Yo no me quedo sin salir en la foto¡¡
9 de marzo. Domingo. Moncloa, 8.34
minutos. 6 sendistas abordan dos coches
y ponen rumbo hacia la Comunidad Autónoma de Castilla y León, concretamente a
la localidad segoviana de La Granja de San Ildefonso, con la sana intención de
completar un prometedor recorrido que desde las afueras del Real Sitio
(concretamente desde urbanización Caserío de Urgel) les va a llevar a
encaramarse sobre la cuerda de los Carpetanos, más concretamente al puerto de los Poyales y que nos hará retornar a nuestro el punto de partida por el más
habitual camino del puerto de los Neveros. 9.06 horas, Villalba. Lujosa
urbanización de adosados. Un coche, conducido por una mujer y copilotado por un
perro se dirige hacia el mismo lugar de encuentro. Los vehículos de los 6
sendistas sabiamente circunvalan la sierra. El coche segundo, en cambio, decide
(pese a parecidas experiencias anteriores) cruzar la sierra por el puerto de
Navacerrada (decisión, no quepa duda, que debemos de achacar al copiloto
perruno). Consecuencia: atasco previsible en el puerto y retraso en la llegada
al punto de encuentro. Vale, no fueron más de 30 minutos, pero entre unas cosas
y otras lo típico, unos besos, un dónde aparco, un adónde vamos, un es por
aquí, un es por allí, a lo que hay que sumar un nos perdemos, más un aparcamos
y tenemos el desfase horario rutero de costumbre: una hora (reconozco que no
sabía que escribir y me he cebado con la pobre Maite que es una gran
encajadora). A destacar que en La Granja disfrutamos la bonita y divertida
experiencia de ser confundidos con unos clientes de la empresa Mountain Experience
y a su vez, confundir a una completa desconocida
con nuestra Carmen, pese a las diferencias físicas (tenía un aire a ella, hay que reconocerlo) y a llevar un coche
completamente diferente. Alfredo, gradúate la vista
Chozo del tío Blas
Hablando de Maite, ¡¡cómo nos vino ataviada¡¡ Pantalones piratas dejando toda la pantorrilla al aire, jersey o lo que fuera, más propio para ir a hacer la compra y mochila de las que parecen de regalo. ¿Guetres? No. ¿Pantalones impermeables?. No. ¿Abrigo, chubasquero, impermeable o cualquier otra cosa que abrigue?. No padre. Lo que está muy bien para una ruta tranquila de junio, pero no cuando subir a más de dos mil metros en marzo por la cara norte. Para acompañar la estampa tenemos a Rayo, un perro con multitud de antecedentes de huida y que garantiza una atención especial.
Juan en pleno limbo administrativo. ¿Castilla y León o Madrid?
Tenemos que mencionar que curiosamente, y supongo que por el buen día, la zona se encontraba relativamente transitada y fueron unos cuantos los grupos de gente que nos encontramos (nada que ver con el entorno Cotos-Pedriza-Cercedilla y demás) Eso si, desde las cercanías de la Majada del Tío Blas, creo que no volvimos a ver a nadie hasta unas horas después. Previamente iniciamos nuestro recorrido en el pequeño parking que hay a la entrada de la Urbanización Urgel, cogimos el mismo camino que se dirige hacia el Reventón, para luego abandonarlo a los pocos metros, siguiendo una pequeña trocha paralela a la valla de piedra que circunvala La Granja. Caminamos por el soberbio pinar que tenía el lógico aire de final de invierno, con los arroyos bajando bien cargaditos de agua. Nuestros andares son los habituales en estas circunstancias. Poco que mencionar. Por un momento, un extraño estruendo nos distrae de nuestro caminar. Tal vez algún alud, provocado o no. El camino está bonito, bonito. Pero no se acaban ahí las sorpresas. Oímos unos ladridos de tuberculoso, a lo que Maite dice, ¡¡ha encontrado un corzo¡¡, y efectivamente a los 5 segundos aparece un corzo, dirigiéndose a toda velocidad hacia nosotros. Trayectoria que cambia radicalmente a unos 10 metros al vernos con nuestras ropas de senderista. Eso si, pudimos ver perfectamente su culazo (yo creo que lo contoneaba para seducirnos) blanco a apenas unos cinco metros mientras desaparecía siguiendo las rayas amarillas y blancas del sendero, con el indómito y travieso Rayito detrás. Ya pisando nieve y con notable grosor, llegamos al chozo del Tío Blas (José Antonio casi no llega, ya que se metió una buenas ostia cruzando el arroyo), especie de Majada Hambrienta de bolsillo, lugar curioso.
Andando sobre la luna
El grosor de la nieve va aumentando y no sin esfuerzo, llegamos a la cuerda. Vistas espectaculares aunque después de muchos años de pateo serrano harto conocidas. Eso sí otra sorpresa es el tamaño de las cornisas hacia el Hoyo Poyales. Algunas de estas cornisas están rotas y grandes trozos de nieve, a modo de derrumbe o alud, se encuentran hacia la vertiente madrileña. Comemos, en un fantástico lugar, resguardados ya del escaso viento que había y con vistas a la cumbre de Peñalara. Enganchamos el camino de los Neveros (atención otra vez a los grosores de nieve, tremendos en las cercanías del arroyo de los Neveros) y ya no nos queda sino una plácida bajada por todo el pinar, llegando a los coches pasadas ya las 7 de la tarde.
La uña de Peñalara. Habría que limarla un poquito.
Aquí los tenemos, felices y contentos
En la cercanía del Puerto de los Neveros
Seguro que viene alguien y .... lo pisa
Luna lunera
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