Y nos presentamos un sábado en La Hiruela, así por las buenas. Era día de fiesta en el pueblo, cosa que ya sabíamos. Por aquí nos enteramos de todo, gracias a nuestros servicios de inteligencia, simpre alerta. Bueno, de todo no. La semana pasada, por ejemplo, hubo una caravana de mujeres en El Cardoso y no nos enteramos. Esto es algo imperdonable, que no puede volver a suceder. Habrá que tomar medidas.
El pueblo estaba aún muerto, aunque al llegar a su plaza vimos que estaban comenzando a instalar los puestecillos. Tomamos un café en el bar de la plaza y echamos a andar, con la intención de hacer una ruta corta pero espléndida, la Ruta de las Carboneras, que tiene su inicio en la calle del Corcho, a la vuelta del ayuntamiento, y se halla balizada.
Por la mañana nos llovió un poquito, nada en comparación con lo que nos cayó en Montejo el domingo anterior.
El puente de madera que salva el arroyo de la Fuentecilla está en un estado lamentable. Hicimos caso omiso a las advertencias que desaconsejan pasar por él, cruzamos la carretera de La Hiruela a Colmenar de la Sierra y tomamos el camino que se dirige a la Dehesa Boyal de La Hiruela. Esto parece un calco de nuestra última ruta por Montejo.
A una media hora, o menos. llegamos a una carbonera que han reconstruido hace unos años para recordarnos que el carboneo fue una actividad económica que tuvo su importancia en esta zona. Hasta aproximadamente 1960 se producía carbón vegetal de roble y brezo, luego vendido en Buitrago, pueblos de los alrededores e incluso Madrid. En la construcción de las carboneras, que tenía lugar en primavera, se empleaban de 15 a 20 días. Un panel nos informa de cómo se construían. Lo primero era colocar un eje central o cruz, clavando un par de estacas de madera. A continuación se apilaban los leños alrededor de la cruz hasta formar una gran montaña de leña, denominada horno o carbonera. Se cubrían los leños primero con restos vegetales y luego todo con tierra. Hay que decir que los restos vegetales evitaban que la tierra ahogase las brasas. Por último, en la parte superior se dejaba un respiradero o boca a modo de chimenea, por donde se encendía. El carbón vegetal se obtenía por medio de la combustión lenta e incompleta de la madera.
Carbonera
El paseo por la dehesa de robles es muy hermoso y se hace sumamente ameno. Hay robles viejos de un porte impresionante. También arces de Montpellier. Hay quien se dedicó a recoger lepiotas. Es lo que tiene el otoño.
Entre robles
Entre los robles predominaba el melojo, como es natural, pero un poco más arriba comienzan a darse los ejemplares de roble albar, que no resulta fácil de distinguir. Las hojas de roble albar presentan unos lóbulos algo menos marcados que en el melojo, pero las diferencias no son muy apreciables. Parece incluso que es frecuente que el melojo y el roble albar terminen incluso por hibridarse, lo que complica aún un poco más las cosas.
Aquí termina la pista y empieza el sendero
Dos viejos robles
Un poco más arriba de los dos robles de la foto anterior, alcanzamos un despejado collado, a cuya derecha queda la cumbre de La Morra (1.400 m.). A partir de este punto comenzamos a descender por la otra vertiente, de vuelta al pueblo, poniendo cuidado al principio para encontrar las marcas de pintura.
Sin forzar la máquina para nada, en plan tranqui, terminamos esta ruta circular sobre las dos menos diez.
En La Hiruela, como ya dijimos, era día de fiesta, la Fiesta del Pero, una fiesta relativamente nueva que cumple su séptima edición y nos recuerda que esta es una zona que tradicionalmente se dedicaba al cultivo de frutales. Hay que aclarar que el pero es una variedad de manzana que se produce en la Sierra Norte, un injerto entre una manzana silvestre o maillo y una manzana reina, y se cosecha desde mediados de octubre hasta el día de Todos los Santos, acabando de madurar en las casas. Es una variedad un tanto insípida que los del pueblo solían consumir cortándola en gajos que se rebozaban, se freían en aceite y servían para acompañar unas migas u otros platos.
En La Hiruela, como ya dijimos, era día de fiesta, la Fiesta del Pero, una fiesta relativamente nueva que cumple su séptima edición y nos recuerda que esta es una zona que tradicionalmente se dedicaba al cultivo de frutales. Hay que aclarar que el pero es una variedad de manzana que se produce en la Sierra Norte, un injerto entre una manzana silvestre o maillo y una manzana reina, y se cosecha desde mediados de octubre hasta el día de Todos los Santos, acabando de madurar en las casas. Es una variedad un tanto insípida que los del pueblo solían consumir cortándola en gajos que se rebozaban, se freían en aceite y servían para acompañar unas migas u otros platos.
El pregón ya había tenido lugar, lo mismo que las sendas guiadas hasta el molino harinero o por los alrededores del pueblo, pero no nos importó.
En la plaza principal, a la que dan la iglesia y el ayuntamiento, había un mercadillo con varios puestos que vendían embutidos, quesos, miel y otros productos. En una casa vendían también manzanas. En uno de los puestos servían cerveza artesanal de la marca Veer, que se elabora en el pueblo segoviano de Sebúlcor. Mucha gente vestida de senderista pululaba por la plaza de puesto en puesto, mientras los dulzaineros del grupo Los Carpetanos nos amenizaban el día
La cervecita
Los dulzaineros
Asistimos a una demostración de injertos. En La Hiruela se han cultivado tradicionalmente frutales, lo que resulta algo extraño si tenemos en cuenta que el pueblo se encuentra a 1.250 metros de altura. Nos explicaron que se cultivaban diversas especies, como manzanos, camuesos, cerezos, perales, ciruelos o nogales, que florecen en distintos momentos del año. Los camuesos son otra variedad de manzanos. Unas especies florecen antes y otras después. Esto les garantiza a los vecinos tener todos los años cosecha de algo. Podían venir en un momento dado las heladas, incluso tardías, bien entrada ya la primavera, y arruinarles, por ejemplo, la cosecha de ciruelas, pero eso no tenía por qué afectar a las otras frutas. La apuesta por el monocultivo hubiera sido mucho más arriesgada.
Nos inscribimos a la degustación gastronómica y a la rifa de la cesta, pagando para ello euros por cabeza.
Hicimos cola para qque nos dieran nuestra ración de rancho, consistente en migas con manzana, acompañadas de rodajas de naranja y unos peros rebozados. No faltó un vaso de sangría.
Hicimos cola para qque nos dieran nuestra ración de rancho, consistente en migas con manzana, acompañadas de rodajas de naranja y unos peros rebozados. No faltó un vaso de sangría.
El menú
Nos sentamos a comer en el suelo, en un lateral de la plaza. Al sol. El cielo se iba despejando pero el viento frío del norte iba haciendo descender la temperatura por momentos, a pesar de la hora aún temprana.
Sentada
Mientras comíamos pasó por ahí Pablo, al que conocemos de la Ruta de las Caras de Buendía. Iba con los de Gente Senderista y en ese momento iniciaban la Ruta de los Molinos, que une La Hiruela con El Cardoso. Un poco después aparecieron Alicia y una chica búlgara que había estado navegando con Maite este verano. Por la mañana habían hecho la Ruta de las Carboneras, también con los de Gente Senderista. Le di a Alicia uno de mis famosos abrazos de oso.
Reencuentro
Hubo actuación de magia para los más peques. El mago se lo curró bien y, en manga corta, desafiaba al frío polar que comenzaba a arreciar. En la rifa la fortuna no estuvo de nuestra parte y la cesta con el jamón se la llevó una chica.
Sobre las cinco y media se subieron al estrado los del grupo de música folk La Bojiganga para ofrecernos un concierto. En el diccionario de la RAE se define bojiganga como "compañía pequeña de farsantes, que antiguamente representaba algunas comedias y autos en los pueblos pequeños", como Ismael, el líder del grupo, si es que se le puede llamar así, se encargó de recordarnos.
El tal Ismael, que venía de Guijuelo, resultó ser un gran comunicador. Hubo muchas canciones charras y leonesas, pero también unas seguidillas de San Sebastián de los Reyes y otra canción recogida en El Molar. Al final incluso interpretaron una jota de la Sierra de Ayllón, la Jota de Peñalba de la Sierra, que en una de sus estrofas decía aquello de "Tengo una novia en El Vado, otra tengo en Matallana, otra en La Vereda y otra en Campillo de Ranas".
Ismael nos contó muchas cosas e hizo algunas referencias a personajes del folklore salmantino, como la Tía Hilaria, alias La Choncha, que vivía en un pueblo entre la Sierra de Béjar y el Campo Charro, o el Tío Zapatones, de Guijuelo, al igual que el propio Ismael, que hacía auténticos sortilegios cuando los del pueblo preparaban los productos de la matanza.
El grupo
Los de La Bojiganga se portaron como unos campeones. El frío y el viento eran ya considerables cuando subieron a tocar. Se les debían estar congelando la cara y los dedos mientras cantaban y tocaban sus instrumentos, las teclas del acordeón, la manivela de la zanfona, los panderos y las panderetas, las gaitas, las flautas o el chicotén aragonés. Incluso usaron algunos cacharros de cocina para la percusión, como los almireces, una cazuela de metal o una tabla de lavar de madera. Las ráfagas de viento hicieron volar en más de una ocasión los papeles y las partituras. Cayeron sillas. Los toldos de los tenderetes estuvieron a punto de venirse abajo.
En un momento dado tuve que marcarme un baile en medio de la plaza con una simpátiquísima espontánea, a cuyos encantos no pude sustraerme.
En un momento dado tuve que marcarme un baile en medio de la plaza con una simpátiquísima espontánea, a cuyos encantos no pude sustraerme.
El baile
A la finalización del concierto nos marchamos para los coches. Se imponían la retirada y el brasero. El termómetro del coche de Lily marcaba 4,5 grados. Temperatura exterior, lógicamente.
Enlaces:
Senda de las Carboneras (por Andrés Campos)
La Fiesta del Pero
Sierra del Rincón
Web del grupo folk La Bojiganga
Crónica del concierto
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