Tal y como tenía previsto para hoy, llegué al pueblo de Garganta de los
Montes para hacer una ruta fácil; la que comenté anteriormente.
Después
de tomar un café en el único bar abierto, a las 8:45 encendí mi nuevo GPS para
seguir la ruta. Resulta que la ruta se quedó en el ordenador y no en el GPS.
No
puede ser difícil llegar al río Lozoya y volver, pensaba yo.
Hacía
un día estupendo aunque bastante frío.
Después
de una hora andando estaba más perdido que un heavy en una biblioteca.
¿Qué hago?
Recordé
que siempre, cuando salimos con el grupo, la rutina es más o menos
la siguiente:
Primer
paso: andar 4 horas para arriba
Segundo
paso: andar 2 horas para abajo
Tercer
paso: tomar una cerveza.
Siguiendo
esa lógica empecé a subir hasta dar con una cerca de alambre de coto de
caza.
Tiré
a la izquierda para ir subiendo (obviamente) y después de un rato paré para beber
agua y cerrar los ojos unos minutos.
Me
desperté por dos razones: primero, algo estaba mojando mi cara, y segundo,
escuché unos tiroteos que sonaban como Kandahar en 1982.
Era
un perro de los cazadores que estaban haciendo una guerra por la montaña, que
limpiaba mi cara.
Empecé
a subir otra vez y encontré otro desafío, un toro negro con cuernos enormes en
el cual mi pobre persona despertó su curiosidad.
Cada
vez que yo intentaba subir, se acercaba él, y en cuando me paraba yo, se paraba
él.
Nos
separaban 10 metros de distancia, 4 alambres de púas y 5 millones de años de
evolución, pero a mí todo esto me parecía mucho menos.
Después
de una hora de este punto muerto, el animal recordó su función principal en
esta vida, que es comer hierbas.
Dije
una oración en silencio por el bienestar del alma de quien inventó el papel
higiénico y seguí p'arriba.
Por
el camino vi unas vacas y algunos caballos, hasta llegar al pico, que según el
maldito GPS se llama Mondalindo y está a una altura de 1835 m.
En
otro pico, con unas instalaciones de telecomunicaciones me permití hacer una
foto yo a mí mismo con un temporizador.
También
conseguí el objetivo principal de esta excursión, que era hacer fotos a las aves
de sierra.
Se
nota que el otoño ya esta aquí, hay frutas del otoño por todos lados, seguro que
algunas de ellas sirven para hacer un licor delicioso (hola, Alfredo).
A las 4:30, después andar 21 kilómetros con un desnivel de 730 metros, me tomé una bien merecida cerveza.
A las 4:30, después andar 21 kilómetros con un desnivel de 730 metros, me tomé una bien merecida cerveza.
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