viernes, 14 de octubre de 2011

A la Maliciosa desde Canto Cochino, por la cuerda de los Porrones, con bajada por el Manzanares (9 de octubre de 2011)

Este verano de 2011 se resiste a irse, a pesar de que estamos ya bien metidos en el mes de octubre.

Volvemos una vez más a La Pedriza. Quedamos una vez más en los chiringuitos de Canto Cochino. Como la mañana, pese al veranillo, ha amanecido bastante fresca, nos metemos dentro a tomar el café. Al levantarnos de la mesa y coger las mochilas, CLONC. Maite siente un ruido fuerte. Mal presagio. Su termo se ha roto y el té se sale de su continente y le moja el interior de la mochila.

Echamos a andar por el sendero que asciende al collado de Quebrantaherraduras y corta la carretera varias veces.

En el mirador de Quebrantaherraduras

Desde Quebrantaherraduras el sendero sigue ganando altura, aunque sin llegar a alcanzar de momento la cuerda de los Porrones.

Un lepidóptero

Un nuevo mundo se ha abierto a los ojos de Jorge, el de las pibas, perdón, quiero decir el de los bichos y las plantas. Lo que ahora atrae su atención son unos arbustos de cuyas ramas penden unas pequeñas bayas esféricas. Marisol le confirma lo que él ya se barruntaba, que se trata de unos mostajos.

Jorge y los mostajos

Tras una subida muy paulatina, que se hace sin esfuerzo alguno, salimos por fin a la cuerda de los Porrones, al pie de la subida final a la Maliciosa Baja.

En la cuerda de los Porrones

En la Maliciosa Baja nos cruzamos con un grupito de senderistas que visten camiseta verde y que resultan ser del Club Alcarreño de Montaña, y no del Alcalaíno, como alguien erróneamente entendió.

Alcanzamos el collado de las Vacas, por el que se pasa habitualmente en la ascensión a la Maliciosa desde Matalpino.

Josete tenía la intención de iniciar desde aquí la vuelta, bajando hacia el Manzanares, aunque ya sospechaba que habría algún loco que querría subir antes hasta la Maliciosa. Y efectivamente, así fue. Al final terminamos subiendo todos. Los siete. La máxima "culpable" de ello fue Esther. Detrás de ella fuimos apuntándonos los demás. Yo fui de los más remisos (para que luego digan...), quizá el que más, pero al final terminé también decidiéndome. Más que nada porque ya veía que me iban a dejar más solo que a los de Tudela. Esta subida final, archiconocida ya, es la más dura, pues se salvan de sopetón, y sin apenas respiro, los últimos 400 metros de desnivel.

En la cumbre de la Maliciosa, la foto de rigor. No corre el aire y en manga corta se está de vicio. Nos hemos chupado, como quien no quiere la cosa, unos 1.200 metros de desnivel desde Canto Cochino. Psé. Una fruslería.

En la cumbre

Descendemos apenas unos metros para comer con vistas del pequeño embalse de la Maliciosa y del de Navacerrada, un poco más allá. El bizcocho de limón que trae Maite es muy bien valorado por la concurrencia. Y, por supuesto, Josete, el Tío de la Bota, también está ahí para echarnos un capote.

El lugar de la comida

Bajamos de nuevo hasta el collado de las Vacas y, a partir de aquí, descendemos en dirección al Manzanares, que es lo que Josete tenía pensado.

En el collado de las Vacas, a la bajada

Alcanzamos la pista de las zetas a la altura del puente de los Manchegos, la seguimos apenas cuatro pasos hacia la izquierda y enseguida nos salimos hacia la derecha por una estrecha senda balizada con hitos.

El sendero se abre paso por un terreno muy fragoso, poblado de brezos. El río desciende a nuestra derecha durante este tramo. Se nota que se ocupan de mantener el sendero abierto y transitable, pues de otra manera, pronto se vería invadido por una vegetación en constante expansión.

A Esther no le sobra mucho tiempo, pues a las ocho tiene que estar en Madrid, así que Jorge y yo nos adelantamos con ella y apretamos el paso.

El sencillo puente del Retén, hecho de madera, consta de tres tramos cuyos extremos se apoyan en las rocas y se ubica en un sorprendente paraje, que a Jorge le recuerda a un jardín japonés. Y eso que no hay señoritas de ojos rasgados paseándose en kimono.

Puente del Retén

Aquí decido quedarme a esperar a los que vienen por detrás. Y dejo a Jorge y Esther, que prosiguen la bajada a toda pastilla, emulando a Sierra y Libertad, al decir de Esther.

Cuando el grueso del grupo llegamos abajo, son las ocho bien pasadas y solo nos encontramos a Jorge, que lleva como una hora esperando. Pero Esther nos ha prometido que para la próxima no se pierde las cervezas.

2 comentarios:

  1. Oye, ese que llamas "de las pibas" debe ser otro, ¿no?, por que lo que soy yo.........

    El de los bichos

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  2. Ah, perdón, que ya nos contaste que te habías desvirgado con Aniceto te la meto.

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