepesca, de la contaminación medioambiental y, sobre todo, de la introducción y expansión de los cangrejos rojos americanos, soltados por vez primera en 1974 en el coto de Doñana. El problema es que los americanos, portadores de un hongo, aniquilan a los españoles con el solo contacto, provocándoles una enfermedad llamada afanomicosis o peste del cangrejo, que les causa una mortandad del 100 %. Curiosamente los cangrejos americanos nunca llegan a desarrollar la enfermedad. Y lo más sangrante es que su introducción en Doñana estuvo auspiciada por la universidad estadounidense de Louisiana. Manda huevos, que diría nuestro querido Federico Trillo.
En la actualidad el cangrejo autóctono ha quedado relegado a pequeños tramos del curso alto de algunos ríos, allí donde las aguas se mantienen muy puras y donde el cangrejo rojo no ha conseguido llegar.
La extinción del cangrejo autóctono es catastrófica desde un punto de vista ecológico, pues se alimenta de detritus, contribuye a mantener limpio el medio acuático y evita la contaminación orgánica (eutrofización), mientras el cangrejo rojo arrasa con todo ser viviente (huevos, alevines, renacuajos, algas, etc.), empobreciendo los ecosistemas. Por si fuera poco, el sabroso cangrejo autóctono tiene unas cualidades culinarias muy superiores al insípido cangrejo rojo.

Este del cangrejo señal ha sido un inesperado encuentro, casi más inesperado que el del sapo, tras lo cual el tiempo comienza a ponerse feo. La tormenta acecha. Apretamos el paso. La lluvia nos pillará en la carretera de acceso a Muriel. Capas, chubasqueros y cubremochilas hacen su aparición.

En Muriel nos resguardamos en el bar El Mirador. La lluvia cae incesantemente y ni siquiera tras una segunda ronda de cervezas mejoran las cosas. En estas condiciones se antoja complicado seguir por el GR hasta Tamajón.




Alguien no autorizado negocia con unos del bar que tienen coche para que lleven a nuestros conductores hasta Tamajón. Las negociaciones fructifican y la ruta, nuestra ruta, se da por concluida. Tendremos que hacer el GR entre Muriel y Tamajón, que no conocemos, en otra ocasión. Triste epílogo para un gran día. Estamos cayendo muy bajo, casi a la altura del betún.

Cuando nuestros conductores vuelven al bar de Muriel para recogernos, sigue lloviendo con ganas. Despedida sin muchos preámbulos y para casa.

3 comentarios:

  1. Siento comentar que la foto corresponde a un cangrejo señal (Pacifastacus leniusculus), tal y como demuestran las marcas blancas de las pinzas, y no a un cangrejo autóctono de río.
    Saludos.

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  2. No tienes por qué sentirlo. Al contrario, se agradece tu aportación que nos ayuda a salir de nuestro error y seguir aprendiendo cosas. A partir de ahora, reconoceremos sin titubeos al cangrejo señal.
    Un saludo

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  3. Si os interesa la zona, en este enlace hay una guia completa de rutas cortas:
    www.laveredadepuebla.com/rutasypueblos.htm
    que puede complementarse con las incluidas en la guia "Veredas y caminos de La Ribera" entre el Jarama y el Sorbe, publicada por la Junta de Castilla La Mancha.
    O si lo preferís, dadme un toque y preparamos una por la zona. Saludos
    Lar-ami

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