Soplaba tanto el viento al llegar al puerto de los Leones, que aquello parecía el Mont Ventoux. Además, el cielo estaba encapotado. En definitiva, la sensación térmica era de algunos grados por debajo. Pero no nos íbamos a arredrar por eso.
En cuanto uno se activa y echa a andar, el frío desaparece. A medida que descendíamos hacia la pradera de la Pinosilla, el viento fue amainando e incluso comenzó a asomar el sol. El suelo estaba por momentos algo encharcado como consecuencia de la lluvia caida en las últimas semanas. Hicimos parada al pie de un pino silvestre que está catalogado como árbol singular.
En el Cerro de los Álamos Blancos aún se conservan las ruinas de búnkeres, trincheras y otras construcciones que datan de la guerra. Desde la cumbre se tiene una buena vista del embalse de la Jarosa.
Comenzamos a partir de entonces a subir en busca de cordal, al principio a campo través, aunque más adelante, tras vadear un arroyo, saldríamos a un camino en condiciones que asciende hacia el collado de la Mina (1.710 m.).
Una vez en la cuerda, quedan apenas veinte minutos para alcanzar la cima de Cabeza Líjar (1.823 m.), con refugio-búnker y mirador panorámico. Las acículas de los pinos están ligeramente cubiertas de blanco, en parte nieve, en parte hielo, lo que le da un toque muy sugestivo al paisaje.
Desde aquí la vuelta al punto de partida, con tendencia descendente, se hace muy cómoda. Aún tendríamos tiempo de echarnos a un lado del camino (GR-10) para buscar la vertiente protegida del viento y sentarnos a comer. Al final, hicimos unos 12 kilómetros, con unos 600 metros de desnivel.