sábado, 21 de noviembre de 2015

De La Panera a La Peñota (21 de noviembre de 2015)

Hemos vuelto al Valle del Río Moros o Garganta de El Espinar, ese amplio valle encerrado entre altas montañas, como la Mujer Muerta, el Montón de Trigo o La Peñota, y cubierto de extensos y maduros pinares, que forman una de las más espléndidas masas forestales de nuestra sierra.
 
Nuestra idea era acercarnos a La Panera y ascender desde ahí al pico de Pasapán e incluso a la Peña del Oso. Pero al entrar en uno de los bares que hay en el barrio de la Estación de El Espinar, nos enteramos de que precisamente hoy tocaba batida de caza por esa zona. Cachis la mar. Estamos gafaos.
 
 
 
 
Pero nosotros no somos de los que nos venimos abajo a las primeras de cambio. Ya lo querrían algunos pero... No vamos a cambiar una buena caminata por un cochinillo en el Mesón de Cándido o similar. Eso sí que no.
 
 
En el collado de Cerromalejo
 
 
Nuestro improvisado plan de emergencia va a consistir en subir a La Peñota (1.945 m.) por el collado de Cerromalejo, siguiendo luego el GR-10 hacia el Cerro del Mostajo y la Peña del Cuervo. Desde esta última altura abandonaremos el cordal para descender bruscamente por un cortafuegos y empalmar con el cordel de las Campanillas, que nos deja a escasos cinco minutos del coche.
 
 
Desde el collado de Cerromalejo
 
 
 
 
El tiempo fue mejorando a medida que avanzaba la jornada. A la ida, yendo en coche, nos llovió con fuerza a la altura de Villalba y Guadarrama. Pero algo más adelante dejó de hacerlo. Y tampoco llovía cuando llegamos al barrio de la Estación de El Espinar, ni lo haría en ningún momento durante la ruta.
Cierto es que hizo bastante viento. No se notaba tanto en nuestro ascenso por el fondo del valle, pese a que rugía entre los pinos. Pero cobró más intensidad cuando ganamos el cordal, haciéndose insoportable por momentos. Como soplaba del norte, nos sentamos a comer al pie del vértice de La Peñota, en la vertiente que mira hacia Madrid. Y ahí nos quitamos todo el viento como por arte de magia.
 
 
Al pie de La Peñota
 
 
 
 
Pese al viento, las nubes irían progresivamente retirándose, ofreciéndonos algunos momentos de sol. Y las cumbres de la Mujer Muerta terminarían por despejarse. Un día bastante potable. Hicimos bien en no dejarnos tentar por el Mesón de Cándido.
 
 
Comenzamos a bajar por el cortafuegos


Un poco antes de las tres y media de la tarde dimos la ruta por finalizada. De vuelta a Madrid paramos un rato en San Rafael para tomarnos algo en el café bar Orly, en el que sirven cerveza de trigo de la marca König Ludwig, dato que a buen seguro celebrarán alborozadamente los germanófilos del grupo. Entretanto Djokovic daba buena cuenta de Nadal.

 
Guardando los bártulos
 
 
Garganta de El Espinar
Por su fondo corre el río Moros, que nace en la solana del Montón de Trigo, en el paraje conocido como Ojos del Río Moros.
En época musulmana atravesaba la garganta el Balat Humayd, el camino que venía de Córdoba, la capital omeya de Occidente.
En el Libro de la Montería del rey Alfonso XI, escrito en la primera mitad del siglo XIV, es mencionada como Garganta de Ruy Velázquez.
En la confluencia del arroyo de Blasco con el río Moros, entre los merenderos, las piscinas y los aparcamientos del área recreativa de La Panera, quedan aún hoy las ruinas de la antigua venta del Cornejo, mencionada en el Libro de Buen Amor, en la que el Arcipreste de Hita tuvo una mañana un encuentro con la serrana Menga Lloriente.
El principal medio de vida de las gentes del valle fue tradicionalmente, junto al pastoreo de ovejas y cabras, la corta y saca de madera de sus pinares, que junto con los de Valsaín y El Paular se cuentan entre los mejores pinares del Guadarrama. En los siglos XVI y XVII se talaron cientos de miles de pinos para fabricar vigas y tablones empleados en la construcción de edificios en la Corte y en los Reales Sitios (como el Monasterio de El Escorial).
En un paraje junto al río Moros se estableció en 1859 la primera escuela de prácticas para ingenieros de montes que hubo en España, dirigida inicialmente por el catalán José Jordana.
 
Bibliografía
Memorias del Guadarrama. Julio Vías. Dedica cinco o seis páginas a hablar de la Garganta de El Espinar.

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