Hoy hicimos una ruta circular, con inicio y final en la Pradera de Navalhorno, para recordar. A pesar del atractivo de la ruta, hubo tal cascada de ausencias que el número de participantes quedó reducido a dos.
El recorrido, realiado en el sentido de las agujas del reloj, fue el siguiente:
Pradera de Navalhorno (1.165 m.) - Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM) - Praderones Bajos - Praderones Altos - Prado Redondillo - Arroyo de Dos Hermanas - Collado de Peña Citores (2.158 m.) - Peña Citores (2.183 m.) - Mirador del Cancho (2.079 m.) y caseta de vigilancia de incendios - Ceniceros Altos - Puente de la Cantina- Camino de las Pesquerías Reales (río Eresma) - Pradera de Navalhorno (1.165 m.)
El calor apenas se hizo notar. Por la mañana, había algunas nubes altas. La mayor parte de la ruta discurría a la sombra de los pinares. La subida era dura y había que tomársela con calma. En un momento dado, Paco reconoció que iba tocado. Tocado pero no hundido.
En la cumbre de Peña Citores, que no es sino parte de la montaña de Peñalara, quedan restos de trincheras de la guerra. Las vistas son muy completas, desde la Mujer Muerta hasta las Cabezas de Hierro y la Cuerda Larga, pasando por el Montón de Trigo, la Peña del Águila, los Siete Picos, etc. Y, por supuesto, la interminable llanura segoviana.
A partir de mediodía, el cielo comenzó a encapotarse. Comimos bajo unos pinos entre el Mirador del Cancho y los Ceniceros Altos. Me puse la camisa para echar la siesta. No me sobraba.
El tramo final de la ruta, a partir del puente de la Cantina, seguía el Camino de las Pesquerías Reales. Hasta aquí la ruta fue muy solitaria. No encontramos a nadie en la subida y en la bajada al puente de la Cantina, apenas tres personas. Pero desde un poco antes de la Boca del Asno comenzamos a ver gente sin parar, como era previsible. Se escaparon algunas gotas de lluvia, pero no llegó a más.
En total, fueron 21 kilómetros y 1.280 metros de desnivel acumulado. Algo así como la etapa reina del Tour de Francia. Para reponer parte de los líquidos nos sentamos en la terraza del restaurante Los Porrones.
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