Llegar en coche desde Viseu al punto de inicio de esta ruta, la aldea de Regoufe, no fue fácil. Es más, sin la ayuda del GPS no sé si lo hubiéramos logrado.
Pasado São Pedro do Sul, la carretera comienza a ganar altura. Al cabo de un rato, nos encontramos circulando por pequeñas carreteras locales, sin raya central. El bosque de pinos y eucaliptos dará paso a extensas áreas peladas, arrasadas por pasados incendios. Seguimos subiendo sin descanso. La carretera traza curvas muy cerradas. No hay quitamiedos y en algunos puntos las vistas impresionan. Alcanzamos el cordal de la Serra de Arada y llegamos más adelante a un cruce.
A partir de aquí, seguimos en dirección al Portal do Inferno, dejando a la derecha el desvío a São Macario. El brezo y la retama en flor ofrecen unos espectaculares contrastes de color, alternándose los malvas y los amarillos. Se hace obligado volver a parar el coche varias veces para sacar fotos.
El estrecho paso del Portal do Inferno, a casi 1.000 metros de altitud, nos permite pasar de la Serra de Arada a la Serra de Freita. Las vistas son panorámicas. A un lado se abre la Ribeira de Palhais; al otro queda la aldea de Covas do Monte.
Pasado São Pedro do Sul, la carretera comienza a ganar altura. Al cabo de un rato, nos encontramos circulando por pequeñas carreteras locales, sin raya central. El bosque de pinos y eucaliptos dará paso a extensas áreas peladas, arrasadas por pasados incendios. Seguimos subiendo sin descanso. La carretera traza curvas muy cerradas. No hay quitamiedos y en algunos puntos las vistas impresionan. Alcanzamos el cordal de la Serra de Arada y llegamos más adelante a un cruce.
A partir de aquí, seguimos en dirección al Portal do Inferno, dejando a la derecha el desvío a São Macario. El brezo y la retama en flor ofrecen unos espectaculares contrastes de color, alternándose los malvas y los amarillos. Se hace obligado volver a parar el coche varias veces para sacar fotos.
El estrecho paso del Portal do Inferno, a casi 1.000 metros de altitud, nos permite pasar de la Serra de Arada a la Serra de Freita. Las vistas son panorámicas. A un lado se abre la Ribeira de Palhais; al otro queda la aldea de Covas do Monte.
Nos quedan unos minutos más de conducción. Tras una bajada llegamos finalmente a la aldea de Regoufe (625 m.). Hubo aquí unas minas de wolframio, que fueron explotadas durante la II Guerra Mundial por una compañía inglesa. Se dice que llegaron a trabajar en ellas casi mil personas. El wolframio, al que conocía también como oro negro, se empleaba, como saben, en la fabricación de armamento, proporcionando una especial resistencia a los cañones. Hoy en día todos los yacimientos, entre los que destacaba el de Poça da Cadela, están abandonados, quedando algunos restos de instalaciones mineras en ruinas.
Nuestro propósito es seguir un sendero de pequeño recorrido, el PR-14, que lleva el nombre de A Aldeia Mágica y ha sido señalizado por la cámara municipal de Arouca con marcas de pintura amarilla y roja, como es lo usual en Portugal. Este sendero une Regoufe y Drave, dos aldeas recostadas en la ladera de la Serra de Freita y que pertenecen a la freguesía de Covelo de Paivô.
Esta sierra, la de Freita, conforma junto con otras, como las de Arada o de Arestal, el macizo de Gralheira.
Tras atravesar el pueblo, en el que perros y gallinas campan tranquilamente a sus anchas, y cruzar un arroyuelo, la Ribeira de Regoufe, por un puentecito, nuestro camino comienza a ascender.
Restos de antiguos bancales, en tiempos cultivados por las gentes del lugar. Laderas cubiertas de brezo o casi peladas. Pinos. Un bosquete de jóvenes eucaliptos. Algunos robles. Una pareja de viejos castaños. Esto es lo que nos deparan estos primeros pasos.
Ribeira de Reguofe
Uno esperaría caminar en soledad por estas soledades. Pero, oh, sorpresa, no es en absoluto así. Un grupo de ruidosos scouts, que parecen dirigirse hacia Drave, como nosotros, rompen el silencio.
Alcanzamos el promontorio de Mato de Belide, un llano despejado, a unos 730 metros de altitud, que da vista al valle por el que discurre el río Paivô y es el punto más alto de esta ruta. Enfrente tenemos el cordal de la Serra de Arada, coronado de aerogeneradores. Las laderas peladas aparecen surcadas de profundos barrancos, a modo de garras que arañaran el relieve. Una panorámica privilegiada.
Aquí optamos por abandonar el camino principal y descender en dirección al río siguiendo lo que queda de otro viejo camino, un tanto borroso por el paso del tiempo. Llegamos casi al nivel del río Paivô, a unos 500 metros de altitud. Hay aquí algunas sencillas casuchas, hechas de pizarra, que parecen estar abandonadas. No tenemos ni idea de cómo se llama o llamaba esta aldea, pues no aparece por ninguna parte en la información que traemos.
Hablamos con una pareja de portugueses que están por aquí y que vienen de Oporto. Él se maneja bien con el español porque, según nos cuenta, trabaja para una empresa española, y nos cuenta que hubo en este valle un incendio el año pasado. Ya habíamos advertido las huellas del fuego, bastante evidentes.
Aunque aún es pronto, nos sentamos a comer junto a unas rocas. El sitio nos gusta y además es muy cómodo.
Tras la comida toca subir. Toca recuperar la altura que hemos perdido. Pero es una subida bastante moderada, que hacemos al tran-tran y nos saca nuevamente al camino principal, es decir, al sendero de pequeño recorrido.
Desde aquí ya divisamos nuestro objetivo, Drave, pese a que sus casas de pizarra se mimetizan con el paisaje. Nos quedará aproximadamente kilómetro y medio. Nos cruzamos con otros caminantes y nuevamente con algunos jóvenes scouts.
La aldea de Drave, rodeada de montañas, quedó deshabitada a mediados de los noventa, al menos eso cuentan nuestros papeles. Un lugar mítico, con casas hechas de pizarra, como ya hemos visto. De entre las construcciones destacan la pequeña capilla dedicada a Nossa Senhora da Saúde, de paredes blancas, y el Solar dos Martins, que debió ser el caserón de la familia más importante que aquí habitaba.
Un lugar recóndito, en el que uno esperaría encontrar silencio. Nada más lejos de la realidad, al menos en el día de hoy. Hay gente paseando. Hay scouts de aquí para allá. Hay todo un campamento montado, con tiendas de campaña plantadas entre los árboles, en busca de sombra, y más tiendas en un prado verde al otro lado del arroyo, la Ribeira de Palhais. Hay varios coches aparcados unos 150 metros por encima del pueblo, donde termina una ancha pista de tierra.
Ribeira de Palhais
Capilla de Nossa Senhora de Saúde
Pese a la decepción que supone encontrarnos con tanta gente, ha merecido la pena lelgar hasta aquí. El lugar, sin duda, lo merece. Hoy debía tocar una concentración de grupos scout o algo así. No creo que esta sea la tónica de todos los fines de semana.
La vuelta a Regoufe la haremos siguiendo el sendero principal. Por encima del camino se distinguen algunas bocaminas abandonadas. Y es que aquí hubo otros yacimientos de los que se extraía el wolframio, las minas de Vapueiro.
Regoufe
Hay un restaurante, O Mineiro, aunque no lo buscamos ni entramos en él.
Del pueblo sale otro sendero, el PR-13, que va a Covelo de Paivô y tiene una longitud similar al que hicimos.
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Enlaces
Geoparque de Arouca. Se extiende por las sierras de Freita, Arada, Arestal y Montemuro. Posee un notable patrimonio geológico, con numerosos geositios de relevancia científica (Pedras Boroas, Pedras Parideiras, etc.) y varios senderos señalizados, como el que hemos hecho hoy.
Bibliografía
Paseos y escapadas irrepetibles por Portugal. Manuel Nunes y Jorge Nunes. Editorial Alhena Media. Ver ruta nº 14.
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