martes, 16 de noviembre de 2010

A Peñalara (13 de noviembre de 2010)


           Amanece. Una densa niebla cae sobre todo, el día en que subiremos a Peñalara con las primeras nieves. La experiencia nos dice que cuando a las nubes les pilla el amanecer a rás de suelo en la llanura, lo más probable es que ya no puedan subir, así que a pesar de la escasa visibilidad nos dirigimos al Puerto de Cotos con la sensación de que más arriba nos espera un reluciente día.

            Y así es, a poco de iniciar las primeras rampas de ascenso al Puerto de Navacerrada salimos del manto gris y por encima de nuestras cabezas solo se vé un inmenso cielo azul.





           Sin embargo nos decepciona ver tan poca nieve, no obstante iniciamos la marcha hacia la laguna de los Pájaros pertrechados con todo el equipo invernal.
           A medida que vamos ascendiendo nos damos cuenta de que hay más nieve de la que parecía. El día ofrece una estampa pocas veces vista. Un denso mar de nubes de algodón parece presa de la gravedad y lo cubre todo por debajo de unos 1700 metros, a ambos lados de la sierra, dejando a la vista la parte alta de Cuerda larga y las cumbres del Mondalindo, parte de los Carpetanos, parte de la sierra de Ayllón y al fondo el Ocejón. Parecen escarpadas islas de un efímero archipielago. Los habitantes de los pueblos y ciudades están viviendo un día cubierto y gris, mientras que en las cimas de las montañas luce un sol espléndido. El mundo escindido en dos tiempos radicalmente diferentes por el capricho de Meteoro. Así permanecerá hasta el anochecer en la vertiente sur, mientras que en la norte se irá despejando a medida que pase el día.


¿ Es por Aquí?



Nada, nada para abajo.. Ya volvemos otro día.



Jorge tramando por donde subirá la proxima vez. Da miedo.




¡¡ Qué bonito chicos¡¡

          Ya pisamos nieve con continuidad una vez superada y rebasada la morrena lateral del circo de Peñalara. Vamos haciendo planes para futuras ascensiones por las distintas canales que van apareciendo, ya blanquitas. La primera laguna helada, y la de los Pájaros también y ya nos disponemos a ascender a Claveles.
          Primera cramponada de la temporada. Marisol estrena crampones y se reproduce la habitual escena de ajuste del material. Que si la lengüenta vá por encima, ó vá por abajo, que sí te tienen que poner unos tornillos, que por aquí hay que pasar las correas, que qué hago con la parte de correa que sobra, etc, etc.........Y esa especie de picos que llevamos en la mochila, ¿para qué son?.



A esta creo que la llaman la Laguna de Claveles.



Bonitos colores si señor.


Preciosa foto Marisol.

           Y Claveles nos pone los pies en la tierra, o más bien en el hielo. Es a mi parecer la zona más alpina de Guadarrama y enseguida lo recordamos. Las condiciones que nos encontramos son quizás las más incómodas y peligrosas. Ha nevado y helado lo suficiente para encontrar abundante hielo, sobre todo en la ladera norte, pero no tanto como para cubrir completamente el roquedo del cresterío, por lo que tenemos que avanzar por terreno mixto de roca, hielo, nieve, agujeros y fisuras a medio tapar   y abismos a ambos lados. Y para no faltar a la fiesta un interesante viento con muy mala idea.
Pero a pesar de todo ello conseguimos alcanzar y superar la cima de Claveles para plantarnos al fín en la cumbre de Peñalara. El precio, las horas empleadas en el corto trayecto que ponen en peligro nuestro retorno en autobús.

Ese que se cruza con vosotros tiene un aire a Pontor.

          Así que no queda más remedio que comer rapidito al abrigo de un resalte, frente a las cimas de Cabezas de Hierro, y bajar ligeros por el camino de Dos Hermanas. Llegamos a Cotos con el tiempo justo de pedirnos unas bebidas y salir a la carrera cundo vemos aparecer el autobús antes de la hora prevista. Carmen y Marisol vuelven en tren, mientras que los demás ya subidos al autobus vemos como la mar de nubes del lado sur aprovecha el ocaso del día y la retirada de la niebla por el norte, para rebasar la sierra por el puerto de Navacerrada y precipitarse hacia el fondo del pinar de Valsaín, formando una cascada de nube bajo la que se cuela nuestro autobús, devolviendonos al día gris que abandonamos por la mañana.



Debajo de las nubes hacia rasca.





Vaya,¿ no hay un sitio más dificil por donde ir?



Cota de niebla en torno a ¿ 1900?



Claveleando



Mu Gonito





Se os ve contentos.

jueves, 11 de noviembre de 2010

De Alameda del Valle a los Altos del Hontanar (5 de noviembre de 2010)

El paisaje cambia, nunca es exactamente el mismo que un instante anterior. Ningún espacio se mantiene, todo está en continua transformación. Las fuerzas de la naturaleza constantemente erosionan unas montañas, levantan otras, rellenan valles o dejan profundas huellas glaciares. Solo la limitación de nuestros sentidos y lo efímero de nuestro tiempo nos impide reconocer la realidad.
Sin embargo nuestros sentidos no nos engañan, sino que nos muestran en su magnitud la variación del paisaje ajustada a un ciclo que nos resulta muy reconocible, el paso de las estaciones.
Y ayer pudimos reconocer el personal paisaje del valle del Lozoya en su versión otoñal. La manta de robles que cubre las laderas y barrancos de los altos del Hontanar y de la cuerda de los Carpetanos, además de gran parte del ancho fondo del valle modifican intensamente en esta época el colorido de su follaje a lo que contribuye la luz del sol, también cambiante y que a última hora de la tarde nos ofreció un cuadro, rematado por las agrestes cumbres de Peñalara y Cabezas de Hierro, cubiertas ya por las primeras nieves, de una belleza plástica única e irrepetible.
Por momentos uno se sentía transportado a otra época y no era dificil imaginar los remotos tiempos en que el valle era un paraíso natural ajeno a la acción, tan a menudo destructora, del hombre.Y no hace falta mucho esfuerzo para reconocer que ese valle algo a debido mantener de este aspecto primigenio, al menos si lo comparamos con otras zonas de la sierra ya tan degradadas.

La marcha comienza en Alameda del Valle y toma el camino que en paralelo al rio Lozoya nos lleva en pocos minutos a Pinilla.

 
 
Sin entrar en el pueblo giramos a la derecha para cruzar el río casi a la altura de la cola del embalse de Pinilla.
 
 




 
 
Desde aquí la pista forestal que seguimos se adentra en el joven robledal y remonta, haciendo zig zag, la ladera.
 
 
                           



 


 
 
Poco antes del final de la pista tomamos un camino a la derecha que tras un tramo de fuerte pendiente nos deja fuera del bosque y con otro repecho más nos sitúa en el collado del Portachón. Aquí vemos un par de fuentes que quizás den nombre a esta sierra de los altos del Hontanar.
 
 




Desde aquí el camino discurre por la cuerda, subiendo primero al Cerro del Águila y luego al Espartal, punto culminante de esta sierra.

 


Las vistas desde aquí, sobre todo desde el Cerro del Águila son espléndidas con el valle del Lozoya a nuestra derecha, el de Canencia a la izquierda, con casi todas sus cumbres a la vista. De frente, en nuestro horizonte, asoma el perfil aserrado de Siete Picos entre las siluetas de Peñalara y Guarramillas y por detrás podemos distinguir Somosierra, la sierra de Ayllón con su pico del Lobo, la sierra de la Puebla e incluso el Ocejón más al fondo.
 
 
 
 
Descendemos el Espartal hasta un
 collado donde tomamos la pista que se adentra en el pinar por la derecha y que nos conduce al refugio de la Majada del Cojo, situado en un privilegiado mirador sobre el valle.
 
 


Seguimos la pista y nos salimos de ella a la altura de una curva cerrada a la izquierda, en el comienzo del robledal, tomando un camino más antiguo.



 


En el descenso por este camino, ya al atardecer, es cuando asistimos al espectáculo de colores ocres y dorados que nos ofrecen los robles que cubre el barranco y las laderas.
 
 

 
Al fondo y casi como única muestra de la presencia del hombre, los apretados pueblos de Rascafría, Oteruelo, Alameda, Pinilla y Lozoya.
 





El camino nos termina dejando en Alameda ya casi en la oscuridad de la noche, dejando atrás ese momento que pareció, al menos hasta el próximo año, en que el valle nos ha ofrecido una imagen única, con sugerencias de otros tiempos.
 

lunes, 1 de noviembre de 2010

Un rato feliz con Josemi en Irati (29 de octubre a 1 de noviembre de 2010)

Tres años habían pasado desde la última vez. Tocaba hacerle de nuevo una visita al Josemi. Y ahí nos presentamos, a pesar de que las previsiones de tiempo no eran muy alentadoras. El Josemi está como siempre. El tiempo no ha pasado por él. Chaqueta de lana con botones, botas de agua, esa mirada pícara, esa forma de hablar jocosa… Como siempre. Su perra Txiki ya está hecha una adulta.


El albergue, como siempre. Apenas alguna leve reforma. La ducha de la entrada se esconde ahora detrás de unas discretas cortinillas. Un flamante frigorífico nos sorprende en la cocina. Lo mismo que un calendario con chicas bastante desprovistas de ropa. La pared del fondo del dormitorio ha sido pintada por el propio Josemi con unos dibujos geométricos y unos colores que más recuerdan a una fiesta de Halloween o a un club de carretera.

Por lo demás, todo igual, todo como siempre. A pesar de estas tímidas reformas, las tarifas han subido, aunque al final conseguimos que nos aplicara los precios de 2007. Al fin y al cabo, nosotros somos ya de toda la vida.


El tiempo se ha portado. Apenas nos hemos mojado. Por las noches ha llovido fuerte, pero durante el día incluso hemos disfrutado en algunos momentos del sol.

URKULU
El sábado subimos al Urkulu (1.425 m.), que es una de las montañas más visitadas del norte de Navarra. Su nombre vasco es una variante de “urkila” y significa “horquilla”, derivando ambos vocablos del latín “furca”. No obstante hay quien dice que el nombre deriva de "murkullu", que es un conjunto de piedras puestas en círculo. En esto de los nombres todo o casi todo son teorías.
Iniciamos la ascensión desde el refugio libre de Azpegi, al que se llega después de pasar las ruinas de la fábrica de armas de Orbaitzeta. El día se presentaba algo desapacible y el viento soplaba con fuerza en las alturas.

En la cumbre se conservan las ruinas de una torre-vigía romana (o “trophaeum”) de más de 15 metros de diámetro, erigida en el siglo I a. C. Cuentan que una calzada romana, que unía la Aquitania francesa y Burdeos con Asturica Augusta (hoy Astorga), luego conocida como "camino de Napoleón", atravesaba el Pirineo cerca de aquí.



Se dice que al atardecer, dirigiendo la mirada hacia el oeste, pueden llegar a verse el faro de Biarritz, las peñas de Aia y el monte Jaizkíbel, pues el mar se encuentra solo a 56 kilómetros.

CUEVA DE HARPEA
Situada ya en Francia, es en realidad una oquedad que se abre entre las rocas.  Puede llegarse con los coches hasta un aparcamiento situado a 10 minutos a pie. Pero la pista está en mal estado, tiene un precipicio a uno de los lados y hay que conducir con prudencia. A una California se le quedó una rueda hundida en un socavón y le costó bastante salir de la trampa.

El acceso a la cueva se hace por un barranco espectacular

Nos vamos aproximando a la cueva. Vista desde lejos, parece más obra de un arquitecto que de la Naturaleza. Dicen que ya era usada como redil para guardar el ganado en tiempos prehistóricos.


SELVA DE IRATI
Dejamos para el domingo la inevitable ruta por Irati. Esta vez iniciamos el paseo en las Casas de Irati, a donde se llega desde Otsagabia, siguiendo una estrecha carretera de 23 kms., que atraviesa la sierra de Abodi por el collado de Tapla.
La ruta en sí fue de unos 12 kms. A la ida, fuimos hasta el embalse de Koixta siguiendo las marcas blancas y verdes del sendero local NA-69. La vuelta a Casas de Irati, por otro sendero local, el NA-60A.
El bosque, soberbio y las vistas desde algunos miradores, más soberbias aún.
Este hombre se desquitó y por fin pudo sumergirse entre las hayas

Colores mágicos

A ratos, el bosque clareaba un poco

El Ori no se nos mostró entero, cubierta su cima por las nubes. Pero el sol salió a ratos y se portó especialmente bien a la hora de comer.

Deslumbrante sol

Por la tarde llegaron nubes cargadas de lluvia y hubo que sacar de todo, chubasqueros, capas, paraguas. Cada uno se protegía como podía.


Remontando la cuesta pese a la lluvia
Breve parada entre las hayas, tras un rato de subida

Raso de Akerreria

Al final de la ruta pasamos junto a la ermita de Nuestra Señora de las Nieves. Pero la puerta se hallaba cerrada con una cadena.

Ermita

A pesar de los chaparrones, no terminamos muy calados. Pero los bajos de los pantalones sí que terminaron bien cubiertos de barro.

CASAS DE IRATI
Estas ruinas pertenecen a los edificios de una explotación maderera que los Borbones fundaron en el siglo XVIII y que estuvo en funcionamiento apenas unas pocas décadas. Todas las instalaciones fueron destruidas en 1792, con motivo de la invasión francesa durante la Guerra de la Convención.
El paraje se halla situado en la confluencia de los ríos Urbeltza y Urtxuria, que dan lugar al Irati.

Al final cenamos dos noches en el albergue. Y es que en ese salón-cocina con chimenea se está en la gloria.

¿Joven? ¡Qué voy a estar joven yo, me cagüen la órdiga! ¡Ya estoy hecho un viejo! Yo ya no estoy para arriesgar. Me quedarán, qué se yo, ocho, diez años… Si sería joven, ya me buscaría una de esas…