La Hiruela (1.257 m.), junto con La Puebla de la Sierra, son los pueblos más aislados de la Comunidad de Madrid. Quizás por ello también, se integran tan bien en su entorno natural.
A la salida de La Hiruela nos metimos por donde no era
El paisaje que rodea La Hiruela, a pesar de pertenecer a la Comunidad de Madrid, parece inscribirse en la vertiente de Guadalajara de la Sierra de Ayllón.
El topónimo de La Hiruela deriva, según algunos, del término "hijuela", que el diccionario de la RAE define, en su sexta acepción de la forma siguiente: camino o vereda que atraviesa desde el camino real o principal a los pueblos u otros sitios algo desviados de él. Ello aludiría a la posición del pueblo, situado entre la Cañada Real y el cordel de Montejo. No deja, no obstante, de ser una teoría cuya veracidad queda en el aire.
En los huertos, actualmente con aspecto de abandono, que se extienden por los alrededores del pueblo podemos encontrar cerezos y nogales.
En sus proximidades se conserva un estupendo ejemplo de dehesa boyal, que si no me equivoco, eran zonas de monte de uso comunal, utilizadas para pasto de los animales de labor y para la saca controlada de madera, en este caso de roble, que se consumía en la fabricación de carbón vegetal.
Entramos en la dehesa boyal de La Hiruela
La dehesa como ecosistema es un buen ejemplo de eso que ahora llamamos economía sostenible y de la cual han sobrevivido a la vorágine urbanizadora muchos ejemplos por todo el piedemonte serrano.
La peculiaridad de esta es que el árbol principal que la conforma es el roble, principalmente el melojo, aunque al parecer también hay alguna presencia de roble albar.
Enormes melojos de gruesos troncos
Además de recorrer la Dehesa, siguiendo la recién denominada "Senda de las Carboneras", pretendíamos también la ascensión al Pico Porrejón.
Y en esto que llegamos junto a la reconstrucción de una carbonera.
Josete junto a la carbonera
El carboneo se practicó en La Hiruela hasta los años 60. Las carboneras se construían en primavera, apilando leña de roble y brezo, alrededor de un eje central, llamado cruz, formado por un par de estacas de madera, y se cubrían primero con restos vegetales y luego con tierra. A esta montaña se la llamaba horno o carbonera y se tardaba de 15 a 20 días en construirla. Se encendían por un respiradero a modo de chimenea, abierto en la parte superior, denominado boca. Una vez prendidas, había que vigilar la combustión, que podía durar varios días, de manera permanente, abriendo unos tiros o respiraderos y cerrando otros. De esta forma se aseguraba la combustión homogénea e incompleta de la madera, dando lugar al carbón vegetal.
El carbón era transportado a lomos de mulas hasta Buitrago, donde se vendía. Era un trayecto largo, de 25 km., que atravesaba el puerto de La Hiruela y discurría por sendas.
No encontramos, bueno, más bien no supimos encontrar ejemplares de roble albar, pero sí abundantes melojos de considerable porte. En esta parte de la Dehesa encontramos también un casi bosquete de arce de Montpellier, destacando por el otoñal color rojizo de sus hojas.
Hojas de melojo
El melojar en regeneración y delante ejemplares de arce de Montpellier en estado otoñal |
La pista que va rodeando el monte se termina, aunque la senda marcada continúa por el bosque dando un giro por la derecha. Sin embargo nosotros continuamos de frente por un sendita, con la intención de acortar por el robledal, en dirección al Collado de Mingo Pérez (1.355 m.), para continuar después por el cordal, en dirección al Collado Salinero y el Porrejón.
En el bosque aparecieron unos duendes
Caminar por el bosque es un placer, aunque la densidad del brezal poco a poco va haciendo más incómoda la marcha, hasta que salimos del bosque más o menos a la altura del collado. Desde aquí ya observamos todo el paisaje circundante y el camino que nos queda.
Momento "fruta" en el Collado de Mingo Pérez |
Los Señores Marqueses alcanzan en ese momento la cima del Porrejón (nos llevan una buena ventaja). Continuamos por la senda, ya fuera del bosque. Aquí dominan la jara estepa, el brezo y la brecina, quizás por ser plantas más adaptadas a la relativa mayor humedad de esta zona frente a otras de la cercana Sierra de Guadarrama, donde el monte en esta altura está dominado por el enebro y el piorno. También encontramos abundante codeso, planta esta que apenas aparece más hacia el sur.
El sendero rodea el cerro El Morro (1.525 m.), para enlazar enseguida con el GR-88 que viene directamente de La Hiruela. Continuamos por la ladera, dejando a la derecha otra cima, el Cerro Salinero (1.662 m.), hasta alcanzar el Collado Salinero (1.570 m.). Desde aquí se observa hacia la izquierda y por debajo del límite de la replantación de pino silvestre, una abundante presencia de serbal de los cazadores, casi formando bosque. En ellos se nota también el color otoñal que van tomando sus hojas, aunque en algunos de ellos parece apreciarse la sequedad, y es que llevamos mes y medio de sequía. También la jara parece afectada, presentando sus hojas un aspecto decaído.
Desde el Collado Salinero, no hay más que subir por la senda marcada, siguiendo el cordal divisorio, hasta la cima del Porrejón (1.827 m.). Pasamos un poco de refilón por el borde del pinar. Lo entretenido de esta parte está en las formaciones rocosas que afloran como cuchillos, características de las sierras de La Puebla (o del Rincón) y de Ayllón. Es el aspecto típico aquí de las cuarcitas y esquistos, y claramente diferenciado del gneis y el granito dominante en Guadarrama.
Caminando entre los brezos
Ascendiendo al Porrejón |
Otra diferencia destacable es la casi total ausencia aquí de otra especie, el homo senderista, tan común por lugares como Navacerrada o Cercedilla.
Todo el paisaje para las cabras |
Alcanzamos la cima, nos reunimos con Los Marqueses, y nos abandonamos al relajado placer de la comida, la conversación, la siesta y la observación…
Josete llegando a la cumbre
Vista desde la cumbre hacia el collado Salinero
Vista desde la cumbre hacia La Tornera
Junto al vértice cimero
Josete se apunta al cambio global
Las sombras nos persiguen
Josete se apunta al cambio global
Fotógrafo fotografiado |
Les invito a que se fijen ustedes en la vegetación que habita estos altos lugares, fríos y secos (la lluvia cae en abundancia pero enseguida huye ladera abajo), diminuta y de aspecto diferente a la habitual.
Erizo de la sierra le llaman |
Y por fín no queda más remedio que iniciar el descenso, que hacemos por el mismo camino, hasta alcanzar el GR-88 y siguiendo por él descendemos hasta la Hiruela, disfrutando en todo momento de la estampa tan serrana que nos ofrecen, frente a nosotros, el pico Santuy y El Cerrón, con los pueblos de El Cardoso y La Hiruela, a sus pies. Y más hacia el noreste, el reducido caserío de El Bocígano.
Formaciones "esquistosas" típicas de estas sierras |
Guadarramistas en su salsa |
Las sombras nos persiguen
El Porrejón, al fondo
Picos Santuy y Cerrón más al fondo, debajo El Cardoso de la Sierra (Guadalajara) y La Hiruela (Madrid) |
Lo que antaño hubiera sido una banda de bandoleros hoy en día es una panda de senderistas |
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