miércoles, 30 de noviembre de 2016

Por las Hoces del Duratón: Del puente de Villaseca a Sepúlveda (26 de noviembre de 2016)

Hoy hemos estado en las Hoces del Duratón, que se encuentran al oeste de la provincia de Segovia y constituyen un espectacular paisaje, formado al disolverse las calizas por la acción de la erosión y el modelado kástico.
Este excelente ejemplo de cañón fluvial, un tajo abierto o excavado por el río Duratón en la paramera caliza, gracias a su incansable discurrir a lo largo de miles de años, sirve de valioso refugio para la flora y la fauna.



Plaza Mayor de Sepúlveda


Tras tomarnos el café en Sepúlveda, nos subimos a un autobús amarillo de la empresa Duratón Bus, que nos lleva hasta el puente de Villaseca, situado en la carretera que une Villaseca y Sebúlcor. En este punto, que dispone de aparcamiento y área recreativa, vamos a comenzar la ruta.

Por aquí no llueve, pese a que en Madrid lo hacía, y así va a mantenerse el tiempo durante toda la ruta. Cielo algo nublado a ratos pero sin llegar a llover. Habrán caído como mucho un par de gotas.

Seguimos un camino que discurre a orillas del río Duratón, un curso de agua que nace en las inmediaciones del puerto de Somosierra y que, tras pasar Sepúlveda, se encajona a lo largo de 25 kilómetros formando las hoces.







A apenas 150 metros se encuentra la Cueva de los Siete Altares, que fue santuario o eremitorio rupestre en época visigótica (s. VII). Uno de sus ermitaños fue San Frutos, patrón de la diócesis. Pese a su nombre, la cueva conserva solo cuatro altares, a modo de hornacinas coronadas por arcos de herradura de estilo visigodo. Se accede hasta su entrada por unas escaleras, si bien la oquedad se halla protegida por una reja, no pudiendo penetrarse en su interior.





En las hoces se desarrolla una riquísima vegetación de ribera (chopos, alisos, sauces, fresnos, juncos, carrizos, espadañas, etc.). Crecen también arbustos espinosos como majuelos, endrinos, rosales silvestres o zarzas. Esta vegetación contrasta con la mucho más austera e incluso yerma de las parameras superiores, que se reduce a especies adaptadas a unas condiciones climáticas más duras y a un suelo más pobre (sabinas, enebros y algunas plantas aromáticas como tomillo, espliego o salvia).













Pasamos la fuente del Chorrillo y a la altura de un refugio de pastores que hay al pie del paredón rocoso, se llega al puente del Villar. Cruzando este último y remontando el arroyo de Valdemuelas se terminaría en Villar de Sobrepeña.



Puente del Villar


Nosotros, sin embargo, no cruzamos el puente y seguimos remontando el río, aguas arriba, por el sendero que traíamos.
En los cortados rocosos, que en algunos puntos alcanzan los 70 metros de altura, se abren cuevas, algunas de las cuales ya estaban habitadas durante el Neolítico, y crecen plantas rupícolas, como los ombligos de venus (umbilicus rupestris), los culantrillos de pozo (adiantum capillus-veneris) o los zapatitos de la virgen (sarcocapnos enneaphylla), así como musgos y líquenes. Anidan también el buitre leonado (gyps fulvus) o la chova piquirroja (pyrrhocorax pyrrhocorax). Por lo que se refiere al buitre leonado, cuya envergadura puede alcanzar los dos metros y medio, su población en las Hoces del Duratón se estima en más de 500 parejas, constituyendo una de las colonias de esta especie más importantes de la Península.







Llegamos al pie del Picazo o Loma de San Julián. En lo alto de esta loma se encuentran las ruinas de la ermita de San Julián, que quedan ocultas a la vista desde donde nos hallamos.









El río traza una brusca curva a la izquierda. Más adelante pasamos junto a dos fuentes, primero la Fuente Redonda y algo después, un poco antes de otra curva que el río traza, la fuente de la Hontanilla.










Se llega a la entrada de un meandro abandonado, que fue ocupado por tierras de cultivo tras retirarse el río. Aquí optamos por abandonar el sendero principal para dar un rodeo y recorrer esta curiosa formación geológica. Unos cientos de metros más allá, volvemos a salir al sendero que traíamos, caminando de nuevo junto a la orilla del Duratón.











Alcanzamos enseguida el Puente de Talcano, donde empalmamos con la Senda de los Dos Ríos, un corto paseo circular que arranca de Sepúlveda.



Puente de Talcano


Aquí optamos por no cruzar el puente y girar a la izquierda. Se gana enseguida algo de altura y un poco más adelante se camina por una pasarela pegada al paredón rocoso. Es este un tramo aéreo con muy buenas vistas de la hoz excavada aquí por el río.







A continuación descendemos bruscamente al nivel del río por unos escalones de madera y volvemos a andar pegados a la orilla. Crece aquí un frondoso bosque de ribera, en el que predominan los chopos.





Puente de los Picazos



Un poco más adelante cruzamos finalmente el río Duratón por el puente de los Picazos. Nos toca ahora seguir el trazado de una calzada medieval y remontar la cuesta que nos lleva hasta la Puerta de la Fuerza, una de las puertas que en la Edad Media daban acceso a la villa de Sepúlveda.













Desde aquí destaca, con sus más de 20 metros de altura, la torre de la iglesia románica de la Virgen de la Peña (s. XII), a la que nos dirigimos ahora.
Su portada presenta un magnífico tímpano, decorado con relieves en los que se representa la visión apocalíptica del evangelista San Juan (con Cristo Juez en el centro, flanqueado por el tetramorfos y seis ángeles).
El interior del templo es de planta basilical y consta de una sola nave, cubierta por bóveda de cañón.
Rodeando la iglesia por el exterior, se llega a un mirador, a sus espaldas, que ofrece una amplia panorámica sobre las hoces. 











Dejamos a nuestra derecha el cuartel de la Guardia Civil y seguimos de frente para atravesar el Arco del Ecce Homo o Puerta del Azogue, una puerta románica con arco de medio punto entre dos cubos.

Descendiendo la calle Barbacana, pasamos junto a la Casa de los Proaño, con hermosa fachada plateresca. Los lugareños la conocen como Casa del Moro, debido a que el frontón de la fachada está presidido por la cabeza de un moro sobre un alfanje, imagen que alude al episodio legendario de la toma de Sepúlveda por el conde Fernán González.








Damos así fin a esta ruta lineal de casi 14 kms. y escaso desnivel. Conviene advertir que si se quiere hacer durante el primer semestre del año es necesario solicitarse un permiso en la Casa del Parque de las Hoces del Duratón, que se halla precisamente en Sepúlveda, concretamente en la iglesia de Santiago.




Sepúlveda, llamada Septem Pública por los romanos, es la villa de las siete puertas, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1951. Actualmente tiene unos 1.200 habitantes.
Nos han llegado hasta hoy algunos restos de su viejo recinto amurallado, incluyendo siete de sus puertas (como la de la Fuerza).
A la Plaza Mayor, pintada por los artistas Gutiérrez Solana y Zuloaga, dan los tres torreones que aún se conservan del castillo medieval, símbolo de la época en que la villa hacía de frontera con el islam.
Es en uno de los bares que dan a esta plaza donde nos tomamos la cerveza que pone el colofón al día.








Bibliografía
Las mejores excursiones por sierras, hoces y pinares de Segovia. Miguel Ángel Díaz y J. Alberto López. Ediciones El Senderista. Nuestro paseo ha unido la ruta nº 29 con parte de la ruta nº 30.

Folletos

Enlaces
La puerta de la fuerza (El País, julio de 2014)
Hoz del Duratón (por Andrés Campos)

sábado, 19 de noviembre de 2016

De Mataelpino a la Maliciosa (19 de noviembre de 2016)

Mataelpino (1.120 m.), al pie de la Cuerda de los Porrones y de la Maliciosa, es un pueblo de aire serrano, que junto con El Boalo y Cerceda conforma un único municipio.
En el bar El Espliego, situado en la misma plaza del Ayuntamiento, cae el café de antes de la ruta.


Bar El Espliego






Desde la plaza tomamos la calle El Pocillo en dirección norte y más adelante torcemos a la derecha por la calle de La Higuera, que nos saca del pueblo. A escasos metros sale a mano izquierda un sendero por el que hemos de continuar.








Ganamos altura por fuertes pendientes hasta alcanzar el Collado Porrón (1.659 m.), en el cordal que desciende desde la Maliciosa hasta Quebrantaherraduras. Vamos a fuerte ritmo, tanto que no parecemos nosotros. Apostaría a que alguien se tomó un red bull antes de salir de casa.






Hemos de continuar por el cordal hacia la izquierda, como es obvio, siguiendo el PR-16. Dejamos a nuestra derecha la Maliciosa Baja y nos plantamos en el Collado de las Vacas (1.889 m.), al pie de nuestro objetivo, la otra Maliciosa.

Iniciamos la subida final, pero algunos decidimos abandonar el PR para buscar la entrada a los tubos que hay en la cara sur de la Maliciosa.
Tras una aproximación un tanto incómoda, en la que debemos sortear algunos piornos, nos situamos en la base del Tubo Este, en el que no hay ni gota de nieve. Los que gestionen alguno de los centros de esquí del Sistema Central tienen motivos para estar preocupados. Remontamos el estrecho corredor por terreno muy erosionado de piedra suelta. Las pendientes rondan los 40 º. Se sale del tubo unos 100 m. a la derecha de la cumbre de la Maliciosa (2.227 m.), en la que ya nos esperan nuestros compañeros. Hay ciento y la madre en la cima, por lo que decidimos comer unos metros por debajo.










Comenzamos la bajada desde la cumbre en dirección al Peñotillo. Sin llegar a él, nos dejamos caer a nuestra izquierda, siguiendo los hitos que buscan la cabecera del arroyo de Peña Jardinera. Es una bajada empinada por piso muy erosionado, lo que obliga a extremar las precauciones para evitar resbalones.




Giramos hacia la izquierda siguiendo unos hitos que hacen un flanqueo en horizontal al pie de la cumbre de la Maliciosa.
Nos dirigimos hacia la Cuerda de los Asientos, que trasponemos para comenzar el descenso hacia el fondo del arroyo de la Gargantilla. Es otra bajadita que se las trae y a más de uno ya nos empieza a entrar el tembleque en las piernas. Menos mal que tenemos la piel de elefante. O el culo pelado, como decía Luis Aragonés.




La pendiente se suaviza más abajo. Descendemos ahora siguiendo casi 3 kms. el cauce del arroyo, que tenemos a nuestra izquierda.
Al llegar a la altura de una casita de techo triangular, giramos a la izquierda por una vía pecuaria que acaba desembocando en la calle del Frontal. Por esta última entramos en el pueblo sobre las seis de la tarde. Cae el sol.




Han sido en total 12 kilómetros y 1.180 metros de desnivel. Un buen pateo. Alguien dijo la víspera que no era tan fiero el león como lo pintaban, pero lo cierto es que la ruta ha sido exigente.





Entramos de nuevo en el bar El Espliego. No podemos irnos de aquí sin probar la cerveza Gabarrera, la cerveza artesanal de Mataelpino. Hay que apostar por los productos locales, aunque uno deba rascarse el bolsillo.




Archivos
Dos rutas desde Mataelpino: Una es la del Arroyo de la Gargantilla (nº 7); la otra, la Ascensión a la Maliciosa (nº 8). Uniendo las dos nos sale la ruta que hemos hecho hoy.