Sábado, 20 de febrero: Roblelacasa - Matallana - Pico San Cristóbal
San Cristóbal nos protegió a todos los que el sábado nos animamos a acercarnos a los pueblos negros, nos tendió la mano y nos acompañó hasta su puntiaguda y rocosa cumbre. Como San Fermín, nos echó un capote.
Roblelacasa y la puntiaguda cumbre del San Cristóbal
Y San Cristóbal, colérico, lanzó su maldición a aquellos que no quisieron hacerle una visita, los castigó con la temida peste negra, la "cólera de Dios" y todas sus consecuencias: fiebres altas, delirios, espuramajos por la boca, visiones, espasmos violentos...
Roblelacasa va quedando atrás
Echamos a andar desde Roblelacasa y descendimos hasta el Jarama. El ruinoso puente de los Trillos ha sido sustituido por otro nuevo, con lo que cruzar el río ha dejado de ser una experiencia adrenalítica.
El nuevo puente de los Trillos, que lleva a Matallana
Matallana era el pueblo fantasma. Aunque algunas casas se ven rehabilitadas con esmero, no encontramos ni al Tato. "Es como volver a la Edad Media", decía Inés.
Últimos pasos antes de alcanzar la cumbre
La subida al San Cristóbal se hace larga. No atacamos la cumbre directamente, sino dando un rodeo y salvando el desnivel de forma muy gradual. En los últimos metros pisamos nieve y vamos sorteando los piornos y las rocas pizarrosas.
Otra que también lo consigue
Y esta otra tampoco se queda atrás
En la cumbre, con ayuda del disparador automático, nos hacemos una foto en la que salimos todos, los siete.
Aquí estamos todos junto al mojón de cumbre
En la bajada tomamos un ancho cortafuegos. Durante un buen rato tenemos al Ocejón siempre de frente.
Con el Ocejón
El San Cristóbal, herido por el sol, a nuestra espalda
Por la noche, salvo Paloma e Inés, que se volvieron a los Madriles, nos quedamos a dormir en el supuesto albergue VIP de Tejanegra. Entre nosotros, nada del otro jueves. Me atrevería a decir que un cutrerío. Los cinco metidos en la misma habitación, ¡qué falta de intimidad! Baños compartidos, pero con separación de sexos. Una cena correcta, justo es reconocerlo, aunque algo escasa para unos senderistas que nos habíamos hecho 20 km. ¡Y el vino era co-seche-ro!.
En el albergue VIP, con calcetines de estreno y los pies bien calentitos
La habitación, un horno, y encima nos tuvimos que hacer nosotros mismos la cama, que, por cierto, no era sino una litera. Además, tenía encima a Marisol y su litera chirriaba escandalosamente cada vez que se cambiaba de postura. Pensamos que por el precio del albergue habría servicio de calientacamas, pero de eso nada, al parecer se lo han querido ahorrar poniendo los radiadores a todo meter. Y el desayuno, en la línea cutre de todo lo demás. Nos anunciaron unas tostadas, oh, qué bien, pensaron algunos, pero cuando llegaron resultó que eran de pan de molde y la mermelada tampoco era casera, y la leche de brik.
Eso sí, algunos no nos podemos quejar, me refiero al Sr. Seche y a mi. Es lo que pasa cuando nos juntamos dos tipos de Bilbao. Que arrasamos. Que no dejamos títere con cabeza. Pues la cosa es que después de cenar nos comimos dos roscos, oigan. Sí, sí, voy a repetirlo por si no se me ha entendido. Nos comimos dos
roscos cada uno. El Sr. Seche se comió dos roscos y yo otros tantos. Esto que parece increible, no lo es tanto para dos tipos de Bilbao, que queréis que os diga.
Domingo, 21 de febrero: Retiendas - Monasterio de Bonaval - Hoz del Jarama
El domingo, al despertarnos, nos encontramos con que los pueblos negros habían mudado de color y les habían dado una mano de blanco.
El día amanece de blanco
Como la cosa no estaba para subir al Ocejón, el Sr. Seche y yo nos guiñamos un ojo y nos dijimos, "Vamos a darle una sorpresa a nuestras chicas y vamos a llevarlas de tiendas". Dicho y hecho. Pero no nos fuimos de tiendas, sino de re-tiendas. Quién da mas. Si es que con dos tipos de Bilbao, todo tiene que ser a lo grande.
El camino de Retiendas al monasterio de Bonaval
El monasterio cisterciense de Bonaval, desamortizado en 1821, es pura ruina, aunque da una cierta idea de la grandeza que debió tener antaño.
Las ruinas del Císter
Queda algún que otro duende entre las ruinas
Nos internamos en las hoces del Jarama. Paredones de roca caliza. Buitres planeando, oteándonos desde los riscos. Robles. Arces de Montpellier.
El precioso sendero, cubierto de hojarasca, serpentea por la hoz
Una fina película de nieve da un tono invernal a este tramo
Viejos olivos silvestres en los tramos en que el río se ensancha.
Olivos dispersos
Dejamos la hoz definitivamente atrás
A la vuelta, por las lomas que hay sobre las hoces, la lluvia arreciaba y empezó nuestro particular calvario.
Camino de retorno
Tuvimos que atravesar varios sembrados y los terrones se deshacían bajo nuestras pisadas, resultando el avance penoso.
Los sembrados nevados
¿A dónde irá este hombre con su paraguas? ¿A recoger patatas?
En algunos momentos nos surgieron dudas. No teníamos claro si íbamos en la buena dirección. No sabíamos dónde quedaba Retiendas.
Momentos de confusión
Retiendas a la vista. ¡Al fin salvados!
ENLACES:
A Matallana desde Roblelacasa (A. Campos)
Hijos de la Vereda
Una aproximación a la toponimia del repertorio de caminos de Guadalajara
A Matallana desde Roblelacasa (A. Campos)
Hijos de la Vereda
Una aproximación a la toponimia del repertorio de caminos de Guadalajara
¡¡Que guapos están todos ustedes en esa cima!!
ResponderEliminarEl aire frio les sienta muy bien y esas sonrisas, más aún. No sorprende nada
que lo pasasen muy bien, felicidades. Aunque no he entendido eso de que algunos
padecieran esa "cólera de Dios": fiebres altas..., supongo que es una licencia
poética que se permite D. Alfredo ¿no?
Buena crítica bilbaino! por mi parte decir que la ruta del S. Cristóbal me encantó, la verdad es que esta zona engancha, tan solitaria, tan agreste, eso si, fue laaarga, acabamos de noche y el pueblo se nos resistía, no habia manera de llegar a el (Roblelacasa).
ResponderEliminarMatallana una pasada, teniamos que ocupar una casita y hacerla pa sendas, no se yo si los okupas nos iban a dejar.
Bueno pues que genial todo, la compañía, las investigaciones y eso que no llegamos a cruzar el rio.
Pero tengo en la cabeza ese pueblo ya con la noche caida, pasando por sus calles pedregosas y si, me sentí andar por un pueblo en plena edad media o sin ir tan lejos en el tiempo, por un pueblo del Atlas marroquí.
¡¡Jope!! menuda vida que os pegais,,subiendo cimas, visitando monasterios, comiendo roscos a pares,, y yo, aquí, dándome a la mala vida, tomando cañas el sabado y el domingo para quitame el mal sabor de boca.
ResponderEliminarFue un buen fin de semana, si señor!!!!!
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