Es Babia una comarca montañosa del norte de León, limítrofe con Asturias, tierra de trashumancia y de jugosos pastos, que los concejos babianos tradicionalmente arrendaban para uso del ganado. Hasta aquí subían a pasar el verano, en busca de pastos, los rebaños de ovejas merinas procedentes de las dehesas de Extremadura. Y también subían con sus vacas los vaqueiros de alzada, pero en este caso desde los valles asturianos, en un movimiento trashumante de más corto recorrido que el anterior.
En Babia pasaban también largas temporadas, distrayéndose y tratando de olvidarse de los ingratos problemas de gobierno, los monarcas del antiguo reino de León. De ahí que la expresión estar en Babia haya pasado a significar vivir ajeno a los problemas o no enterarse de lo que pasa.
Peña Ubiña al atardecer, desde Torrebarrio
A Babia nos vinimos esta vez, emulando a los legendarios reyes leoneses y aparcando por unos días nuestros problemas laborales, financieros y sentimentales. Nos quedamos a dormir en el Albergue El Rebezo, abierto en agosto del año pasado en Torrebarrio, una pequeña localidad al pie de las Ubiñas, que pertenece al ayuntamiento de San Emiliano (o Santumichanu en la fabla de por aquí). El albergue lo atiende Gelo, que sirve desayunos y cenas. No hay otro en Babia que sepamos. Comodidad y unas instalaciones prácticamente nuevas. Muy recomendable.
Entrada al albergue
Viendo a José Mota en el salón
Babia, al igual que otras comarcas montañosas del norte leonés, presenta similitudes con Asturias en el habla popular y en las costumbres. Aquí, como en Laciana, se hablaba el pachuezu, un dialecto asturleonés del que han quedado algunos vocablos y bastantes topónimos. Tenemos hórreos en los que se guardaba el grano. Se usaban madreñas, esa especie de zuecos hechos de madera, para el trabajo en el campo. En las fiestas y en las bodas se bailaban el chano y la jota babiana.
La primera noche estuvimos cenando en San Emiliano
Para bailongas
A apenas un par de kilómetros de Torrebarrio se encuentra la iglesia de Candemuela (s. XVIII), en la que trabajaron canteros asturianos. Presenta planta de cruz latina y una sola nave.
En San Emiliano, capital de Babia de Abajo o Babia de Yuso, hay bares, restaurantes y tiendas de alimentación.
En Riolago de Babia se encuentra la Casa del Parque de Babia y Luna, en el antiguo Palacio de los Quiñones (s. XVI), de estilo renacentista, que pertenecía a los que fueron señores de estos valles durante centurias. En la Panadería Alonso pueden comprarse pastas y empanada. Desde el pueblo pueden realizarse excursiones de gran interés, que tendremos que dejar para otra ocasión, como la que lleva a la laguna de El Chao o las ascensiones al Alto de la Cañada (2.154 m.) o a La Penouta (2.099 m.), dos de las cimas más altas de la sierra de Villabandín. que cierra Babia por el sur, separándola de Omaña, otra comarca leonesa.
Iglesia de Candemuela
Palacio de los Quiñones y fuente en Riolago de Babia
De Torrestío a los Lagos de Saliencia
Ruta de ida y vuelta: 13 kms. y casi 400 m. de desnivel.
Punto de partida: Torrestío (1.360 m.), pequeña localidad babiana, en la que se conservan varios hórreos.
Esta ruta está señalizada por el ayuntamiento de San Emiliano, que ha publicado un pequeño folleto de mano. Puede también consultarse el libro Las mejores excursiones por Asturias (ruta nº 15), editado por El Senderista, cuyo autor es José Manuel Quesada.
Los Lagos de Saliencia, que encontramos tapados por la nieve, se hallan dentro de los límites del Parque Natural de Somiedo (Asturias), al pie de los Picos Albos (2.109 m. y 2.071 m.). Destacan el Lago de la Cueva o de la Mina, el Lago de Cerveriz y el Lago Negro o de Calabazosa, que es el más extenso y profundo (60 m. de calado). Además de ellos hay varias pequeñas lagunas, de las que solo visitamos la de La Almagrera, reducida a apenas una charca en verano.
Hórreos en Torrestío
Desde Torrestío comenzamos a remontar el valle de Sañedo, por el que desciende el arroyo de la Forcada.
Al fondo, el macizo de Ubiña
Llegando a la Farrapona
Tras unos 4 kms. alcanzamos el alto de la Farrapona o collada de Balbarán (1.707 m.), en el límite provincial de León y Asturias. Nos encontramos aquí con bastante gente, debido a que puede subirse en coche desde la vertiente asturiana por una carretera asfaltada que han despejado de nieve.
Descendemos ligeramente en dirección a los lagos. Al alcanzar el collado de la Caranga (1.614 m.) tenemos a nuestros pies el primero de ellos, el Lago de la Cueva, al lado del cual están los restos de la mina de oligisto Santa Rita, actualmente abandonada, de la que se extraía hierro. Esta mina estuvo en funcionamiento desde comienzos del XIX hasta 1978. Su riqueza en hematites, óxido de hierro que tiene un 70 % de metal, explica que la tierra y la nieve aparecen todavía teñidas de tintes rojizos. En la actualidad las instalaciones mineras se han desmantelado, incluidos unos barracones en que se alojaban los empleados, y la vegetación ha ido tapando las antiguas escombreras.
Lago de la Cueva
Laguna de La Almagrera
Lago de Cerveriz
Picos Albos
Lago Negro o de Calabazosa
Lago Negro o de Calabazosa
Un simpático mastín, de nombre Pancho, nos acompañó durante toda la ruta. Durante la parada que hicimos para comer, junto al Lago de Cerveriz, se entretuvo rebañando a conciencia los restos de salsa de vieira de mis mejillones en lata.
Las Ubiñas al atardecer (Les Fontanes, la Grande y la Pequeña)
Una insólita señal de tráfico
De Torrebarrio a Pinos
Ruta lineal de 13,5 kms. y algo más de 800 m. de desnivel acumulado, que une estas dos pequeñas localidades babianas, pertenecientes al ayuntamiento de San Emiliano.
Una tremenda ruta por el entorno de Ubiña, que ha sido señalizada por la Asociación Cuatro Valles, mancomunidad turística que agrupa a varias comarcas de la montaña leonesa (Babia, Luna, Omaña, Laciana y Alto Bernesga).
Desde Torrebarrio (1.250 m.) comienza a ascenderse en dirección al collado del Ronzón, superando un fuerte desnivel. Esta es la ruta clásica de ascenso a Peña Ubiña.
Poses santiaguescas
El collado del Ronzón (1.932 m.) separa las dos Ubiñas, la Grande (2.411 m.), que queda a la izquierda, y la Pequeña (2.193 m.), a la derecha.
En el collado del Ronzón
A partir de aquí comenzamos a descender suavemente hacia la Vega de Riotuerto. Abrimos huella en la nieve virgen y, por si fuera poco, hace un día grandioso. Toca disfrutar como enanos. Nos damos la vuelta y las vistas de las Ubiñas, que vamos dejando atrás, son espectaculares.
En suave descenso hacia la Vega de Riotuerto
La Ubiña Grande
Tras parar a comer al fondo de la Vega de Riotuerto, continuamos nuestro recorrido descendiendo por El Estrecho y salimos a la Vega de Candioches. Qué día más guapo hace, tú. Rodeamos el cerro que llaman en el mapa Cuesta del Caballo y por el valle de la Cantarilla alcanzamos la Casa Mieres, que está cerrada a cal y canto.
Estos puertos y estos pastos pertenecieron durante siglos a la Colegiata de San Isidoro de León, pero con la desamortización del siglo XIX pasaron a manos de la familia Sierra-Pambley, muy vinculada a la Institución Libre de Enseñanza. Hacia 1925 esta familia los vendería en pública subasta, siendo entonces adquiridos por el concejo de Mieres. Cada verano los vecinos de este concejo asturiano suben hasta aquí sus vacas y yeguas.
Con la Ubiña Pequeña de fondo
Descendiendo por El Estrecho
La Vega de Candioches, a nuestros pies
Comprobando el grosor de los neveros
Aún se ve la Ubiña Grande
Alucinantes esos picachos del fondo
En el valle de la Cantarilla, a dos pasos de la Casa Mieres
Desde la Casa Mieres descendemos por el valle del río Pinos, siguiendo el camino que viene desde el alto de la Cubilla o del Palo. Hay un total de cuatro puentes que permiten salvar el cauce del río, pero el de más arriba se lo ha llevado la corriente. No nos queda más remedio que pasar de una orilla por encima de un par de troncos que han colocado allí improvisadamente. Cada uno lo hace como puede. Un momento bastante acojonante, todo hay que decirlo, que hubo quien soslayó metiendo los pies en el río con botas y todo.
La Casa Mieres
La Ubiña Pequeña
El maldito puente
A la Laguna de Las Verdes desde Torre de Babia
Volvimos a disfrutar de otra fantástica ruta con cielo raso y tiempo aún mejor, si es posible, que el de la víspera.
El objetivo principal era acercarnos hasta la Laguna de Las Verdes, de origen glaciar, y la subida también ha sido señalizada por la Asociación Cuatro Valles. No es la única laguna que se ubica en este valle, aunque sí la más grande. En los prados de Tremeo hay otras charcas de menor tamaño, que por aquí se conocen como chagüezos.
A poco de abandonar el pueblo se pasa junto a la fuente de la Portiella, de la que mana un abundante caudal.
En la Majada de Las Verdes encontramos un par de chozos, uno de los cuales se hallaba abierto y podría utilizarse como refugio en caso de necesidad.
Majada de Las Verdes
Llegamos finalmente a la Laguna de las Verdes, situada a unos 1.700 m. de altitud, al pie del pico Montigüero (2.187 m.). Un grupo de rebecos pasa correteando por los desplomes que caen desde el pico.
Laguna de Las Verdes
A partir de aquí vamos a improvisar y a continuar subiendo por terreno completamente nevado, en dirección a La Cueta, hasta alcanzar la collada de Corisco (1.947 m.). De golpe se nos abren las vistas hacia la Torre de Orniz (2.194 m.). Comeremos incluso algo más arriba.
En la collada de Corisco
Está todo muy guapo y muy tentador. Algunos no podemos contenernos y decidimos separarnos de nuestros compañeros para continuar explorando estos rincones tan fantásticos. Un riesgo, porque no sabíamos con qué íbamos a encontrarnos. Al final logramos salir del apuro, no sin vivir algunos momentos adrenalíticos en que tuvimos que cruzar varios neveros y descolgarnos por algunas repisas rocosas un tanto empinadas.
Superadas las dificultades, nos pusimos espontáneamente a silbar. Nuestro cupo de locuras queda cubierto para una larga temporada. Prometido.
Desfiladero de Los Calderones
En la comarca de Luna se encuentra Piedrasecha, un escondido pueblo, rodeado de montañas, en el que muere la carretera.
A los que hasta aquí se acerquen les llamará la atención el Castillo de Piedrasecha, un viejo palacete que ha sido habilitado como alojamiento rural.
Otra ruta señalizada por la Asociación Cuatro Valles nos adentra en el Desfiladero de Los Calderones, a apenas dos kilómetros. Es nuestro objetivo en este día de vuelta a casa.
Castillo de Piedrasecha
Piedrasecha
A poco de echar a andar se pasa al lado de una gran roca cubierta de líquenes amarillentos. Es El Serrón, en la que hay abierta algunas vías de escalada.
Pasando junto a El Serrón
Por unos escalones tallados en la roca se asciende a la Cueva de las Palomas. En este abrigo rocoso hay una sencilla ermita rupestre que alberga la imagen de Nuestra Señora del Manadero. En unas paredes rocosas que tenemos enfrente contemplamos a varios escaladores haciendo sus pinitos.
Cueva de las Palomas y ermita rupestre del Manadero
Llegamos a la entrada del desfiladero, que tendrá poco más de un kilómetro de longitud. Lamentablemente no vamos a poder adentrarnos para recorrerlo. Baja suficiente agua como para tener que hundirnos hasta media pierna.
Desfiladero
En la época seca dicen que no hay problema en atravesar el desfiladero porque esta es una zona kárstica en la que las aguas se filtran en el subsuelo y el río circula de forma subterránea. Pero ahora, con el deshielo, la situación es muy distinta.
Habrá que volver en otra ocasión y completar la ruta ascendiendo, por ejemplo, al pico Amargones (1.897 m.).
Iglesia de la Asunción, a las afueras de Urueña
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