Próximo a la autovía de Burgos y a las aguas del embalse de El Atazar se encuentra El Berrueco (934 m.), un pueblo de tradición cantera y ganadera. En las dehesas que se extienden alrededor del pueblo abundan los berruecos (bolos de granito de gran tamaño y formas redondeadas) que le dan nombre.
Tras el café echamos a andar y dejamos a nuestra izquierda Las Cabreras, unos peñascos o amontonamientos graníticos que no son sino la prolongación oriental de la Sierra de la Cabrera, a la que pretendemos aproximarnos.
Cruzamos la autovía de Burgos por un paso elevado y caminamos por la ladera de El Espaldar, que es la cara norte o cara olvidada de la Sierra de la Cabrera, cubierta por pino resinero de repoblación.
Bar Ali (El Berrueco)
Tras el café echamos a andar y dejamos a nuestra izquierda Las Cabreras, unos peñascos o amontonamientos graníticos que no son sino la prolongación oriental de la Sierra de la Cabrera, a la que pretendemos aproximarnos.
Las Cabreras
Cruzamos la autovía de Burgos por un paso elevado y caminamos por la ladera de El Espaldar, que es la cara norte o cara olvidada de la Sierra de la Cabrera, cubierta por pino resinero de repoblación.
Nos desviamos para ganar altura y transitar al pie de los picachos, alcanzando el collado del Alfrecho (1.420 m.). El viento sopla y no encontramos un sitio apetecible para comer. Tampoco estamos por la labor de ascender al Cancho Gordo, por lo que damos media vuelta y caminamos hasta encontrar un lugar algo resguardado en el que sentarnos a comer.
Después de la comida nos acercamos al pico de la Miel (1.392 m.) para ascender hasta su cumbre, con vértice geodésico, que cae a plomo sobre el caserío de La Cabrera. Unos escaladores hacen cumbre prácticamente a la vez que nosotros, tras completar una vía.
Bajamos por una empinada canal que se descuelga hacia el norte, viéndonos obligados en algún tramo casi a reptar entre los arbustos. Volvemos a cruzar la autovía y por terreno cómodo y casi llano nos dirigimos hacia El Berrueco, dejando atrás las urbanizaciones Pradera del Amor y Los Pozuelos.
Después de la comida nos acercamos al pico de la Miel (1.392 m.) para ascender hasta su cumbre, con vértice geodésico, que cae a plomo sobre el caserío de La Cabrera. Unos escaladores hacen cumbre prácticamente a la vez que nosotros, tras completar una vía.
Bajamos por una empinada canal que se descuelga hacia el norte, viéndonos obligados en algún tramo casi a reptar entre los arbustos. Volvemos a cruzar la autovía y por terreno cómodo y casi llano nos dirigimos hacia El Berrueco, dejando atrás las urbanizaciones Pradera del Amor y Los Pozuelos.
El Berrueco
La aldea fue fundado entre los siglos X y XI, perteneciendo inicialmente a la villa de Uceda.
Ofrece buenas muestras del empleo del granito en su arquitectura tradicional.
En su descomunal plaza se encuentra su elemento más característico, la picota o rollo de justicia. Una inscripción lo data en el año 1000 pero lo cierto es que fue erigida en 1593, que es el momento en que El Berrueco se independiza de la jurisdicción de Uceda y se proclama villa. Fue solo entonces cuando la Corona ordenó la instalación en su término de una horca y una picota, tal como está documentado.
Su iglesia parroquial, hecha de mampostería, con esquinas reforzadas con sillares, está dedicada a Santo Tomás, destacando su portada románico-mudéjar (s. XIII), con empleo del ladrillo, y su doble artesonado (el de la capilla mayor y el de la nave). Junto a ella se encuentra el viejo potro de herrar bueyes.
A las afueras, su dehesa de fresnos, a la que los vecinos sacaban a pastar sus bueyes y vacas, es una de las mejor conservadas del suelo madrileño.
En lo alto de un cerro de 1.030 metros de altura, a unos 4 kms. del pueblo, se encuentra la Torre de Mirabel, una atalaya árabe hecha de pedernal casi sin empastar, similar a las que existen en otros pueblos de la zona. Fue restaurada en 1998 y declarada Bien de Interés Cultural (BIC) por la Comunidad de Madrid.
Atalayas musulmanas
Fueron erigidas a mediados del siglo IX, durante el emirato de Muhamad I de Córdoba, constituyendo un sistema de vigilancia con que defender la ruta de Toledo a Madrid, Talamanca y Somosierra de una posible invasión cristiana.
Aparte de la de El Berrueco, se han conservado las de El Vellón, Venturada o Torrelaguna.
Fueron erigidas a mediados del siglo IX, durante el emirato de Muhamad I de Córdoba, constituyendo un sistema de vigilancia con que defender la ruta de Toledo a Madrid, Talamanca y Somosierra de una posible invasión cristiana.
Aparte de la de El Berrueco, se han conservado las de El Vellón, Venturada o Torrelaguna.
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