martes, 24 de diciembre de 2013

De Cotos a las lagunas de Peñalara (8 de septiembre de 2013)

En esta ruta la intención era ir en busca de los últimos neveros del Peñalara y es que en este año abundante en nieves, caídas mayoritariamente en primavera, aún resisten algunos neveros, a pesar de estar ya a finales del verano, fenómeno que no se daba desde hace veinte o más años. En el foro de Sistema Central había leído un hilo en el que hablaban de algunos neveros de la sierra que habían aguantado todo el mes de agosto. En concreto, mencionaban un nevero situado por debajo de la laguna de los Pájaros, que hacia el 27 de agosto aún tenía un cierto grosor.
 
Nuestra idea es salir de Cotos (1.830 m.), donde nos encontramos con una senderista que conocemos, inmersa en un plan supersecreto del que no podemos decir ni pío, y descender suavemente por el camino del Palero.
 
 
Por los pinares del Guadarrama
 
 
Un senderista pensativo
 
 
Cómodamente llegaríamos hasta la Sillada de Garcisancho (1.673 m.), donde sentaríamos nuestras posaderas un breve instante.
 
 
Llegando a la Sillada de Garcisancho


Un breve relax

 
Desde aquí remontaríamos en dirección a la Hoya de Pepe Hernando para, llegados a un punto, torcer hacia la derecha y caminar a media ladera, manteniéndonos en torno a la cota de 1.950 metros un buen rato hasta presentarnos en la laguna del Operante (1.943 m.), que se encontraba completamente seca.
 
 
A la izquierda, el cerco seco de la laguna del Operante
y al fondo se extiende el valle del Lozoya
 
 
Ascenderíamos ahora por el cauce del arroyo de los Pájaros en busca del nevero mencionado, del cual, todo hay que decirlo, no encontraríamos ya ni rastro.
 
Un tanto cariacontecidos, nos sentaríamos a comer, bien abrigadicos, junto a la laguna de los Pájaros (2.175 m.), idílico paraje.
 
 
Laguna de los Pájaros
 
 
Una senderista en apuros
 

Tras la comida, retornaríamos a Cotos por el conocido sendero que va bordeando la laguna de los Claveles y las Cinco Lagunas. Nos sorprende el predomino del color verde, casi primaveral, en toda esta zona.
 
 
Cinco Lagunas

Nos acercaríamos un momento a la laguna de Peñalara para comprobar que por encima de ella aún sobrevive un nevero. La vigilante que allí estaba, conocida de Yolanda, nos informa de que el nevero que quedaba por debajo de la laguna de los Pájaros debió de desaparecer sólo hace cuatro días. No conseguimos llegar a tiempo. Nos quedará el consuelo de tomarnos una cervecita en el pueblo de Navacerrada.
 
 
 

 

Ascensión al Posets desde el refugio Ángel Orús (1 a 3 de noviembre de 2013)

Natalia fue esta vez quien hizo una propuesta pirenaica. Natalia hizo de Seche. La propuesta de Nataseche consistía en ascender al Posets o Tuca de Llardana (3.375 m.), que es la segunda elevación de Pirineos.
 
De todas las variantes existentes para subir al Posets conseguimos que Nataseche se decantara por hacerlo desde el refugio de Ángel Orús, que es la más fácil. Y es que Nataseche no es aún consciente de que se ha topado con un grupo montañero formado por cagarras, con la honrosa excepción de Jorge BS, todo sea dicho.
 
El primer día nos dimos el madrugón para ponernos en viaje. Quedamos con los mozos de las berlingos en Avenida de América, si la memoria no me falla. Es que escribo esta crónica casi dos meses después de los hechos, a lo cual hay que añadir que uno ya no tiene la memoria de cuando cursaba la E.G.B. Buena culpa de ello tienen las anfetas y otras sustancias psicotrópicas que me metí pal cuerpo en aquellos años en que estaba matriculado, sólo matriculado, en la universidad.
 
Perdón por desviarme del tema, pero es que tengo una cierta tendencia a la dispersión. Recuerdo que paramos a tomarnos el café en un pueblo, que podría estar en Guadalajara o quizá ya en Zaragoza. Quién lo sabe.
 
Con Albert, que venía de Barcelona, nos juntamos a comer en unas mesas al aire libre que hay a la altura de El Run. ¿Era así?
 
Nada más pasar Eriste cogemos una pista a mano izquierda de la carretera que sube, trazando varias revueltas, hasta la Pleta de Estallo (1.550 m.), donde hay un aparcamiento y donde dejamos las furgos. Son casi 5 kilómetros de pista en aceptable estado.
 
Desde el aparcamiento iniciamos la subida, llegando enseguida al puente d'Espigantosa, junto a la cascada del mismo nombre.
 
 
Cascada d'Espigantosa


En la subida por el barranco del Paso del Oso contrasta el verde oscuro de los pinos con los ocres de los robles y otras especies caducifolias.


Contrastes cromáticos


Remontando el barranco 


En poco más de dos horas estamos en el refugio de Ángel Orús (2.150 m.), casi un hotel de montaña. Por motivos económicos algunos compañeros tenían ya decidido dormir en tiendas en los alrededores. 
 
 
El refugio
 
 
El segundo día es el de la cumbre. Se remonta el valle de Llardaneta hasta dar con la entrada a la Canal Fonda, en la que nos encontramos con algunos neveros que han resistido toda la temporada. La subida tiene tramos algo empinados y en algún tramo resulta un tanto empinada por la presencia de piedrecilla suelta.
 
 
Salimos del refugio
 
 
Cruzamos el arroyo de Llardaneta
 
 
Sorprendidos por nuestro buen ritmo, alcanzamos el collado que hay al pie del Diente de Llardana en un tiempo récord. Récord para nosotros, quiero decir. Desde ahí hasta la cumbre queda ya sólo el último arreón, en el que la manada se dispersa.
 
 
El único montañero de verdad
 
 
Al pie del Diente de Llardana
 
 
Hay un corto tramo de cresta ligeramente aérea, pero no resulta complicada, ni siquiera para gente de escaso nivel como nosotros. Disculpadme si a alguien le baja la autoestima leyendo esto, pero no es mi intención.
 
 
 
 
El caso es que vamos llegando a la cumbre con cuentagotas. Los primeros aún disfrutaremos de vistas parciales hacia el sector del Perdiguero, pero la niebla irá echándose rápidamente y quedará todo cubierto. Al menos nos haremos la inevitable foto de cumbre, tras los habituales abrazos, besos y magreos, con mención especial para Nataseche, que fue muy magreada por haber sido quien lanzó la propuesta y porque estaba exultante por haber superado el reto.
 
 
Júbilo en la cumbre
 
 
Como en la cumbre el tiempo era algo desapacible, decidimos perder algo de altura para sentarnos a comer al pie del Diente de Llardana.
 
De vuelta al refugio de Ángel Orús, algunos pasaríamos en él nuestra segunda noche. No seríamos más de 20 las personas alojadas en esta noche de sábado, todo lo contrario que la víspera, en la que el refugio estuvo bastante lleno.
 
El tercer día fue el de la bajada a los coches y vuelta a casa. Hay que mencionar que hubo un espontáneo que se bañó en una poza. Y ojo, que estábamos ya a 3 de noviembre.
 
 
El bañista
 
 
Albert nos pagó una ronda en el bar con terraza de Eriste y es que era su primer tres mil. Y luego volvimos a parar a comer en Graus. Y de ahí para casa.
 
 
Embalse de Eriste
 
 
 
 
 
 
 

domingo, 13 de octubre de 2013

Observando aves por Garganta de los Montes (12 de octubre de 2013)

Tal y como tenía previsto para hoy, llegué al pueblo de Garganta de los Montes para hacer una ruta fácil; la que comenté anteriormente.
Después de tomar un café en el único bar abierto, a las 8:45 encendí mi nuevo GPS para seguir la ruta. Resulta que la ruta se quedó en el ordenador y no en el GPS.



 
No puede ser difícil llegar al río Lozoya y volver, pensaba yo.
Hacía un día estupendo aunque bastante frío.
Después de una hora andando estaba más perdido que un heavy en una biblioteca.
¿Qué hago?



 
Recordé que siempre, cuando salimos con el grupo, la rutina es más o menos la siguiente:
Primer paso: andar 4 horas para arriba
Segundo paso: andar 2 horas para abajo
Tercer paso: tomar una cerveza.
Siguiendo esa lógica empecé a subir hasta dar con una cerca de alambre de coto de caza.
Tiré a la izquierda para ir subiendo (obviamente) y después de un rato paré para beber agua y cerrar los ojos unos minutos.


 
Me desperté por dos razones: primero, algo estaba mojando mi cara, y segundo, escuché unos tiroteos que sonaban como Kandahar en 1982.
Era un perro de los cazadores que estaban haciendo una guerra por la montaña, que limpiaba mi cara.
Empecé a subir otra vez y encontré otro desafío, un toro negro con cuernos enormes en el cual mi pobre persona despertó su curiosidad.
Cada vez que yo intentaba subir, se acercaba él, y en cuando me paraba yo, se paraba él.
Nos separaban 10 metros de distancia, 4 alambres de púas y 5 millones de años de evolución, pero a mí todo esto me parecía mucho menos.


 
 
Después de una hora de este punto muerto, el animal recordó su función principal en esta vida, que es comer hierbas.
Dije una oración en silencio por el bienestar del alma de quien inventó el papel higiénico y seguí p'arriba.
Por el camino vi unas vacas y algunos caballos, hasta llegar al pico, que según el maldito GPS se llama Mondalindo y está a una altura de 1835 m.
 



 
 
 
 
 
En otro pico, con unas instalaciones de telecomunicaciones me permití hacer una foto yo a mí mismo con un temporizador.


 


También conseguí el objetivo principal de esta excursión, que era hacer fotos a las aves de sierra.
Hasta hice una foto de su casa.


 




 
Se nota que el otoño ya esta aquí, hay frutas del otoño por todos lados, seguro que algunas de ellas sirven para hacer un licor delicioso (hola, Alfredo).



A las 4:30, después andar 21 kilómetros con un desnivel de 730 metros, me tomé una bien merecida cerveza.



 
 

martes, 16 de julio de 2013

De Cuevas Labradas a los cortados de los ríos Gallo y Tajo - 1 y 2 de junio de 2013

Esta vez nos acercamos al Alto Tajo, una tierra en la que las aguas del Tajo y de sus afluentes, como el Gallo o el Ablanquejo, han horadado angostos cañones al atravesar los enormes espesores rocosos que constituyen las parameras del Señorío de Molina.

Como acertadamente nos advierte José Luis Sampedro, el alto Tajo no es una suave corriente entre colinas, sino un río bravo que se ha labrado a la fuerza un desfiladero en la roca viva de la alta meseta.
 
En su novela El río que nos lleva Sampedro nos aproxima a estas tierras y nos hace un emotivo retrato de los legendarios gancheros, aquellos rudos hombres encargados de conducir por el río Tajo, aguas abajo, hasta Aranjuez, los troncos de pino que se talaban en los bosques cercanos. Para llevar a cabo su tarea en estos peligrosos descensos se valían de la única ayuda de un palo terminado en gancho. Poéticamente llama Sampedro a estos hombres los pastores de los bosques flotantes. Durante generaciones se practicó este oficio, que se mantuvo mientras resultó más barato transportar las maderadas por el río, aprovechando la corriente. Era sin duda un duro medio de vida el de los gancheros, que terminó por desaparecer a finales de los años 40 o a principios de los 50, a medida que fue imponiéndose el transporte por carretera de la madera sacada, gracias a los camiones.

En muchos casos los gancheros no eran oriundos de estas tierras guadalajareñas, sino que procedían de otras regiones de España, como las sierras andaluzas de Cazorla y Segura, y se acercaban cada temporada en busca de trabajo en las maderadas. Esto explica que los vecinos de los pueblos de las parameras, próximos al Alto Tajo, miraran a los gancheros con recelo, cuando no con animadversión, tal como refleja Sampedro en su novela.
 

Nuestra Señora de la Hoz

Tras parar en Maranchón a comprar pan hacemos una parada en este santuario, ubicado en el fondo de un impresionante cañón o barranco labrado por el río Gallo en las areniscas rojas, formando imponentes paredes y caprichosos monolitos.
Conviene recordar que el Gallo, afluente del Tajo, es el río que pasa por Molina de Aragón y que sus habitantes, los molineses, repiten, no sé si con cierto orgullo o quizá con algo de humor, aquel refrán que dice El Gallo da las aguas y el Tajo se lleva la fama.
 

El santuario, al pie de un paredón de arenisca


Un pescador bien metido en el río Gallo


Un sencillo paseo, un Via Crucis en realidad, nos permite alcanzar en unos veinte minutos un espectacular mirador que nos ofrece una vertiginosa perspectiva de la hoz y sus cortados.


Vista desde arriba


En el siguiente vídeo salen imágenes de este santuario de la Virgen de la Hoz, así como del de la Virgen de Montesinos, que se encuentra a pocos kilómetros de aquí, en el término de Cobeta:





Un paseo por los cortados de los ríos Gallo y Tajo
desde Cuevas Labradas
 
Aunque el paseo tenía una longitud de 17 km. y podía hacerse cómodamente en una jornada, decidimos hacerlo en dos días para estirar más el fin de semana. Y también para pernoctar/acampar/hacer el amor en la noche del sábado, que todo hay que decirlo.
 
Cuevas Labradas es un apartado pueblo, de apenas unas pocas casas, apiñadas al pie de un cerro, al que se llega tras pasar Ventosa y Torete.


El pueblo desde lo alto del cerro, coronado por un curioso campanario exento


Dejamos el pueblo atrás


Al principio caminaremos por entre sabinas dispersas para adentrarnos más adelante en el pinar.
Algún que otro cartel nos informa de que los bosques que nos rodean son de titularidad privada y se explotan de cara a la recolección de trufas.
 
En esta primera jornada nos limitaremos a llegar hasta el hermoso paraje de la Fuente del Hontanar, en el que existe un pequeño refugio libre.
 
 
El refugio de la Fuente del Hontanar y la Loma del Castillo

 
Un aguador en la Fuente del Hontanar


Este paraje se halla emplazado en un coqueto lugar al borde mismo de los cantiles, lo que lo convierte en un estupendo mirador desde el que se abarca una amplia vista, no solo de los ríos Tajo y Gallo, también de las zonas más elevadas de la paramera, llegando a distinguirse los pueblos de Zaorejas y Villar de Cobeta.

Al otro lado del río Gallo se levanta una loma cuya parte superior tiene forma aplanada. Se asemeja a una meseta o cerro-testigo. En el mapa aparece bautizada como Loma del Castillo, topónimo que hace referencia al lugar en el que según una leyenda local se levantó hace siglos el castillo musulmán de Alpetea. No parece haber evidencias históricas de la existencia de dicho castillo. De la leyenda del moro Montesino y de este supuesto castillo árabe nos habla Sampedro en su novela El río que nos lleva:

- ¿Ves aquel monte de enfrente, Irlandés, el más alto de tos, a la derecha del río? -dijo el Cacholo-. Pues allí estaba el castillo de Alpetea, el del moro Montesino.

Aludía a un monte levantado sobre un gigantesco escalón de rocas, y que muy bien tendría trescientos metros sobre el río.

- Desde allí -continuó el Cacholo- se ve... ¡Qué se yo! La torre de Aragón, en Molina..., bueno, media España.

- Ya está Quintín con sus historias -sonrió el Seco, dilatando la boca entre sus grandes orejas.

- ¡Calla tú y escucha, que con esas orejas bien puedes! ¡Vaya, si llegas tú a ser rey hubieran tenido que hacer los duros con asas!

- Siga, tío Quintín -instó el Galerilla, mientras todos reían-. ¿Quién era el moro?

- Pues sea pa entretener la espera... El Montesino era un capitán moro mu valiente, y desde ese castillo tenía negros a los cristianos. Pero un día la Virgen se apareció ahí cerca, en Cobeta, a una pastorcita que le faltaba una mano y le puso la mano y mandó a que la viera el moro. Total, que al ver el milagro de la manquita curada se pasó a cristiano y echó a tos los moros, y se hizo el rey de esta tierra.
 

El estanque


Nos sorprende la presencia de un estanque artificial, alimentado por la caudalosa fuente, que no venía mencionado en la descripción que manejábamos. Pese a que el día era fresco y el agua estaba más fresca aún, un valiente espontáneo decide darse una zambullida y hacerse unos largos.


El hombre-pez y la mirona


Es aún media tarde y queda tiempo para la tertulia, para incluso leer un fragmento de la novela de Sampedro, para dar un paseo hasta que anochezca, para cenar tranquilamente y para apurar hasta la última gota el orujo de hierbas, el tostado y el de café que quien imaginan ha traído.
 
Realmente nadie durmió dentro del refugio. Algunos hicimos un medio-vivac en el porche que hay por su parte trasera y otros, los más puristas, hicieron un vivac con todas las de la ley entre los pinos de los alrededores. La noche fue algo fresquita, a pesar de que estamos ya a primeros de junio.
 
Al día siguiente completamos la ruta circular, acercándonos a varios balcones desde los que contemplar el puente de San Pedro y la unión de los ríos Tajo y Gallo.


Temperatura fresca por la mañana

 
Vamos virando suavemente hacia la izquierda y adentrándonos en el cañón del Tajo, que remontaremos durante un buen rato.
Al otro lado del Tajo, en la ladera de enfrente, se yergue un paredón rocoso de 300 metros de altura, coronado por el mirador de la Escaleruela.


El cañón del Tajo

La Escaleruela es, en realidad, una angostura que forma el Tajo un poco antes de alcanzar la desembocadura del Gallo y que también menciona Sampedro en uno de los capítulos de El río que nos lleva. En esta angostura, en la que además había un desnivel o escalón en el que las aguas del río encadenaban sucesivos rápidos o raudales, los gancheros, según cuenta Sampedro, tenían que trabajar arduamente para que los troncos o maderos no se atascaran.

Llega un momento en que nos alejamos definitivamente del río, dándole la espalda, y trepamos bruscamente hacia lo alto de la paramera para poner rumbo al pueblo de Cuevas Labradas. Llegaremos al pueblo a tiempo. El barecillo está aún abierto y nos da tiempo a tomarnos un par de botellines, que acompañamos con las existencias que aún nos restan en los macutos.
 
 
Una vieja máquina agrícola a las afueras del pueblo


A la sombra de un árbol, junto a un bar y el frontón


Matao a consecuencia de la dureza de la ruta


A continuación dejamos aquí un documental producido por RTVE para la serie Esta es mi tierra, en el que nuestro admirado y querido José Luis Sampedro da un repaso a su trayectoria vital. Hay, como es lógico, referencias al Alto Tajo, a sus gancheros y sus maderadas, pero también a Tánger, a Aranjuez o al pequeño pueblo soriano de Cihuela:




La novela El río que nos lleva sería llevada al cine, en una película dirigida en 1988 por Antonio del Real y protagonizada, entre otros, por Alfredo Landa, de la que ofrecemos unos fragmentos: