lunes, 28 de mayo de 2012

Por el Bosque de Riofrío y el Soto de Revenga (20 de mayo de 2012)

Teniendo en cuenta que el pronóstico para el fin de semana era de tiempo inestable con posibles lluvias, no nos planteamos hacer una ruta propiamente montañera. Optamos esta vez por el senderismo en llano. Esto demuestra que somos gente con recursos, con cintura y que nos quedan aún muchos conejos... en la chistera.
El objetivo era conocer dos espacios naturales que se extienden por el piedemonte segoviano de nuestro querido Guadarrama: el Bosque de Riofrío, un cazadero al que nuestros Borbones han ido con frecuencia a pegar tiros, y el Soto de Revenga, una dehesa comunal poblada de seculares fresnos.
Echamos a andar desde Revenga cuando aún no ha dejado de llover y por la calle del Pozo y la plaza de San Roque tomamos el camino que sale del pueblo y pasa junto a la ermita de San Roque.


Es un camino empedrado a tramos, que al principio discurre entre campos salpicados de encinas para más adelante hacerlo entre verdes praderas cercadas por muretes de piedra. Unas vacas que pastan en el prado se nos quedan mirando fijamente. ¿Pero es que tenemos monos en la cara?


Cruzamos la autovía de peaje a Segovia y la vía del ferrocarril por un paso elevado, y en poco tiempo llegamos a la Puerta de Castellanos, una de las cuatro puertas que se abren en el muro de piedra de 12 km. de perímetro que delimita el Bosque de Riofrío, cerrada permanentemente al público, cosa que por otra parte ya sabíamos o ya habíamos leido. Todo controlado. Aquí se estudia bien la partitura antes del concierto. Se trata de desafinar lo menos posible.

Puerta de Castellanos

A partir de aquí caminamos un rato por el arcén de la carretera en dirección a Navas de Riofrío, cruzando el río de dicho nombre tras una serie de curvas bastante cerradas. No es una carretera en la que haya mucho tráfico, por fortuna.


A pesar de que hace un rato lucía el sol, entramos en Navas de Riofrío bajo una fuerte granizada. En primavera ya se sabe que el tiempo está como una cabra.


Pretendemos tomar desde este pueblo un atajo que nos lleve hasta la entrada al Bosque de Riofrío. Tras algunos titubeos y preguntar a dos vecinos, parece que damos con un camino que tira en la buena dirección.

Llegamos frente a la Puerta de Madrid, donde hay un control de acceso al Bosque de Riofrío. El guarda nos informa de que no está permitido entrar con perro, ni siquiera llevándolo atado, lo que obliga a Marcelo, que ha traido hoy a Cacho, a quedarse fuera.
A Marcelo y Cacho no les va a quedar otra que rodear el muro perimetral del Bosque de Riofrío por donde hemos venido y reunirse con nosotros en la Puerta de Hontoria, situada en el extremo opuesto de esta otra en la que estamos.

El Bosque de Riofrío es un antiguo coto de caza, situado a dos leguas a poniente de La Granja, que el rey Felipe V solía frecuentar y que su segunda esposa, la parmesana Isabel de Farnesio, adquirió en 1752, cuando ya había enviudado de él, para mandar construir un palacio.
La visita a este espacio está sometida a severas restricciones: peatones y ciclistas no deben abandonar la carretera que lo atraviesa; los coches pueden circular pero sin superar los 50 km./hora ni detenerse.

El Palacio de Riofrío, de aires italianos, tiene planta cuadrada de 84 metros de lado y tres plantas de altura. La Farnesio residió en él apenas unos pocos años. Con posterioridad solo ha sido utilizado por nuestros reyes en sus habituales jornadas de caza, si exceptuamos las breves estancias de Francisco de Asís, marido de Isabel II, y de Alfonso XII, que pasó aquí unos días en 1878 tras la muerte de su joven esposa María de las Mercedes.
El edificio se halla situado sobre una plataforma en alto, desprovista de arbolado, lo que hace que pueda distinguirse con claridad cuando se camina por la Mujer Muerta y otras alturas de nuestra sierra.



El Bosque de Riofrío es una dehesa poblada por encinas y fresnos de porte corpulento, en la que resulta relativamente fácil avistar gamos e incluso ciervos. así como diversas rapaces, fundamentalmente milanos, águilas y buitres.




Atravesamos el bosque siguiendo la carretera de punta a punta y cumpliendo la normativa escrupulosamente. Es un trayecto de unos tres kilómetros y medio que se extiende entre la Puerta de Madrid, por la que hemos entrado, y la Puerta de Hontoria, en la que nos van a estar esperando Marcelo y Cacho.
En los avistamientos no tendremos mucha suerte y apenas divisaremos un pequeño grupo de cuatro o cinco gamos a bastante distancia. Quizá sea porque este tiempo tormentoso los ahuyenta o porque el amanecer y el atardecer son momentos más propicios para que se dejen ver.
Cuando ya estamos llegando a la Puerta de Hontoria, nos damos la vuelta para contemplar una hermosa vista del palacio, que queda en alto, con el fondo de la Mujer Muerta, cubierta por la nieve que ha debido de caer esta misma noche.


Al otro lado del muro, tras reunirnos de nuevo con Marcelo, nos sentamos a comer en una campa con buenas vistas. Como ya es habitual en él, Marcelo ha traido tortilla de patata y Maite nos sorprende con un poco de pacharán de la cosecha de Irati.


De camino a Hontoria nos saldremos de la carretera, caminaremos un rato campo a través y saltaremos algunos cercados de piedra. Incluso cruzaremos las vías del tren.


A la entrada de Hontoria nos llama la atención un nido de cigüeñas que hay en lo alto de un poste de electricidad. Nos preguntamos por qué las temerarias cigüeñas eligen una ubicación tan peligrosa para su hogar y si más de una no morirá a consecuencia de una descarga eléctrica.


En Hontoria tomamos el GR-88, que en su mayor parte discurre por tierras segovianas y que viene a ser una variante del GR-10, con el que enlaza en el collado del Hornillo (Montes del Escorial) y en el embalse del Pontón de la Oliva.
Este tramo del GR-88 que vamos a hacer, entre Hontoria y Revenga, sigue el trazado de la Cañada Real Soriana Occidental.

Un poco antes de llegar al depósito de agua de La Atalayuela

Pasamos junto al depósito de agua de La Atalayuela, salvamos la autopista de peaje a Segovia por un paso elevado y, nada más cruzar la carretera asfaltada que une los reales sitios de La Granja y Riofrío, entramos en el Soto de Revenga, una hermosa dehesa comunal a la que los vecinos del pueblo sacaban sus vacas a pastar.
Dejamos a nuestra izquierda la ermita románica de Santa María.
Las verdes praderas, encharcadas con las lluvias primaverales, aparecen salpicadas de hermosos y centenarios fresnos, aunque hay también alguna que otra encina. Hasta mediados de los ochenta predominaban los olmos sobre los fresnos pero la plaga de la grafiosis dio al traste con ellos.





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