La ruta propuesta para este sábado consistía en acercarnos al pozo de la nieve que queda al noroeste de la cumbre del monte Abantos.
Nos reunimos en la estación del Escorial para tomar el café mañanero ahí al lado. En total somos 13 personas.
Santi nos sorprenderá con su flamante y nueva chaqueta técnica marca Ternua, la sensación del día y envidia cochina de todos los presentes. Santi, un senderista de los que marca estilo y deja huella allá por donde pasa.
Un deslumbrante senderista
Después de dejar un vehículo cerca de la presa del Romeral, aparcamos los demás en la entrada del arboreto Luis Ceballos, bonito lugar en el que embriagarse con toda su variedad de árboles y arbustos, frecuentado por esos que pronto se cansan de mirar y sueltan eso de "Vámonos a comer que me canso de tanto verde". Es aquí de donde partimos, cogiendo una senda bastante marcada por los neumáticos de las motos y que nos llevará hasta el puerto de Malagón (1.537 m.), también conocido como alto de Abantos o de San Juan de Malagón, que da paso al cercano pueblo de Peguerinos.
Suave subida por el pinar
Seguimos un poco por la carretera de Peguerinos hasta tomar a la derecha una pista de tierra que nos deja a los pies de la Cruz de Rubens, hecha en hierro y pintada de blanco, un magnífico mirador desde el que se divisa todo el Escorial.
En la Cruz de Rubens
Continuamos ascendiendo en dirección al pico de Abantos, del que estamos muy cerca.
Contando las batallitas de las comunidades de vecinos
Al llegar a la altura de la fuente del Cervunal, que queda un poco más abajo, a nuestra derecha, Inés y José R se separan de nosotros. Ineludibles compromisos les obligan a emprender el descenso por el GR-10.
Los separatistas
En lugar de alcanzar el pico de Abantos, nos desviamos hacia la izquierda hasta encontrarnos con la tapia o muro que delimita el cordal de Cuelgamuros y que seguimos hacia nuestra izquierda.
Junto al muro
Peñalara nevado
Llegamos hasta la portilla o cancela que, cerrada a cal y canto, solo nos deja la opción de saltar el muro en un punto en que está semiderruido para tomar la pista que, oblicuamente, nos lleva en 300 metros al pozo de la nieve de Cuelgamuros, a 1.650 metros, fabricado a principios del siglo XVII, en 1609 para ser exactos, para abastecer de nieve a la Corte y bien aprovechado hasta el siglo XX. Se trata de una tosca construcción de mampostería, con bóveda de cañón y cubierta de teja a dos aguas. Está situado en una hondonada en la que por su orientación aguanta aún la nieve, lo que nos muestra que el lugar no se eligió al azar.
El pozo de la nieve de Cuelgamuros
Se ve que el pozo ha sido restaurado (en concreto, en 1985). Para disuadir a los curiosos han vedado el acceso a su interior con una cancela metálica, que Juanito logra franquear. El borde que se ve bastante oscuro y puede resultar peligroso. La profundidad del pozo es de 51 pies (unos 14 metros) y su diámetro de 30 pies (casi 8,5 metros) para una capacidad total de 20.000 arrobas (250 toneladas) de nieve.
Andrés Campos ofrece otros datos de interés sobre el pozo. Construirlo costó 12.000 reales; llenarlo, 1.500; y la primera nieve que se vendió aportó 11.000, con lo que casi se amortizó la obra.
Es aquí donde se decide tomar un bocado que para algunos será la comida formal. El lugar sería idóneo incluso para echarse una siestecita que dejamos para otro día.
Tentempié
Otro pequeño pozo de la nieve en ruinas
El flamante senderista
Cerca ya de la cumbre
El inconmensurable senderista
Nuestros pasos nos llevarán esta vez a la misma cumbre del Abantos (1.753 m.), donde nos tomamos unos minutos para deleitarnos con el paisaje y algún que otro brebaje a base de cerezas con orujo.
En la cumbre del Abantos
Plo, afectada sin duda por el orujo, nos confiesa lo liberador que le resulta reencontrarse con los viejos compañeros de Sendas. Un emotivo momento para la exaltación de la amistad.
Momento para las confidencias
La vuelta la hacemos pasando por el Risco Benito y descendiendo por el GR-10. Unos bajarán hasta el mismo embalse del Romeral (1.142 m.), mientras otros decidimos retornar directamente al arboreto para recoger los vehículos dejados allí.
Llegando al Risco Benito, con su caseta de vigilancia de incendios
La cervecita junto la estación, en el mismo sitio de la mañana, la cafetería Hippos, pone punto final a un día estupendo. Tan solo espero que a nuestros nuevos compañeros no les haya parecido demasiado suave.
Esperamos conocer en futuras rutas a Verónica y Sonsoles, que es como respectivamente se llaman las primas de Felipe y de Raúl. Al parecer, Verónica y Sonsoles no son solo unas consumadas senderistas, reunen además otros muchos dones y donaires que no querríamos perdernos por nada.
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La industria de la nieve
Antaño, la nieve caía en la sierra durante el invierno se recogía y se acumulaba en profundos pozos de nieve, apisonándose con grandes mazas para fabricar hielo por compactación, que luego se empleaba para la conservación de las carnes, los pescados y los demás alimentos.
El monasterio del Escorial llegó a tener ocho pozos o depósitos de nieve, que la Corona arrendaba a particulares para que los explotaran.
El negocio de la nieve alcanzó su máximo esplendor en los siglos XVII y XVIII. En la ciudad de Madrid este negocio estaba controlado por la familia catalana de los Xarquies, que poseía varios depósitos de hielo bajo lo que hoy es la glorieta de Bilbao, hasta los que los arrieros acarreaban de noche la nieve desde el Guadarrama. Esta industria se mantuvo hasta la llegada de los primeros frigoríficos y las primeras fábricas de hielo en los años 30.
Gurriatos
Se llama así a los nacidos en El Escorial y también a las crías o pollos del gorrión común.
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