El monte Taygetos (2.407 m) es la montaña más alta del Peloponeso griego y está muy próxima al mar. A su cima, de forma piramidal, la llaman Profitis Ilias, en honor al profeta Elías, un personaje que goza de gran devoción no sólo entre los judíos, sino también entre los griegos ortodoxos.
Para subir a esta singular montaña tomo en Sparti (la antigua Esparta de los libros de historia) el autobús de las siete de la mañana que va a Potamia (eso pone en el panel delantero), aunque me apeo en Xirokambi, otro pueblo al que se llega después. En la plaza de Xirokambi contacto enseguida (es como si me estuviera esperando) con un taxista que se llama Kostas y que me lleva hasta Koumoustá, una aldea que está seis kilómetros más arriba, a unos 700 metros de altitud, y en la que en la actualidad apenas vive nadie. Aquí comenzaré a andar.
Un perro que sale de su casa me empieza a seguir y terminará por hacerse toda la ruta (subida y bajada por el mismo camino) conmigo. Lo bautizaré como Petros Skilon. La subida, que me llevará cinco horas, puede dividirse en dos partes.
En la primera parte se siguen los cuadrados verdes (con algún tramo confuso). Se vadea el arroyo de Cholou, se atraviesa el paraje de Pinari Lakka y se pasa junto a la fuente de Vrisi (Pouliou Vrisi), en la que puede cogerse agua. Se acaba enlazando con el sendero de gran recorrido E4 y se llega al refugio de montaña Varvara-Dereki después de unas tres horas. El refugio, que pertenece al Club de Montaña de Esparta (EOS Sparti) estaba cerrado, cosa que ya sabía, pues unos días antes le escribí al guarda, que me contestó que solo abría los fines de semana y hoy es lunes.
La segunda parte, que va del refugio hasta la cumbre, está señalizada con cuadrados rojos y no ofrece ninguna dificultad. Es, además, de gran belleza y discurre por terreno de roca caliza. Tardé otras dos horas en completarla. En la cumbre se ha erigido un altar con piedras, supongo que dedicado al profeta Elías. Hay también varios precarios vivacs, hechos amontonando piedras.
Petros Skilon y yo nos hacemos una foto, como una barrita de albaricoque, bebo un poco de agua y enseguida comenzamos la bajada. No puedo entretenerme mucho, pues he quedado a las seis con Kostas para que me recoja. Junto al refugio volvemos a parar. Ahí me encuentro con tres tipos que vienen de Atenas. Son las únicas personas que veré en toda la excursión. Han debido subir hasta aquí por pista en su furgoneta y están comiendo algo. Les imito y me siento a comer la mitad de un bocadillo que compré por la mañana antes de montar en el autobús. Uno de ellos se acerca, cruzamos unas palabras y me ofrece varios trozos de una especie de torta de sésamo, que acepto. Tenemos tiempo de hablar un poco, a instancias de él, de lo de Ucrania y de constatar que tenemos posturas algo divergentes.
Sin tiempo que perder, me despido de ellos y continúo la bajada, acompañado del inseparable Petros Skilon. Llegó a Koumoustá a las seis menos cuarto y le llamó a Kostas, que me dice que tardará una media hora en recogerme. Han sido 20 kilómetros, con algo más de 1.750 metros de desnivel acumulado. Unos buenos números.
Me quito mi camiseta empapada y me pongo otra y aprovecho que hay una fuente con varios caños para reponer líquidos. Entretanto llega Dimitris, el dueño del perro, un señor muy simpático, que me explica que él y su mujer son los únicos que viven permanentemente en la aldea y me cuenta varias cosas interesantes, como que hay un albergue con camas y cocina, que es de otra persona, pero del que dispone de la llave. Y que en la aldea hay una pequeña iglesia consagrada al profeta Elías y que cada 20 de julio unas 200-300 personas de los alrededores suben hasta la cima del monte Taygetos, en conmemoración de la festividad dedicada al profeta.
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