viernes, 18 de noviembre de 2011

Subida a Cabeza Mediana desde el monasterio del Paular (13 de noviembre de 2011)

Estamos ya metidos en el mes de noviembre. En el valle del Lozoya el día se presenta muy encapotado y las cumbres que cierran el valle se encuentran cubiertas por las nubes. No es un día que invite a caminar. Cualquiera pensaría que puede poner a lloverse de un momento a otro. A pesar de ello, Rascafría no hace honor a su nombre. Y es que ni hace frío ni sopla la rasca. El día es más bien tirando a templado.

Monasterio del Paular

Aunque el día no sea para tirar cohetes tenemos algunas novedades. Vienen por vez primera un grupo de amigos desde el corredor del Henares (de Coslada y Alcalá, más concretamente), así como Raúl, que ha salido también con otros grupos. Y también está Chuso, al que no veíamos desde la sidrería de este año.

Aparcamos los coches junto al monasterio del Paular y comenzamos a andar por el camino del Palero, que en el pasado se usaba para unir el palacio de La Granja
con el monasterio del Paular por el puerto de los Cotos, eludiendo el camino más directo que ascendía por el puerto del Reventón, cubierto por la nieve durante más meses al año. Hoy día, este camino tradicional se halla balizado con las marcas blancas y rojas del GR-10.


Caminamos por una ancha pista forestal que pasa junto a una entrada al Pinar de los Belgas. A nuestra izquierda discurre el arroyo de la Umbría o de Garcisancho, al que ya casi un siglo el poeta Enrique de Mesa le dedicó unos versos:
¿Por qué corriendo te quejas,
arroyo de Garcisancho,
si en tu correr rumoroso
nada te detiene el paso?
Si, desde las cumbres, libre
ruedas por el monte abajo,
tus puros, limpios cristales
entre las piedras quebrando.


A Chuso hacía ya meses que no le veíamos, pues suele decantarse por la bici antes que por la bota. El mundo de la bici le atrae sobremanera, en especial las chicas que montan en bici y visten mallas. Chuso nos expone toda una teoría sobre las chicas que llevan mallas y hacen bici, teoría que concita el interés de algunos de los presentes. No nos queda otra que darle la razón a Chuso. En mi caso, he de admitir que soy también sensible al espectáculo de una chica con mallas montando en bici, casi tanto como al de un escocés luciendo la típica falda o kilt. Es algo que no puede dejarle a uno indiferente.

Una profunda charca, rodeada de pinos, atrae ahora nuestra atención. No parece, desde luego, una charca estacional.

Rayo nadando en la charca

Nuestro camino se vuelve más estrecho en el tramo final de subida a la sillada de Garcisancho y la pendiente se endurece un tanto.

Últimos metros de subida

La sillada de Garcisancho (1.675 m.), tapizada en primavera de verdes prados, es un amplio collado cuyo nombre hace referencia a su similitud con una silla de montar a caballo. A nuestra derecha se levanta el imponente macizo de Peñalara; a la izquierda, queda la suave cumbre de Cabeza Mediana, a la que nos dirigiremos tras una pausa.


Aquí los de Coslada y Alcalá se dan la vuelta. Al parecer, tienen que estar de vuelta a media tarde para tomar parte en un partido de fútbol-sala. Esperemos que llegaran a tiempo y no les dieran perdido el partido por incomparecencia.

Continuamos adelante solo algunos

Continuamos adelante, pese a la pérdida de efectivos. Abandonamos el camino del Palero y ponemos rumbo hacia Cabeza Mediana. Ahora toca un suave sube y baja que nos lleva a pasar por el cerro de las Alegas (1.693 m.), el cerrito Sarnoso (1.694 m.) y la sillada de Malabarba (1.583 m.), donde el Dr. Seche se interesa por un grupo de pinos silvestres enfermos, atacados por alguna plaga. Bajo la corteza de los árboles, el Dr. Seche descubre a unos escolítidos, unos diminutos escarabajos fitófagos, que devoran el tejido vegetal bajo la corteza, impidiendo el paso de la savia y pudiendo llegar a matar al árbol. El Dr. Seche es toda una eminencia en esto de las plagas.

El Dr. Seche investigando

Pinos enfermos

Escolítido fitófago

Nos queda la subida final hasta Cabeza Mediana (1.692 m.), un destacado belvedere, con vértice geodésico, que permite otear las cumbres que rodean el valle del Lozoya. No es el mejor día, por las nubes, pero aun así tenemos algunas vistas, más hacia el valle que hacia las cimas.




En un rellano, cercano a la cumbre, nos sentamos a comer. En la sobremesa rula con profusión una botella de patxaka que vino de nuestra reciente escapada a Irati.

Dándole a la patxaka

El descenso al Paular lo hacemos pasando por el mirador de los Robledos, con su monumento al Guarda Forestal en forma de monolito, levantado hace años por el ICONA. Hay también instalada una mesa de orientación.




En Rascafría, a la bajada, deambulamos un rato por el pueblo hasta que terminamos por entrar a tomar la cerveza en el bar El Río. Raúl nos convence para que pidamos una ración de croquetas. No nos resistimos mucho. Somos fáciles de convencer con un mantel delante.


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1 comentario:

  1. A pesar de los años que llevo saliendo por la zona no había estado nunca en este lugar y francamente me siento sorprendido por lo que veo en este sítio, ¿como es posible que haya lugares así, que pasaramos tan cerca y no lo conocieramos hasta ahora?. La vida y el tiempo entre otros te regalan cosas y me siento muy agradecido por lo que este mundo me sigue mostrando y sorprendiendo.
    Chao

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