Como todos los años por estas fechas, tuvo lugar la llamada ruta del turrón o, si lo prefieren, del polvorón, que tanto monta, monta tanto.
La propuesta en sí consistía en subir a Siete Picos desde el puerto de Navacerrada y volver por el camino Schmid. Nada original dirán algunos y quizá no les falte algo de razón pero a ellos les diremos que lo importante era reunirnos, vernos los caretos, echarnos unas risas y esas cosas que ya saben, lo de ponernos una bolsa de plástico en la cabeza y todo eso. Ah, ¡que no lo saben...! Pues me lo callo. Ustedes se lo pierden por no venir.
Tras los cafés de rigor en Dos Castillas echamos a andar. Hay nieve, pero tampoco mucha, lo que significa que hay que ir con cierto cuidado para no pisar ninguna placa de hielo. En breve, tenemos a la vista el primer objetivo del día, el Alto del Telégrafo, coronado por la estatua metálica de la Virgen de las Nieves.
Residencia de los Cogorros y Peñalara coronado de blanco
Con la Virgen de las Nieves
Otro arreón y ya estamos en el primero de los Siete Picos, realmente el Séptimo Pico, pues vamos a ir pasando junto a ellos en orden inverso.
Una nueva parada técnica
Caminando por un terreno mixto de roca y nieve iremos progresando y rodeando los siguientes picos por su base. El día era magnífico, no sé si ya lo he dicho.
Progresamos adecuadamente
Los estómagos comienzan a rugir. El reloj biológico nos indica que ha llegado la ahora del papeo. A tal efecto, perdemos altura desde el Segundo Pico y buscamos un lugar resguardado orientado a la solana. Los baños de sol son mano de santo ahora que estamos ya casi en invierno y además proporcionan vitamina D, por si no lo sabían.
Perdemos un poco de altura
Comimos tan ricamente, disfrutando de los rayos solares. A los postres, aparecieron el turrón, el mazapán y los mantecados. También el té y los licores. Luego la conversación derivó inevitablemente hacia las bolsas de plástico. Yo te pongo una bolsa de plástico en la cabeza o tú me la pones a mí, y ya saben. Imagino que ya lo han pillado.
Reanudamos la marcha para descender hacia el Collado Ventoso, donde nos haríamos una simpática foto un tanto escenográfica.
Raquel escoltada por el resto
A continuación descenderíamos hasta el camino Schmid para retornar por él hasta el punto de partida. Resultó algo delicado atravesar la pista de esquí de El Bosque, pues la nieve estaba algo helada y había riesgo de resbalarse.
Llegados al puerto de Navacerrada, hubo aún tiempo de volvernos a tomar algo en la cafetería y de juntarnos con Chuso, que había estado haciendo una ruta en bici por la zona. Y algunos hasta nos hicimos un selfie, como Obama en los funerales de Mandela, con ayuda del móvil de Paloma.
El selfie
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