miércoles, 6 de diciembre de 2017

En Miranda do Douro (12 de octubre de 2017)

Es la Fiesta Nacional, o Día de la Raza en tiempos no muy lejanos, y hay que huir de Madrid antes de que corten las calles del centro y se inicie el desfile militar. Quedamos a las ocho de la mañana para ponernos en viaje. No solo huimos de Madrid. Huimos también del país, un país inmerso en una infantiloide guerra de banderas. Qué mejor destino que Portugal para desconectar de la cansina actualidad y salirnos del bucle de la cuestión catalana. 





Tras una parada en Toro, continuamos viaje hasta la localidad portuguesa de Miranda do Douro, que se levanta sobre un altozano, en la margen derecha del Duero y al otro lado de la frontera con España. Su situación fronteriza ha condicionado en el pasado su historia. No resulta por ello extraño que Miranda sea ciudad amurallada, pese a lo cual en el siglo XVIII fue ocupada un par de veces, aunque por poco tiempo, por tropas españolas.
A partir de los años 60 se ha convertido en la capital comercial de Trás-os-Montes. Los fines de semana se ve invadida por gentes venidas de España, atraídas por la posibilidad de adquirir variados artículos a bajos precios, desde cuchillería a toallas, pasando por café, tejidos, ropa de cama o zapatos. Actualmente tiene unos 2.000 habitantes. Hoy, día festivo en España, se cumple a pies juntillas lo que habíamos leído y hay aquí casi tantos españoles como en el kilómetro cero de la Puerta del Sol, exagerando un poco. Españoles que responden al tópico de los españoles. Hablando en voz alta y dando el canté. Y olé.








Aparcamos los coches en el mirador sobre el Douro o Duero que hay junto a la Catedral, la , de estilo renacentista (s. XVI) y construida en granito. Sobresalendo sus dos torres. Su interior resulta sobrio, siendo su pieza de mayor valor el retablo mayor, obra del vallisoletano Gregorio Fernández. 
Pero la imagen más venerada por los mirandeses se guarda dentro de una urna de cristal que hay en el crucero. Se trata de O Menino Jesus da Cartolinhauna talla policromada de medio metro de altura, que representa al Niño Jesús vestido de caballero. Cuenta una leyenda que el Niño Jesús se apareció a los mirandeses de esta guisa y les animó a resistir cuando su ciudad estaba cercada por las tropas españolas y a punto de rendirse. Gracias a esta decisiva intervención, se logró levantar el cerco y Miranda se salvó.


















En el centro del Largo de Dom João III, al que se abren la Câmara Municipal y el Museu da Terra de Miranda, hay dos figuras negras que representan a un hombre y una mujer, vestidos ambos con el traje regional.








A apenas dos pasos, en una plazoletilla, se encuentra la Iglesia de la Misericordia (s. XVIII), que presenta fachada barroca de granito, que con la luz del atardecer adopta tonalidades anaranjadas.








Por las calles aledañas a la Catedral se extienden varias casas manuelinas de los siglos XV y XVI, en especial en la rua da Costanilha, que desciende hasta una antigua puerta gótica de acceso a la ciudad, protegida por dos torreones de los s. XIII-XIV. 














Paseo
Tras visitar la ciudad, nos animamos a dar un paseo. Vamos a seguir el sendero de pequeño recorrido MDR PR-1 (de Miranda a Sao João das Arribas). Pero no vamos a hacerlo en su totalidad, ni mucho menos, dada la hora que es. Andaremos solo hasta las ruinas del castro de Castrilhouços, a mitad de camino entre Miranda y Vale de Águia. Nos sentaremos a comer en una mesa de piedra, a la sombra, y luego nos asomaremos al mirador sobre los Arribes del Duero para contemplar las embarcaciones cargadas de turistas, como nosotros, que surcan las aguas del río.

































Una tierna estampa














Al concluir el paseo, nos tomaremos una cerveza en Miranda, en la terraza de un bar. Esta primera noche la pasaremos en el albergue de Barrocal do Douro, unos 20 kilómetros al sur de Miranda, junto al embalse de Picote. Y cenaremos en Sendim, en la taberna A Moagem, un viejo molino rehabilitado. Bacalao asado con verduras, por supuesto.

El mirandés
Esta lengua se habla en toda la comarca de la Terra de Miranda, fruto de su aislamiento con respecto al resto del país.
Se considera emparentada con las hablas asturianas y leonesas, aunque al profano le cueste distinguirla del portugués.
En 1882 el lingüista portugués José Leite de Vasconcelos describió el mirandés como el idioma de las granjas, del trabajo, del hogar y del amor, algo aún vigente hoy día.
En Miranda se ha perdido en buena medida, pero sigue siendo la primera lengua de unas diez mil personas que viven en los pueblos de los alrededores.
En 1996 se constituyó en la freguesía de Picote la Associação Frauga, orientada a impulsar la lengua mirandesa y pionera en proponer que se pusieran las placas toponímicas en mirandés.
Por medio de la Ley 7/1999 fue reconocida como segunda lengua oficial por el Gobierno portugués. Cada vez más carteles aparecen en los dos idiomas. Los nombres de algunas poblaciones aparecen rotulados tanto en portugués como en mirandés, como en los casos de Duas Igrejas / Dues Eigreijas o Fonte d'Aldeia / Fuônte Alde.
En la Papelaria Andrade, en Miranda, en la rua Mouzinho de Albuquerque nº 35, venden traducciones al mirandés de los cómics de Astérix, así como otros libros editados en mirandés por Frauga (como Cuntas de la Tierra de las Faias o Lhiteratura oural mirandesa).

Archivos

Sendero de pequeño recorrido MDR PR-1, de Miranda a Sao João das Arribas: Es un recorrido circular, de 19 kilómetros de longitud. Nosotros hicimos solo un pequeño tramo, de Miranda al mirador de Castrilhouços (ida y vuelta por el mismo camino, unos 7 kilómetros).

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