lunes, 20 de abril de 2015

De Las Navas del Marqués a los Altos de Cartagena (19 de abril de 2015)

A la de hoy podríamos calificarla de ruta eólico-bovina. El destino, el pueblo abulense de Las Navas del Marqués, al que se llega desde El Escorial. La ruta combinará los rebaños de vacas avileñas y los aerogeneradores de los Altos de Cartagena (sierra de Malagón), cuyas cotas más destacadas son los cerros de Navazuelo (1.642 m.), de Cirunalejo (1.640 m.) y de Mesada (1.569 m.).
 
Los tres autos locos se ponen en marcha. Dos de ellos, un Skoda Octavia y un C4 parten de Moncloa. El otro, un Skoda Fabia, viene desde la antigua capital del reino visigodo y tiene previsto hacer escala de camino para recoger a otros pasajeros.
La conductora del Skoda Octavia empuña con firmeza el volante y, haciendo gala de una absoluta clarividencia, nos lleva a nuestro destino por el mejor de los caminos posibles, sin el menor asomo de duda, sin vacilar en ninguna de las múltiples rotondas con las que iremos encontrándonos. El conductor del C4, a rebufo, se deja llevar. Así se las ponían a Fernando VII.
 
 
Los once de esta ruta
 
 
Llegados a Las Navas, entramos en el bar Nacional para el café. Los del Skoda Fabia nos comunican que vienen con ligero retraso. Algún imprevisto o contingencia en forma de carrera popular, corte de tráfico o rotonda cambiada de sitio tiene la culpa. Pero el Skoda Fabia recupera el tiempo y vuela, dejando Guadarrama a un lado y al otro El Escorial. Presto comienza a remontar prodigiosamente las revueltas de la Cruz Verde, rugiendo su motor como el león de la Metro.
 
Las Navas del Marqués no pasa de los 6.000 habitantes, aunque en época estival multiplica al menos por cinco su población. En su escudo luce trece roeles (en Heráldica se llaman así las piezas redondas de los escudos de armas), que constituyen la divisa de los Dávila, primero Señores y luego Marqueses de estos lares. Algunos escaparates y ventanas exhiben carteles con un crespón negro, en los que se demanda justicia y es que, como Marcelo nos contará, se ha producido en la localidad hace unas semanas un trágico crimen.
El edificio más emblemático es el castillo-palacio de Magalia, mandado construir hacia mediados del siglo XVI por Pedro Dávila, primer Marqués de Las Navas, un título que le fue concedido en 1533 por Carlos I en reconocimiento a la ayuda prestada a la Corona durante los levantamientos comuneros. Tras haber sido objeto hace años de una rehabilitación, funciona en la actualidad como centro de eventos, congresos y reuniones de empresa, gestionado por el Ministerio de Cultura.
 
 
Castillo de Magalia
 
 
Echamos a andar desde Las Navas por la parte trasera del castillo de Magalia. Ahí está la Fuente del Risco, de la que mana un potente caño de agua. Tiramos por la pista de tierra que sale de frente, dejando a la izquierda el convento de Santo Domingo y San Pablo, y a nuestra derecha el Risco de Santa Ana.
 
 
Fuente del Risco
 
 
En las sucesivas desviaciones dejaremos que los expertos tiren por intuición monte arriba. Pronto entramos en el robledal, por el que ascendemos suavemente. Empezamos a ver ganado, primero caballos y luego las simpáticas vaquitas avileñas. Si fueran vaquitas frisonas, esto sería un fraude.
 
 



 
Nos desviamos a nuestra izquierda y, tras cruzar una carretera asfaltada, tiramos hacia los primeros aerogeneradores y alcanzamos el cerro de Mesada (1.569 m.), con vértice geodésico, tras superar un último repecho.
 
 
 
 
 
 


Las Navas
 
 
Caminaremos hacia poniente por la pista que da servicio al parque eólico. El zumbido de las aspas al girar se hace un tanto molesto y decidimos ir bajando hacia el arroyo de Valtraviés, que unos kilómetros más allá se una al río Cofio. En una campa próxima al cauce de agua nos sentamos a comer. Las vaquitas salen de estampida a medida que nos acercamos. Una valla marca la divisoria provincial entre Ávila y Segovia.
 
 
 



Embalse de Valtraviés




Tras algo de siesta y la animada charla, continuamos la marcha y ascendemos hasta el puerto del Descargadero (1.595 m.), en el que se ubica una subestación del parque eólico. Don Quijote, cuando el episodio de los molinos de viento, no tuvo que enfrentarse a tanta tecnología.
 
 
 
 
Al otro lado del puerto nos topamos con un postecito que nos indica que por aquí baja la Senda Larga (SL), una de las dos variantes de la ruta turística La Dehesa Boyal y El Páramo (la otra es lógicamente la Senda Corta). Las vaquitas avileñas pastan apaciblemente por las verdes praderías que ascienden hasta el puerto.
 
 
 
 
 
 
Seguimos los postes, pasamos junto a la Fuente del Perdigón y, dando un rodeo por un bonito robledal, desembocamos de vuelta en el pueblo (otros preferirán tirar por la directa).
En lo meteorológico hemos tenido de todo. Invierno por la mañana y ahora por la tarde una primavera por momentos estival.
 
 


 
 
Pintadas urbanas


Nos sentamos en la terraza del bar Nacional, más bien un par de mesas y unas improvisadas sillas dispuestas en la acera. Quedará para otra vez conocer la taberna irlandesa Celtic Druid.
 
 
 
 
Bibliografía
Las mejores excursiones por las sierras desconocidas de Ávila (ver ruta nº 4). Por José Manuel Martín. Ediciones El Senderista.
 
Documentos

Enlaces
Altos de Cartagena (por Andrés Campos)

Cartografía
Sierra Oeste y Tierra de Pinares. A escala 1:50.000. La Tienda Verde.
Hoja nº 532 del Servicio Cartográfico del Ejército.

sábado, 18 de abril de 2015

Del Pontón de la Oliva al Cancho de la Cabeza (12 de abril de 2015)

Nosotros, al contrario que otros grupos, no necesitamos reclutar a miembros y moderadores por las cafeterías. De vez en cuando, hoy ha vuelto a pasar, se nos apunta gente nueva a las rutas. Es el poder de nuestra marca, la marca Sendas, que se asocia a valores como la seriedad o la sensatez.


En el Cancho de la Cabeza


Hoy hemos hecho una ruta muy redonda, amén de circular, comenzando junto al embalse del Pontón de la Oliva (hemos dejado los coches en el aparcamiento que hay próximo). Siguiendo parcialmente el GR-10 hemos pasado por Patones de Arriba, donde estuvimos tentados de quedarnos a comer un lechazo.
















A partir de aquí hemos seguido durante varias horas las marcas de la Senda del Genaro (GR-300), un sendero de gran recorrido que rodea el embalse de El Atazar e inicialmente sube hasta el Cancho de la Cabeza (1.254 m.). Desde esta cumbre se disfruta de unas vistas prodigiosas sobre las aguas de El Atazar. La hora y la temperatura bonancible nos empujan a hacer una larga parada para comer y echar la siesta.




















Al ponernos en marcha otra vez, bajamos hacia el poblado de la presa. A pesar de que el sendero está perfectamente balizado, lo perdemos en un cortafuegos y nos vemos obligados a andar unos metros por la carretera. No tenemos perdón. 






Conectamos nuevamente con la Senda del Genaro y descendemos hasta el río Lozoya, que a esta altura dibuja un meandro muy cerrado. 
Para retornar hasta el punto de partida hemos de tomar ahora el GR-88, que sigue el curso descendente del río y pasa junto a la pequeña presa de Navarejos, construida en un ya lejano 1860.




Presa de Navarejos


Pasamos junto a varias bocaminas. Y es que a nuestro lado discurre invisible el canal de la Parra, que entró en servicio en 1858 y formaba parte de las primitivas infraestructuras hidráulicas que por vez primera abastecieron de agua potable a la ciudad de Madrid. Como en este tramo el canal no es sino un túnel excavado en el subsuelo y la roca, se abrieron durante su construcción varias minas de ataque o galerías horizontales, que servían para acceder hasta él, facilitando la entrada de los trabajadores, el transporte de materiales y la retirada de toda la piedra que hubo que picar.
El bosque de ribera es de una gran riqueza (fresnos, sauces, álamos, alisos, saúcos, escaramujos, vides silvestres, etc.).
Aprenderemos también que la celedonia o hierba verruguera es una planta con propiedades medicionales, por cuyo tallo y hojas circula una savia o látex de color amarillo anaranjado que puede utilizarse para tratar problemas de piel, eliminar verrugas o callosidades, o desinfectar pequeñas heridas. Como si fuera un betadine natural.




 Una mata de celedonias






En Patones de Abajo entramos en el bar Manolo, que está frente al Melones, al otro lado de la carretera, y es un templo de referencia para los escaladores, en el que suelen recalar tras dar por concluida su actividad deportiva en las paredes del Pontón de la Oliva. Los bocatas que vimos sacar de la cocina tenían muy buena pinta.