domingo, 12 de febrero de 2012

Niebla engelante en Cabezas de Hierro (5 de febrero de 2012)

Las perspectivas de tiempo no eran muy halagüeñas. Aun así, un grupo de valientes o desaprensivos nos reunimos en Cotos para intentar subir a Cabezas de Hierro. La ventisca nos obligó a darnos la vuelta cerca ya de la cumbre. También sufrimos en nuestras carnes y vimos con nuestros propios ojos un curioso fenómeno: la niebla engelante. Siempre se aprende algo. Está estadísticamente comprobado que en el monte se aprenden más cosas que en la discoteca o el pub, aunque quizá se ligue menos.

Los valientes

La niebla engelante o heladora es un rarísimo fenómeno meteorológico que el diccionario de la AEMET define como "niebla formada por gotitas de agua subfundida (gotitas que permanecen en estado líquido a temperaturas inferiores a los cero grados centígrados), que se hielan en contacto con los objetos y los cubren de un depósito de hielo". Se produce cuando una masa de aire muy frío queda estancada por encima de la superficie terrestre, de forma que las minúsculas gotitas de agua que trae la niebla se hielan instantáneamente al tocar el suelo o cualquier superficie, por hallarse estos últimos a una temperatura por debajo de cero.

Un afectado por la niebla engelante

Otra víctima

Y encima se ríe

La Dama de Hielo

Se me congelaron las ideas

Tras el café matutino en Venta Marcelino, nos aprestamos a iniciar la ruta. Caían ya finos copos de nieve, más bien pequeños cristalitos de hielo. No eran precisamente las mejores condiciones para echar a andar.

Hay que ponerse a punto

Los primeros metros los hacemos por la carretera que lleva a Valdesquí, cerrada hoy por las adversas condiciones meteorológicas. El paisaje parece siberiano. Parece que en cualquier momento nos vayan a salir al paso unos trineos tirados por perros.

En la carretera de Valdesquí

Nos salimos de la carretera por la izquierda, tomando el camino que baja al refugio del Pingarrón y nos aproxima a Cabezas de Hierro.

El sol tiene un aspecto irreal

Dentro del pinar caminamos protegidos, a pesar de la que está cayendo. Cruzamos por un puente el arroyo de las Cerradillas y atrochamos por el bosque en busca de las Cabezas de Hierro.

Rodeados de pinos

Cruzamos el arroyo de las Cerradillas

La ventisca arrecia y buscamos el abrigo de un gran pino para hacer una parada, picar y beber algo. Bajo el árbol hay un sencillo vivac construido con piedras.

Arrecia la ventisca

Unos tragos de té para entonarnos

Vaya dos

Sin perder el optimismo y sin desistir de nuestro plan, seguimos ascendiendo en busca de la Canal de los Berracos. En el ascenso las condiciones irán complicándose. Nos vemos rodeados por todas partes por un enemigo inesperado, la niebla engelante. Las chaquetas y las mochilas se van cubriendo rápidamente de una costra de hielo. Parece que llevamos una coraza encima. Le golpeo a BS con el piolet sobre la capucha y suena "clonc, clonc". A mí se me forma hielo en las lentes de las gafas. Pararse a ponerse los crampones es una tortura. Hay que quitarse los guantes y tratar de ajustarse bien las correas de los crampones, cosa nada fácil en plena ladera, con la ventisca golpeándonos. Las manos empiezan pronto a dolernos.

Aquí aún mantenemos los ánimos

Envueltos por la niebla engelante

En estas estábamos, con la ventisca arreciando, cuando algunos dijeron si no sería mejor darnos la vuelta. Parece que aún nos queda un poco de cordura. Así que nos dimos la vuelta para perder altura rápidamente. Bajada incomodísima, con el viento balanceándonos, pisando con los crampones sobre la nieve y las piedras. Me he tenido que quitar las gafas, no veo nada con ellas cubiertas de vaho. El gorro se me baja, con el peso del hielo, hasta casi taparme los ojos. Voy descendiendo a tientas. Podemos decir que esta vez hemos escapado de una muerte segura.

La bajada es dantesca

Un cuerpo congelado por la niebla engelante

Otro cuerpo

Salimos del atolladero

Y tan felices

Paramos a comer algo junto al refugio del Pingarrón, que estaba cerrado. No nos quedó otra que guarecernos precariamente contra la pared del refugio.

Llegando al refugio

Comiendo de pie

Hubo quien, acertadamente, se trajo el bocata hecho de casa

Devorando una loncha de cecina

Después de tomar algo calentito en Venta Marcelino, nos dirigimos a los coches. Había pocos coches en el aparcamiento. No fue nada fácil salir de allí. Los coches, víctimas también de la niebla engelante, estaban cubiertos de hielo. Costaba abrir las puertas, pues el hielo lo recubría todo, el tirador y los goznes, dejando las puertas como selladas. Hubo que rascar durante un rato las lunetas y dejar despejada de nieve la parte de delante de los coches e incluso hubo que poner cadenas en dos de ellos.

Llegando a Cotos

Venta Marcelino

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4 comentarios:

  1. En realidad, más que lluvia engelante (congelante parece que es el término correcto), yo creo que sufrimos una niebla engelante (niebla formada por gotitas de agua subfundida), con el mismo resultado; según se desprende del léxico publicado por la Aemet:
    http://www.aemet.es/documentos/es/divulgacion/montana/Lexico_de_montana.pdf
    Jorge s

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  2. Hola montañeros, solo decir que en el refugio del Pingarrón, en la parte contraria a la puerta principal, hay una zona libre, que podíais haber usado para comer o ¿estaba cerrada?.

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    1. Exacto, estaba cerrada. Capón para los responsables del refugio.
      Jorge s

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  3. Presisamente ese día nos hubiera venido bién tanto para refugiarnos de las inclemencias como para hacer una comida bastante aceptable si encontramos un rinconcito en el refugio, se ve que no iban a hacer caja y dijeron si viene alguien que se jo..

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