Nos hemos acercado a la vertiente septentrional de la sierra de Urbión, la riojana, para hacer una travesía de dos días.
Nuestro objetivo era recorrer el solitario valle de Portilla, cuyo aislamiento se acentuó más aún si cabe al quedar clausurada su salida con la construcción del embalse de Mansilla, y ascender a un dos mil, Cabeza Herrera.
Se preveía un descenso térmico y así fue en parte. Cuando llegamos a la zona el viernes, hacía fresquete; el sábado la temperatura fue bastante soportable; pero el domingo el calor volvió a apretar.
En total, hicimos unos 37 kms. entre los dos días. Hubo quien volvió a reengancharse a esto de las travesías para terminar por jurarnos que se desenganchaba de nuevo. Oh, desilusión.
Tras dormir el viernes en el refugio cónico de La Cerrada (Neila), echamos el sábado a andar desde la ermita de Santa Catalina, a orillas del embalse de Mansilla.
Cruzamos por un puentecillo el embalse, en el que se remansan las aguas del río Najerilla, y vamos bordéandolo por la otra orilla para encaminarnos hacia el valle de Portilla. En una curva del camino, dejamos a mano derecha los quejigos de Cerro Laguna, que tienen la catalogación de árbol singular.
Quejigos de Cerro Laguna
Una vez introducidos en el valle de Portilla, comenzamos a remontarlo poco a poco, tarea que nos llevará todo el día.
Rebasamos el arroyo del Vallejo de los Lobos, que baja por nuestra derecha, y pronto entramos en un joven y sombrío hayedo. Más adelante cruzamos también el barranco del Reato, junto al que hay una tinada en ruinas.
Nos sentamos a comer próximos al río, bajo la escasa pero bienvenida sombra que nos proporciona un espino albar.
Reanudada la marcha, pasamos junto a las ruinas de los corrales de la Capellanía. A partir de aquí, la senda que seguíamos se irá haciendo cada vez más difusa. Las laderas aparecen festoneadas por las flores amarillas de la retama.
Río Portilla
Barranco de la Capellanía
La tarde va cayendo y se nos hace interminable remontar el río. Nos cuesta ciento y la madre alcanzar un paraje, repleto de árboles de ribera, en el que confluyen tres ríos, tal como reza la descripción que vamos siguiendo. No llegamos hasta aquí hasta bien pasadas las siete de la tarde.
En la junta de los tres ríos
Remontamos un talud para alcanzar una cabaña muy rústica que se menciona en la descripción, lo que nos da mucha alegría, y pasadas las nueve de la noche llegamos a un modesto refugio de pastores, a 1.560 metros de altura, en el que pasar la noche, con el telón de fondo del pico Tres Provincias, al pie del cual nace el río Portilla. Nos dividiremos, de manera que tres vivaquearán fuera y otros tres buscarán acomodo dentro.
A la mañana siguiente, nos volvemos a poner en marcha, desayunar junto al refugio mientras un rebaño de vacas nos acecha.
Nos aproximamos al collado de Arobe (1.711 m.) para alcanzar el cordal que desciende del pico Tres Provincias hacia el norte.
Una vez en el cordal, ascendemos al cerro Cantincao o Canto Hincado (1.818 m.) y pasamos junto a las rocas en las que se abre el Ojo del Diablo.
Cerro Cantincao
Ojo del Diablo
Aprovechando cualquier mínimo resquicio de sombra que nos ofrecen los pinos, conseguimos finalmente hacer cumbre en Cabeza Herrera (2.002 m.), señalizada con un vértice geodésico.
Cabeza Herrera
Cordal principal de Urbión
En la bajada de Cabeza Herrera al collado del Sabadón (1.719 m.), nos cruzamos con una pareja que sigue subiendo estoicamente, a pesar de la solanera que les va cayendo encima. Son las primeras personas que vemos en más de 24 horas.
Salimos a una pista ancha de tierra que sigue por el cordal en dirección norte, dejando a nuestra izquierda la Peña Quemada (1.763 m.), a nuestra derecha el cerro de La Calleja o El Arenal (1.824 m.) y el cerro de Collado Llano (1.773 m.) y de nuevo a nuestra izquierda el cerro de Barajas (1.745 m.). Todas estas cumbres forman, junto a Cabeza Herrera, el cordal de Las Gabias.
Cabeza Herrera
A la sombra de unas hayas nos sentamos a comer. Ya se ven desde aquí las aguas del embalse de Mansilla, aunque nosotros bajaremos al pueblo de Villavelayo, en el que habíamos dejado uno de los dos coches, por el barranco de Cobarajas. En la primera parte de la bajada se atraviesa un hayedo, pero en el segundo tramo se sale a terreno despejado, en el que el sol nos machaca sin piedad, con las fuerzas ya minadas.
Palacio del conde Fernán González
Villavelayo
En su corazón se levanta el vetusto palacio del conde Fernán González.
Su patrona es Santa Áurea o Santa Oria, la única santa nacida en La Rioja, a la que Gonzalo de Berceo dedicó su Vida de Santa Oria.
Es punto de confluencia de los arroyos de Canales y de Neila, que dan origen al río Najerilla.
El segundo domingo de agosto tienen lugar las fiestas en honor a Santa Áurea, en las que cobra especial protagonismo la figura y la danza del Cachiberrío.
Embalse de Mansilla
Se proyectó para regular las aguas del río Najerilla y se terminó de construir en 1960, inundando el pueblo homónimo.
Al embalse también desaguan los ríos Gatón y Portilla, afluentes del Najerilla.
En su orilla aún se levanta la ermita de Santa Catalina, que se encontraba en la parte alta del viejo Mansilla.
Valle de Portilla
Su salida quedó clausurada al concluirse la construcción del embalse de Portilla, lo que acentuó su aislamiento.
Ofrece una rica fauna (corzos, ciervos, jabalíes, lobos, etc.) y flora (encinas, arces, robles, hayas, espinos, fresnos, acebos, etc.).