Tres eran tres, como en el Bueno, el Feo y el Malo de Sergio Leone, tres eran tres, pero no voy a ser yo quien diga qué papel hacía cada uno de ellos en este filme, que a mí nadie me ha dado vela en este entierro y no me quiero meter en líos. Ya es suficiente atrevimiento meterme a hacer de cronista de una ruta en la que no tomé parte, creo yo. A ver cómo salgo airoso del envite...
Tres eran tres y, a pesar de la calorina, le echaron pelotas y acometieron esta ruta veraniega, una auténtica clásica de nuestra sierra. Una ruta en verdad exigente, pero poqueja cosa para estos tres rudos vaqueros, acostumbrados a batirse en mil y un duelos en los salones del Lejano Oeste.
Tres eran tres, aunque en principio iban a ser dos, pero consiguieron repescar al tercero casi in extremis. La idea inicial era realizar la ruta en dos días, vivaqueando por el camino, pero.... me da la sensación, y puedo estar equivocado, de que al final dejaron la ruta para el domingo y la hicieron de tirón, sustituyendo lo que iba a ser un vivaqueo por una siestorra morrocotuda. No tengo una bola de cristal, ni menos poderes paranormales. Me baso simplemente en las fotos que me han llegado por medio de un contacto que tengo dentro del grupo. Lo que en la jerga de los espías se conoce como un topo.
Tres eran tres, más listos que Lepe, y planificaron la ruta de la manera que voy a explicarles a continuación. Dos de ellos salieron de Madrid en una Berlingo, tras un desayuno bastante pobretón, y recogieron al tercero en un pueblo situado en el kilómetro cuarenta y tantos de la carretera de Burgos, junto a un pequeño torreón que hay allí. Fueron hasta el puerto de la Morcuera y dejaron el buga allí, haciendo por tanto la ruta de este a oeste, es decir, en la misma dirección que el astro rey. Y es que nuestros tres magníficos tenían que ir a la conquista del Lejano Oeste. Era lo suyo, ¿no?
Tras terminar la ruta en el puerto de Navacerrada, tomaron el autobús del Parque Nacional de Guadarrama, que lleva funcionando apenas unos meses, para retornar al punto en que habían dejado la furgo. ¿Adivinan quién de los tres llevaba copia de los horarios del autobús? ¡Bingo!
Subida al cordal desde el puerto de la Morcuera
Tres eran tres y echaron a andar desde la Morcuera, uno en pantalones largos, otro con pantalón corto y el tercero no lo sé, pues es el que hizo las fotos con su móvil y no se le ven las piernas en ninguna. Pero me juego el pellejo a que iba también de corto.
Los tres interfectos, uno dando la cara y los otros dos de espaldas
Tres eran tres y no subieron a la Najarra para no sudar en exceso, dejándola a su izquierda, me imagino. Aquí hay que echarle mucha imaginación, como De Guindos cuando nos presenta los datos macroeconómicos de la economía española.
Una manada de machos cabríos
Tres eran tres y en esta arriesgada travesía tuvieron que hacer frente en varias ocasiones a las manadas de machos cabríos salvajes, que pueblan estas montañas. Pero esto no arredra a nuestros tres valientes, acostumbrados como están a enfrentarse a los fieros comanches y a los famélicos coyotes del desierto.
En Cabeza de Hierro Mayor, con la mirada confiada
Tres eran tres y los tres alcanzaron la cumbre de Cabeza de Hierro Mayor, midiendo la altitud y controlando exactamente los tiempos con la ayuda del reloj de pulsera. Nuestra sierra, que los tres conocen como la palma de su mano, no tiene secretos para nuestros tres valientes.
Vista de Cotos y Peñalara
Un selfie como la Catedral de Burgos
Tres eran tres y en menos que canta un gallo pasaron de la Cabeza de Hierro Mayor a la Menor. Definitivamente nuestros tres valientes planean sobre las montañas como las mismísimas águilas.
Uno de los tres magníficos echándose una siestorra en la Cabeza de Hierro Menor
Otro de los tres magníficos pillado también in fraganti en el mismo punto que el anterior
Tres eran tres y, después de una más que merecida siesta, haciendo bueno el mito del descanso del guerrero, continuaron la travesía hacia Valdemartín y la Bola para bajar de ahí al puerto de Navacerrada.
En dirección a la Bola del Mundo
Y aquí concluyó la aventura de nuestros tres valientes. Uno de ellos dijo al final, tras un buen trago de bourbon, con aire de tipo duro y guiñándole un ojo a la cámara: "¡Vaya mariconada de ruta!". Y luego escribiría en su diario: "Gracias a las nubes y a la ligera brisa tuvimos una ruta de lo más agradable".
Añadir también que las fotos de la ruta fueron hechas con el móvil de uno de los tres magníficos, que llevaba atado a su cinto junto a su revólver Colt 45.
Y por último, no sé si he dicho que fueron tres los protagonistas de esta ruta. Me gustaría hacerles justicia, como ellos se merecen. Si en algo me he apartado de la verdad, espero que me perdonen. La intención que me movía era buena.