Dos tipos de Bilbao quedan para verse. Pero no es para irse a chiquitear a las Siete Calles, ni tampoco para ver en el frontón un partido de pelota o comerse un besugo en un asador. Lejos de su tierra natal, estos dos bilbainos salen regularmente por Guadarrama. Es más, presumen de ser buenos conocedores del Guadarrama y sus rincones. Lo de presumir no es nada raro tratándose de dos tipos de Bilbao. Lo llevan en la sangre. Estos de Bilbao van siempre de farol.
El autobús a Cotos de las 8:00 ya se ha llenado. No queda otra que esperar media hora más hasta el siguiente. En época de esquí, y si además sale un día bueno, todo quisque quiere subirse a Navacerrada o a Cotos.
El Señor Etxebe se sube al bus en la parada que hay después de Navacerrada pueblo. Y el tío me viene sin piolet. Si cuando digo que estos de Bilbao van de sobraos...
La Canal de los Verracos, marcada de verde, por la que pretenden subir;
a su izquierda, de rojo, el Tubo Norte
Los dos tipos de Bilbao pretenden subir a Cabeza de Hierro Mayor por la archiconocida Canal de los Verracos, a la que se llega desde Cotos por el mismo camino que lleva a la entrada del Tubo Norte.
Entre pitos y flautas son las once menos diez de la mañana cuando echan a andar en Cotos, por la carretera a Valdesquí y enseguida la abandonan para tomar el sendero que baja al arroyo de las Guarramillas.
El Señor Etxebe estudia desde lejos la subida
Cuando ya tienen de frente el circo de las Cerradillas giran a la izquierda, a la altura de un poste que sirve de baliza, para descender hasta el arroyo de las Cerradillas y cruzarlo. A partir de ahí, deciden atajar por el pinar y tirar de frente siguiendo unas huellas abiertas en la nieve.
Tras un breve y ligero ascenso por los pinos tienen ya a la vista el objetivo. Enfrente, el Tubo Norte, que se abre entre dos espolones rocosos, y un poco a su derecha la amplia Canal de los Verracos.
El Tubo Norte
Se ve a gente haciendo el Tubo Norte y también a otros que han montado dos cuerdas en las cascadas de hielo que hay en su inicio, un poco a la derecha.
Pero los tipos de Bilbao, que ya conocen El Tubo Norte, han optado esta vez por adentrarse en la Canal de los Verracos.
El Señor Etxebe respira fuertemente al sentir la proximidad de la canal, se ajusta sus crampones y abre camino. La canal le llama dulcemente, le susurra al oido un canto melodioso y embaucador, juega con él, como las sirenas jugaban con los hombres que acompañaban a Ulises en su retorno a Ítaca. Al Señor Etxebe se le ha nublado ya la vista y asciende prodigiosamente por el lado izquierdo de la canal, sorteando algunas rocas que afloran entre la nieve y buscando la máxima pendiente.
El Señor Etxebe no siente el miedo. Clava con firmeza sus crampones en una nieve dura, en la que el sol incide oblicuamente desde hace aún poco rato.
El Señor Etxebe huele ya la canal
El Señor Etxebe respira fuertemente al sentir la proximidad de la canal, se ajusta sus crampones y abre camino. La canal le llama dulcemente, le susurra al oido un canto melodioso y embaucador, juega con él, como las sirenas jugaban con los hombres que acompañaban a Ulises en su retorno a Ítaca. Al Señor Etxebe se le ha nublado ya la vista y asciende prodigiosamente por el lado izquierdo de la canal, sorteando algunas rocas que afloran entre la nieve y buscando la máxima pendiente.
El otro verraco, ciego también, sigue la huella abierta por el Señor Etxebe
El Señor Etxebe no siente el miedo. Clava con firmeza sus crampones en una nieve dura, en la que el sol incide oblicuamente desde hace aún poco rato.
Echándose hacia la izquierda, el Señor Etxebe evita conectar con la subida que viene desde el circo de las Cerradillas. Quiere abrir una vía directa.
Alcanzan unos riscos, cubiertos de hielo, que preceden a la auténtica cumbre, que queda detrás.
Riscos próximos a la cumbre
Alcanzan unos riscos, cubiertos de hielo, que preceden a la auténtica cumbre, que queda detrás.
Son la una y los dos bilbainos se plantan en la cumbre, en la que hay gente. En poco menos de dos horas y cuarto han cumplido el objetivo. No ha sido para tanto esta Canal de los Verracos, comentan, en ese tono fanfarrón propio de los bilbainos. Poca cosa para dos tipos acostumbrados a subir a la carrera al monte Artxanda o a ascender los domingos al Pagasarri y bajar rápidamente para luego, a mediodía, tomarse unos chiquitos antes de volverse a casa, donde, a mesa puesta, los recibe la parienta.
Otros montañeros en la cumbre con sus esquís de travesía
Unos dátiles, unas nueces, unas rosquillas y unos tragos de té ayudan a recuperar las fuerzas, mientras a la cumbre siguen llegando montañeros. Ahora le toca el turno a un grupo numeroso, que probablemente esté haciendo la Cuerda Larga.
Aglomeración de gente
Deciden volverse al puerto de Navacerrada y desandar el itinerario que normalmente se hace en la Cuerda Larga.
Las Cabezas quedan ya atrás
Un poco antes de llegar a la Bola, pasadas las tres, paran a comer y un poco antes de las cinco llegan al puerto donde pillarán el autobús de regreso.
Los dos tipos de Bilbao comentan que ha estado bien, aunque, acostumbrados a ir en grupo, se han sentido un tanto solos y han echado de menos la compañía de alguna nenaza. Y es que estos dos tipos de Bilbao, pese a esa coraza con que se protegen, son en el fondo un par de blandengues.