Una ruta dos veces aplazada y que por fin pudimos hacer, aprovechando un fin de semana de buen tiempo.
"Hay que salir aunque haga bueno", como acertadamente dice Chus.
Iniciamos la andadura junto al área recreativa del Prado de las Eras, a 1.200 m. de altura, en el término municipal de Casillas, en la que hay barbacoas y una ermita que parece bastante nueva.
Ermita
Lo primero que nos sorprende son las fogatas que los lugareños están haciendo con los montones de hojas secas de
castaño, que van apilando por todas partes. Estamos en tierra de castaños, avanzado el otoño, y desconocemos el sentido de estas quemas, que imaginamos controladas, aunque a veces pueda no parecerlo. Las humaredas ascienden al cielo por todo el valle y amenazan con enturbiar las vistas en un día completamente despejado.
Soberbios castaños a cada lado del camino nos ven pasar, mientras ascendemos camino del collado de las Vacas.
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Fuente cercana al collado de las Vacas |
El paisaje va cambiando a medida que los castaños son sustituidos por
pinos resineros, o rodenos, o marítimos, o negrales, que de todas esas formas y algunas más son conocidos los ejemplares de la especie
pinus pinaster. La extracción de la
resina de estos pinos, mediante cortes en su corteza, parece que ha sido hasta hace pocas décadas la actividad económica principal por esta zona. Con la resina se fabricaba esencia de trementina, más conocida como
aguarrás, sustancia que al parecer se produce actualmente sin necesidad de dicha resina, por lo que el oficio de resinero ha desaparecido por aquí, e imagino que los pinos serán aprovechados ahora por su madera.
En el collado de las Vacas nos topamos con un cruce de caminos que está señalizado: hacia la izquierda se asciende al cerro del Borbollón; de frente se baja hacia La Adrada; a la derecha se va a Las Apreturas. Nos decantamos sin dudarlo por esta última opción, a pesar de que el topónimo de Las Apreturas no aparece por ninguna parte en el mapa de la Tienda Verde. Pero la cosa está más clara que el agua.
Deshojando la margarita
Al rato de subir, salimos a una pista horizontal, en la que nos topamos con un numeroso grupo de gente. Nos dicen que pertenecen a la asociación de senderismo Traspiés, de Alcorcón y pretenden subir al pico Escusa, igual que nosotros.
Nosotros y los de Traspiés al fondo
En esta bifurcación, en la que nos encontramos con los de Traspiés, hay que girar a la izquierda. En un cartel pone Fuente La Teja, que suponemos será la que en el mapa marca como fuente del Berrueso. Hacia la derecha se subiría al puerto de Casillas.
El camino vuelve a ascender en seguida por la ladera sur de la
Sierra de Gredos, mientras los pinos resineros van dejando hueco a sus congéneres más adaptados a las alturas, los silvestres (
pinus sylvestris) y quizás también a algún laricio (
pinus nigra).
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Imponente pino silvestre junto al camino |
Al cabo de un rato, nuestro camino cruza un arroyo. Consultamos el mapa y deducimos que estamos en la fuente del Berrueso, pues efectivamente hay un pequeño caño que toma directamente el agua del arroyo. En este punto hay que abandonar el camino y seguir por una desdibujada senda que asciende por la ladera, desarbolada en esa zona, en dirección al Canto del Berrueco. Pero antes hay tiempo de que uno del grupo Traspiés nos haga una foto y que nos sentemos un rato a descansar un poco.
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Un alto en el camino y un tentempié antes de iniciar la última parte de la subida |
De nuevo subiendo
La senda nos deja en el cordal un poco por debajo del Canto del Berrueco (1.811 m.), al que ascendemos en unos minutos. El día es despejado y desde aquí se observa el larguísimo cordal de Gredos hasta perderse entre la bruma. Hacia el norte, el valle de Iruelas, reserva natural con sus buitres negros, y el embalse del Burguillo, en el que se remansan las aguas del Alberche. Un poco más allá destacan la Sierra de Guadarrama y Peñalara, teñido por las primeras nieves de la temporada. Al sur, el valle del Tiétar, cerrado al otro lado por las sierras de la Higuera y de San Vicente. Detrás, los Montes de Toledo.
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El larguísimo cordal de Gredos se pierde en el horizonte. Algún día habrá que recorrerlo entero. |
A la derecha, el pico Escusa, al que no subiremos
Valle de Iruelas y embalse del Burguillo
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Al fondo, Peñalara nevado |
Nuestro destino es o era el pico Escusa, un poco más adelante en el cordal, pero se está tan bien aquí y el día está ya bastante avanzado, así que decidimos relajarnos y disfrutar del momento y de la comida.
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Estos no tienen ni idea de leer mapas, solo están posando. |
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Al fondo el pico Casillas, que el señor de la foto y yo ascenderemos al día siguiente. ¡Piensa en verde! |
Después de comer, acometemos la marcha por el cordal en dirección al puerto de Casillas.
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Jose haciendo amigos |
El camino es fácil, un ligero sube y baja al principio y un empinado descenso al final, ya entre pinos, hasta el puerto de Casillas (1.467 m.), donde localizamos una toma de agua y llenamos nuestras cantimploras.
En el puerto de Casillas
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Hay vida en el Puerto de Casillas. |
La tarde ya está avanzada, poquito nos dura en esta época del año, y nuestros compañeros, Jose y Juan emprenden el camino de descenso al coche por la pista que baja desde el puerto.
Ciao, bambini
Alfredo y yo continuamos por una senda entre pinos que vá recorriendo la ladera norte del pico Casillas, manteniendo la cota, en dirección al Pozo de la Nieve, próximo al Portacho del Pozo. Caminar a esas horas, con la puesta de sol, dominando todo el rato el hermoso valle de Iruelas, es una auténtica delicia. Uno sabe que esa noche no descenderá al mundo urbanizado, que su casa será la propia montaña durante las próximas horas y se siente bien, acompañado por una suave sensación de libertad.
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El bonito y sugerente Valle de Iruelas. Pronto habrá que planear una ruta por ahí. |
Atravesamos hasta cuatro arroyuelos y llegamos en hora y cuarto desde el puerto al Pozo de la Nieve, donde nos espera Chus, que se ha acercado hasta aquí con su bicicleta, después de pedalear con los Biciglotones. Una cara conocida nos espera en nuestro improvisado hogar.
Chus nos recibe
El Pozo de la Nieve, restaurado hace pocos años servía para acumular la nieve recogida en las proximidades y conservarla hasta el verano. Se transportaba entonces, de noche, hasta los pueblos cercanos, donde era vendida. Otro oficio, el de los neveros, que ha desaparecido a causa de la ciega industrialización.
Este pozo se sitúa en la ladera norte del pico de Casillas, en el paraje denominado las Praderas del Pozo. Es un valioso testimonio de la industria de la nevería. Fue explotado hasta principios del siglo XX y restaurado en 1998. Según un cartel, tiene 6,4 metros de profundidad y 50 metros cúbicos de capacidad. Ésto nos permite plantearle al lector un sencillo problema matemático: ¿Cuál sería el diámetro del pozo?
La construcción consta también de un amplio refugio con chimenea, que servía de habitáculo a los trabajadores del pozo.
Cuatro chicos, con aire de ser de la zona y de querer fiesta, han pasado en el refugio la noche anterior y parece que van a ser compañeros nuestros en esta que viene. Sin embargo, tras tomarse un té y encendernos la chimenea, se despiden de nosotros, pues han decidido marcharse a otro refugio próximo, momento que aprovechamos para instalarnos junto al fuego.
La oscuridad y el frío van aumentando, hasta que sobre nosotros se instala un cielo sin luna, cuajado de estrellas, con la vía láctea claramente visible. Sobre el horizonte ya ha salido la bonita constelación de Orión, brillante compañera durante las noches de invierno.
Un buen fuego mantenido y una colección de orujos de diversos sabores (tostado, de café y de hierbas) hacen que las horas posteriores a la cena pasen de forma totalmente confortable.
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Estos no tienen pinta de estar a disgusto. Observen las botellitas situadas sobre el banco de piedra.
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La noche no será tampoco en absoluto incómoda. Es un refugio acogedor y eso que habíamos leido que hace mas o menos un año había sufrido un incendio. Pero se ve que se han dado prisa en restaurarlo.
El domingo amanece y nosotros nos desperezamos sin prisa, desayunamos, recogemos nuestras cosas y nos dejamos llevar por la conversación mientras el sol se va levantando en un cielo nuevamente despejado.
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Conversación en la penumbra del refugio. |
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A la izquierda, el Canto del Berrueco y a la derecha, el pico Escusa |
Nos despedimos de Chus, que con su bicicleta no podría continuar la ruta que tenemos pensada, que no es otra que la ascensión al pico Casillas.
Chus se queda con su burra
Nos acercamos al Portacho del Pozo (1.457 m.), con la intención de encontrar una fuente que aparece dibujada en el mapa y que terminamos por localizar dentro del recinto de una majada próxima.
Bajando a la majada en la que está la fuente
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Paisaje con roble un poco más abajo del Portacho del Pozo |
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En la fuente de Majalespino |
Alfredo descubre que en un pequeño refugio adosado a la majada han dormido, y lo siguen haciendo, los cuatro chicos que nos encontramos la tarde anterior.
Refugio de Majalespino
El sol ya ha templado el ambiente y nosotros acometemos la última ascensión del fin de semana. Al principio, por una pista-cortafuegos y después, siguiendo los hitos por la fuerte rampa que precede a la cima. Desde el pico Casillas (1.768 m.) tenemos las mismas vistas que el día anterior desde el Canto del Berrueco, pero sumándole además el macizo del Almanzor, también nevado, y, bajo nosotros, el bonito castañar de El Tiemblo.
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La camiseta verde ascendiendo a todos los picos de la Península. |
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El cordar por el que hemos ascendido. Abajo el refugio. |
Cruzamos la portilla, nos asomamos a unas rocas e incluso se ve a nuestros pies el pueblo de Casillas.
Casillas, la Sierra de San Vicente y los Montes de Toledo
Desde aquí descendemos, siguiendo el cortafuegos, pegados a la alambrada, hasta el Puerto de Casillas.
Desde el puerto, seguimos bajando hacia el coche por pista entre pinos. Nos cruzamos con varios ciclistas, esforzándose sobre la bici, sobre todo en una cerrada curva de herradura, con mucha pendiente.
En la bajada dejaremos a nuestra izquierda dos caminos, uno con pinta de bajar directo al pueblo; el otro, según un letrero, se dirige a un paraje llamado Majavicente que no somos capaces de localizar en el mapa.
Finalmente vemos aparecer de nuevo los viejos castaños, ya muy cerca del área recreativa de Las Eras.
Y llegamos al coche de un hincha del Athletic. El escudo del león lo delata, no puede ocultarlo. Pedrezolano y del Athletic. No es incompatible.
El hincha del Athletic y su carro
El detalle del león
Y fetichista de las botas
De vuelta a casa pararemos a papear algo al sol, en un prado que verdea, con vistas de la peña de Cadalso.
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Mapa con la travesía realizada. No aparece el refugio, que se encuentra junto a un recodo de la ruta dibujada, en la parte superior derecha, por debajo del Portacho del Pozo. |
Los pozos de la nieve
Para construirlos se excavaba en el terreno un hueco de 4 a 6 metros de ancho y de 6 a 10 metros de profundidad, forrándose la pared con bloques o mampuestos de granito.
Para permitir el descenso a su interior se formaba una escalera con bloques sobresalientes de la pared o se construía una manual de madera.
Finalmente se protegía el pozo con una construcción techada, de dimensiones y forma variables, a modo de chozo o casa, que hacía de cámara aislante y de refugio para los operarios que allí trabajaban.
La nieve se introducía en el pozo en grandes bolas, que se hacían caer al interior y se iban prensando o compactando. Para lograr que la nieve aguantara el mayor tiempo posible se cubría de paja, helechos, piornos, retamas y arbustos a cada metro o metro y medio. Una vez lleno el pozo, se cubría todo con más restos vegetales para aislarlo.
En el verano, se cortaba la nieve en pequeños bloques y se introducían en serones de esparto, acarreándose con ayuda de caballerías hasta los pueblos cercanos. Este transporte se hacía siempre de noche. La nieve helada se vendía por encargo a bares, tabernas y posadas.
ALGUNOS ENLACES
BIBLIOGRAFÍA
Revista Grandes Espacios. Especial nº 170. Octubre de 2011. Páginas 42 y 43.