Los jardines del Campo del Moro, declarados de interés histórico-artístico en 1931, tienen planta rectangular, ocupan una superficie aproximada de unas veinte hectáreas y se extienden entre el Palacio Real y las riberas del río Manzanares, salvando un terraplén con fuerte desnivel.
En su diseño se aprecian ecos de diversas corrientes urbanísticas y paisajísticas, combinándose estilos tan dispares como el formalismo o el naturalismo:
- Al formalismo corresponde el paseo principal, llamado Praderas de las Vistas del Sol y diseñado a mediados del XIX por Narciso Pascual y Colomer, que sigue un esquema hipodámico o en cuadrícula, con parterres geométricos de aire dieciochesco y toques paisajísticos ingleses. También se ajusta a este mismo estilo el Paseo de las Damas.
- Al naturalismo pertenecen los restantes paseos y senderos, con sus arboledas, caminos semiocultos y atajos, diseñados a fines del XIX por Ramón Oliva, que presentan trazados irregulares, con abundancia de tramos curvos, y responden a los gustos románticos de la época. El Paseo de los Plátanos ejemplifica bien este otro estilo.
El Paseo de los Plátanos
Juanito, un profundo conocedor de estos jardines, hizo el papel de maestro de ceremonias en esta mañana dominical de principios de marzo. Una mañana en la que diversas organizaciones habían convocado una consulta popular para que la ciudadanía madrileña se pronunciara a favor o en contra de la privatización del Canal de Isabel II. Inés se trajo a Jimena, pero no pudieron pasar a los jardines y tuvieron que quedarse fuera. No se permite el acceso con perros.
Dos mendas a la altura de la Fuente de los Tritones
Estos terrenos, ocupados hoy por los jardines, fueron adquiridos in illo tempore por Felipe II para repoblarlos de conejos y entretenerse pegando tiros. Por entonces, Felipe II residía en el Real Alcázar, construido siglos atrás, en los tiempos en que Madrid (o Magerit) estaba bajo el poder musulmán. Este Alcázar de los Austrias, como a menudo se le llama en los libros de historia, se vería completamente destruido, a causa de un incendio, en la Nochebuena de 1734. Cuatro años después de este fatídico incendio, en el mismo solar del Alcázar, se iniciarían las obras de construcción del actual Palacio Real.
Por lo que se refiere a los jardines del Campo del Moro, no serían trazados hasta 1844, tras diversos proyectos ideados en los siglos anteriores y que finalmente no pudieron materializarse. Los promotores de este definitivo proyecto fueron Agustín Argüelles, preceptor de la reina Isabel II durante su minoría de edad, y Martín de los Heros, intendente del Real Patrimonio, quienes encargaron su ejecución a Narciso Pascual y Colomer, a la sazón arquitecto mayor de palacio y diseñador también de la Plaza de Oriente.
Pascual y Colomer ideó, como hemos dicho, un conjunto formalista, cuyo eje central estaba constituido por el gran paseo o avenida que, flanqueado de arbolado, se extiende entre el Palacio Real y el río, salvando la fuerte pendiente existente y realzando la panorámica de la fachada occidental del palacio. Una panorámica sin duda majestuosa. A este paseo se le conoce como la Pradera de las Vistas del Sol. Para nivelar el terreno se utilizaron, entre otros materiales, los escombros procedentes de las iglesias y viviendas que fueron demolidas durante la ampliación de la Puerta del Sol.
En la Pradera de las Vistas del Sol fueron instaladas dos fuentes monumentales:
Panorámica del palacio
En la Pradera de las Vistas del Sol fueron instaladas dos fuentes monumentales:
- La Fuente de las Conchas, esculpida a finales del XVIII, se enclava en el punto en que este paseo principal es cruzado perpendicularmente por el Paseo de las Damas, también de trazo recto, y fue traida desde Palacio de Boadilla, donde antes se encontraba.
- La Fuente de los Tritones, labrada en mármol blanco en Italia, a fines del XVI o principios del XVII, tiene en su base cuatro esculturas de tritones y originalmente se hallaba emplazada en los jardines del Palacio de Aranjuez. Se encuentra en el punto más alto de la avenida, al pie de la fachada del Palacio Real.
La Fuente de las Conchas y la fachada del Palacio Real
Al parecer, estos terrenos comenzaron a llamarse Campo del Moro a raíz del trazado de los jardines y dicen que fueron los promotores de estos últimos, Argüelles y Martín de los Heros, quienes los bautizaron con este nombre. Por lo visto, se basaron en un episodio histórico, el ataque que el caudillo musulmám Alí Ben Yusuf lanzó en 1109 contra Madrid, que estaba en manos de los cristianos y que intentó reconquistar. Supuestamente este tal Alí habría acampado con sus tropas en el lugar donde actualmente se encuentran los jardines.
Las obras de los jardines llevaron su tiempo y hubieron de suspenderse tras el triunfo de la Revolución de 1868 y el consiguiente exilio de Isabel II. Solo pudieron retomarse en la última década del siglo XIX, durante la regencia de María Cristina de Habsburgo. Fue entonces cuando se acometieron las obras de ajardinamiento propiamente dichas, que corrieron a cargo del jardinero Ramón Oliva, quien alteró el concepto original de Pascual y Colomer, dándole un planteamiento más romántico y menos formalista. Se plantaron unos 9.500 árboles, incluyéndose entre ellos unas 400 palmeras, y algo más de 20.000 arbustos, de los que 12.000 eran rosales.
El Paseo de los Plátanos, llamado así por la especie arbórea que domina su recorrido, configura una amplia curva y, como ya dijimos, es un ejemplo inequívoco de las obras llevadas a cabo por Ramón Oliva a fines del XIX.
El arquitecto y jardinero Enrique María Repullés construyó también a finales del XIX varias casas de madera en estilo tirolés, entre ellas el Chalé del Corcho.
Juanito en el Chalé del Corcho
Árboles
Unas 70 especies arbóreas distintas se extienden por el parque.
Algunos ejemplares destacan por su antigüedad y tamaño, caso de un pino carrasco, que tiene más de 150 años y sobrepasa los 30 metros de altura, una sequoia y dos tejos.
Aves
Podemos encontrar varias especies características de los parques, como pavos reales, faisanes, palomas, tórtolas, ánades o cisnes.
Unos pavos reales cruzan el camino
A modo de conclusión, una ruta apta para jubiletas. No hace falta madrugar mucho y uno puede estar a mediodía tranquilamente de vuelta en casa, a tiempo de comer. Con llevarse unos cacahuetes basta. Ni frontal, ni leches. Eso sí, no se traigan el perro porque los guardas son inflexibles y no podrán pasar con él.