Nos acercamos nuevamente a Gredos con la intención de subir al Cancho.
El Cancho (2.274 m.) es la cumbre más alta de la Sierra Llana, un sector de Gredos que se halla comprendido entre los macizos del Almanzor, al este, y de la Covacha, al oeste. Zona bastante solitaria, en la que los viejos caminos utilizados antaño por pastores y arrieros se han abandonado casi totalmente.
Nuestra idea era tomar el viejo camino que desde Navalonguilla ascendía a la portilla de la Lucia para desde allí continuar por el cordal hasta situarnos al pie del Cancho.
Hace unas semanas nos enfrentamos a un enemigo invisible, la niebla engelante. Esta vez se nos apareció un enemigo bien visible y tangible, los piornos, que han invadido casi totalmente este camino tradicional y nos rodeaban por todas partes, entorpeciendo nuestra progresión, golpeándonos en las espinillas y maniatándonos. El avance se hizo, por momentos, infernal y agotador. No recomendamos a nadie subir por aquí, ni siquiera a nuestro peor enemigo.
Un diabólico cóctel de piedras y nieve fue poco a poco dando paso a los piornos. Al trasponer el Riscazo, el viejo camino reaparece nítidamente y durante unos momentos, apenas un cuarto de hora, podemos caminar con comodidad.
Alcanzamos el Riscazo
En el Riscazo
El camino reaparece por momentos
Refugio libre poco después del Riscazo
Pero en el último tramo de subida los piornos vuelven a cobrar protagonismo y a hacernos penosísima la marcha. Unos enormes hitos de piedra, que marcan el discurrir del antiguo camino, emergen entre el matorral.
Y vuelta al piornal
Alcanzamos la portilla de la Lucia casi exhaustos. Y lo malo era que el terreno no mejoraba a partir de aquí. Los piornos lo cubrían casi todo. Así que, resignados, pese a las vistas del Almanzor, hicimos una pausa para comer algo y volver a batallar.
Practicando de nuevo el piorning
El sector del Almanzor, a nuestras espaldas
Pocos momentos de respiro nos ofrecería el piornal. Esto del piorning es un duro deporte que le deja a uno baldado. Me río yo del famoso spinning.
Subiendo a Cabeza Pelada
La subida final a Cabeza Pelada (2.270 m.) se hace más llevadera gracias a que la nieve dura cubre prácticamente los piornos y puede caminarse sobre ella sin prácticamente hundirse. Desde aquí arriba el Cancho nos ofrece una vista muy sugerente e incluso imponente. Pero se ha hecho ya tarde para subirlo. Es hora de bajar, sin más dilación, al refugio libre en que vamos a pasar la noche.
Vista hacia la Covacha
La mole del Cancho
En el descenso nos vemos obligados a ponernos los crampones un poco antes de alcanzar la portilla del Guarro.
Desde la portilla descendemos por la garganta de las Cerraillas. Está ya atardeciendo y las sombras van poco a poco invadiéndolo todo.
Bajada por la garganta de las Cerraillas
Cuando llegamos al pequeño chozo de las Cerraillas serán ya las ocho de la tarde y es noche cerrada. Sorprendentemente nos encontramos con que hay gente en el refugio. Son dos amigos que vienen de Madrid, aunque uno de ellos es de Plasencia.
Cenamos fuera, junto a la pared del refugio, y a la hora de dormir, como no todos cabemos dentro, nos repartimos. Sara, Josete y Juan se meten dentro, mientras Nuria, Jorge y yo optamos por vivaquear detrás del refugio.
A la mañana siguiente nos lo tomamos con calma y nos sentamos en el suelo del refugio a desayunar. Los otros dos chicos han madrugado más y nos han dejado todo el refugio para nosotros.
Vivaqueamos al lado de unas cascadas de hielo
Desayuno
Asombrosa cascada de hielo
Curioso ángulo
El sol comienza a cascar
El chozo de las Cerraillas
La vuelta al coche se hace cómoda. Afortunadamente el sendero que discurre por esta parte está despejado y bajamos sin mayores problemas, cruzando varios arroyos, entre ellos el de Navalagüesa.
En marcha
Abandonamos la garganta de las Cerraillas
La Covacha
Recta final
Bajando a Navalonguilla se pasa junto a una fuente
En el bar de Navalonguilla nos sacamos unas banquetas a la calle para tomarnos unos botellines. La temperatura es primaveral y se está de vicio fuera.
En el bar Pedro de Navalonguilla
Los piornos en la cultura gredense
Sus ramas han sido tradicionalmente objeto de aprovechamiento por los habitantes de los pueblos serranos. Con ellas se entretejía el techo de los chozos pastoriles que se extendían por toda la sierra. Y también se fabricaban escobas para barrer las casas o se echaban sobre los camastros, a modo de rústicos colchones o somieres en los que echarse a descansar.
Enlaces:
No hay comentarios:
Publicar un comentario