viernes, 22 de octubre de 2010

De Alpedrete de la Sierra al Pontón de la Oliva (16 de octubre de 2010)

Iniciamos la ruta por el camino-pista que sale del pueblo a la izquierda de la iglesia y cementerio.


Con salida y llegada desde Alpedrete de la Sierra, pequeña población situada en un rincón de Guadalajara, próximo al rio Lozoya. De Alpedrete de la Sierra he encontrado la siguiente informacíón:
"Su origen data del siglo XII, como asentamiento ganadero, incluido en el común de Tierra y Villa de Uceda, invariable durante siglos. En el censo de Felipe II de 1.591 figura con 62 vecinos y 1 clérigo. Pero el siglo XX le ha dejado una profunda huella. En la posguerra se produjo la repoblación forestal y se incluyó la mitad de su término en la Reserva Nacional de Caza del Sonsaz"



"La tradición cuenta que, antes, el monte era un magnífico encinar, lo que favorecia la existencia de lobos que acosaban al ganado del pueblo. Un día los alpedreños se propusieron acabar con ellos, para lo que decidieron talar las encinas. Todas desaparecieron, excepto la ENCINA DE ARRIBA que se dejó para que pastores y gentes del lugar se orientaran, y sirviera de testimonio de la abundancia de encinas."
No encontramos, tampoco sabíamos de su existencia, la ENCINA DE ARRIBA. Otro día habrá que salir en su busca.



Este hombre asomado al valle del Lozoya, ataviado con moderna indumentaria senderista, bien podría haber sido en otro tiempo un tranquilo pastor guiando a su rebaño por quebradas y praderas.

Iniciamos la ruta por el camino-pista que sale del pueblo a la izquierda de la iglesia y cementerio.
El camino va descendiendo suavemente hasta encontrarnos en pocos minutos con el puente que cruza el arroyo de Reduvia. Aquí los sabuesos tienen que olfatear el terreno en busca de la senda marcada como GR (10)   y que en el mapa de La Tienda Verde arranca a la izquierda de la pista poco antes del puente.
Enseguida lo encontramos y nos vamos adentrando en un bonito barranco cortado por el Reduvia en terreno pizarroso.  El barranco termina más adelante en el más amplio valle del rio Lozoya, pero en esta ocasión no continuamos por ahí, sino que siguiendo el GR-10, el sendero asciende hasta cortar con la pista asfaltada que lleva de la Presa del Pontón de la Oliva a Alpedrete. Nuestra idea original era continuar el GR-10 hasta la presa, pero trás un breve tentenpié nos sentimos con la audacia suficiente como para modificar el plan y dirigirnos al borde del acantilado sobre el Lozoya.         








Desde un improvisado aparcamiento a la derecha de la pista asfaltada sale un senderito que enseguida nos sitúa en la base de la imponente muralla caliza que forma la parte superior del acantilado. Este sendero nos conducirá hasta la base de la presa del Pontón de la Oliva, permitiendonos admirar desde arriba la belleza del valle y desde abajo las imponentes formas de la propia muralla, y también los ágiles movimientos de los escaladores que cosen la pared, de arriba a abajo y de derecha a izquierda, con sus cuerdas. Estamos en la escuela de escalada deportiva de Patones, de gran popularidad entre los escaladores madrileños, regulada con prohibiciones temporales para no alterar el período de cria de las rapaces que aquí anidan.




La presa del Póntón de la Oliva. Cruzaremos por su base al otro lado del valle. Algunos recordamos haber visto en pasados inviernos esta parte del valle cubierta por el agua hasta el mismo borde de la presa. De haber estado así, nosé como hubieramos accedido al otro lado. En cualquier caso a medio camino más o menos por el sendero junto a la muralla se abre esta ofreciendo un sendero con escapatoria a la parte superior y a la pista asfaltada.







Y ya en la otra orilla del valle nos encontramos con otro sendero, señalizado como GR-88 y que seguimos aguas arriba. El sendero discurre paralelo al rio acompañandolo en sus sucesivos meandros. El valle ofrece un bucólico aspecto, cubierto su fondo por una verde pradera y sus laderas con fresnos, alisos, chopos, etc. Descubrimos también ejemplares de vid silvestre cuyas hojas están tomando en esta época un bonito color rojizo.
Nuestro objetivo es la presa de la Parra por la que es posible cruzar al otro lado del río a través de una ligera pasarela metálica. Poco antes de llegar a ella se pasa junto a otra presa menor, la de Navarejos.








Desde la presa de la Parra, la lisa superficie del agua embalsada nos ofrece una imagen espectacular del valle.

Una vez en la otra orilla tomamos un sendero esta vez aguas abajo del valle, pasamos enseguida por un derrumbe de rocas y enseguida nos adentramos unos metros por un barranco paralelo. Aquí hay que cruzar el barranco por un puente y enfilar el sendero medio perdido por la maleza que arranca ladera arriba. Este sendero que en su día debió resultar una ancha calzada, está ahora abandonado y cortado por un ancho cortafuegos que aparece un poco más arriba. Se me antoja que quizás sería la continuación del "camino de los cipreses", que unos metros más adelante emprenderemos.
El ejército de senderistas se va dispersando un poco, son las exigencias de la cruda pendiente del cortafuegos, hasta reunirnos de nuevo junto a las ruinas de una casa. Aquí en lugar de tomar el sendero que se adentra en el pinar hacia la izquierda, continuamos por el terreno arrasado junto al borde del mismo, en dura ascensión, y con unas inmejorablas vistas sobre el valle que acabamos de recorrer por su fondo.




A unos doscientos metros arranca, por fín, uno de los objetivos de la ruta, el "camino de los cipreses", fácil de identificar, ya que su inicio, al borde del pinar, se encuentra jalonado por sendos cipreses. A lo largo de este camino encontramos varios ejemplares de ciprés a ambos lados del mismo y que entendemos son anteriores al pinar de repoblación que puebla ahora este monte. En algunos puntos del estrecho sendero se observan alineaciones de piedra, como indicando el límite del antiguo camino, que debió ser más ancho y transitable que el actual. Se desconoce la utilidad de ese antiguo camino, así como la razón por la que fueron plantados los cipreses,  tal vez para dar sombra a pastores en el asolado monte de otros tiempos, tal vez simple afán decorativo, o quizás haya razones mágico-religiosas, ¿por qué no?. El caso es que nos demoramos en recorrerlo, el sitio mola, nos invita a constantes paradas y especulaciones varias.



Al final del mismo alcanzamos el collado de la Venta y desde aquí descendemos por un cortafuegos hasta las ruinas de alguna casa forestal o cortijo. Esta zona de la sierra , al sur del pico Centenera, es bastante salvaje, con un paisaje particular. Desde las ruinas de la casa ya no tenemos más que seguir descendiendo por la pista hasta le puente sobre el arroyo de Reduvia que ya reconocemos. Y de aquí a Alpedrete en un pis-pas.



Pocas visitas debe recibir este pueblo, y se me antoja que la llegada de una decena de senderistas con sus extraños pertrechos es un poco el acontecimiento del día en la tranquila aldea. Un modesto bar nos acoje para llevar a cabo el imprecindible ritual de fin de ruta..................la ingesta de cerveza y bebidas varias.

Artículo de Andrés Campos (El País) sobre el Camino de los Cipreses:




1 comentario:

  1. Como usted bien apuntó pasamos por un lugar mágico. Uno de los pocos miradores del centro peninsular desde donde se puede contemplar al mismto tiempo el cerro S. Pedro, el Peñalacabra y el caserio de Alpedrete..

    snif, snif.. que emocionante.. bua...

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