jueves, 29 de enero de 2015

Una vuelta por el Pinar de la Acebeda desde Revenga (25 de enero de 2015)

Hemos dejado atrás una semana durísima, en plena cuesta de enero y con blue monday incluido. Menos mal que nos quedan el senderismo y la ruta semanal como consuelo. Si no, no sé qué sería de nosotros. Mejor esto que Montoro y sus vanas promesas.
Esta vez nos hemos acercado a Revenga, una pequeña localidad que se encuentra a apenas 8 kilómetros de la ciudad de Segovia. Nuestro objetivo será recorrer el Pinar de la Acebeda, un magnífico bosque que se extiende por la cabecera del río Frío, a los pies de la Mujer Muerta, y que las recientes nevadas han cubierto de blanco.
Hagamos, si me lo permiten, un poquito de historia. A finales del XVIII el Pinar de la Acebeda fue expropiado a la Comunidad y Tierra de Segovia por Carlos III, con el propósito de convertirlo en cazadero real. Esta decisión ha contribuido sin duda a preservar su masa forestal, impidiendo su tala. En 1930, perteneciendo todavía a Patrimonio Nacional, fue declarado Sitio Natural de Interés Nacional por sus valores ecológicos y paisajísticos. Posteriormente, y durante buena parte del siglo pasado, pasaría a depender del Icona, que estableció turnos de corta de hasta 125 años. En la actualidad su gestión está en manos de la Junta de Castilla y León.
Pasemos ahora a la ruta en sí. Tras tomarnos el café en el Bar Montalvo, echamos a andar desde Revenga hacia el embalse de Puente Alta, que se encuentra a un kilómetro poco más o menos del pueblo.





Tras caminar a orillas del embalse, cuya superficie estaba helada en algunas zonas, y llegar hasta su cola, comenzamos a remontar el valle del río Frío, al que por aquí llaman también río de la Acebeda siguiendo el trazado de la Senda del Acueducto, que está balizada. Nos hallamos ya inmersos en pleno pinar, un bosque de pino silvestre de los más notables que tenemos en nuestro Guadarrama.
En poco tiempo alcanzamos la vieja toma de aguas del acueducto segoviano, constituida por un azud y un decantador.


Caminando junto a la orilla del río se sale a la pista que cruza el río por el puente del Vado de Arrastraderos. A partir de aquí continuamos ascendiendo por el pinar, un tanto al tuntún y sin hacer mucho caso del GPS que manejaba Raquelchu.






Los pinos, delgados y rectos, llegan a alcanzar los 30 metros de altura. Son mástiles perfectos para barcos. Entre el pinar comienzan a proliferar las pinchudas y lustrosas matas de acebo, con sus bayas rojas en algunos casos.




Finalmente completaremos un itinerario circular por el valle del río Frío. A la bajada nos sorprende la densidad del sotobosque de acebos, que se extiende bajo el pinar. Gracias a su declaración como especie protegida, los acebos han debido extenderse mucho por aquí en los últimos años, colonizando las laderas que cierran este umbroso valle.








Es de reseñar también que durante la ruta vimos al menos en tres ocasiones a parejas de corzos corretear por el bosque, enseñándonos sus características manchas blancas en el culo.


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