Nuestro gurú tenía inicialmente prevista una escapada de varios días por el sector burgalés de la Sierra de la Demanda pero entre lesiones y jefas con mala uva el plan se vino abajo.
No hubo otra que cambiar de tercio, y que no se nos molesten por ello ni los antitaurinos ni Errejón, que es como Santi pero con veinticinco años menos. La alternativa ideada, más modesta y cercana a Madrid discurrió por la Sierra de Ayllón, con salida el sábado y vuelta el domingo, incluyendo la ascensión al pico de la Buitrera (2.054 m.) y una noche de vivac.
Fue una travesía circular, con inicio y final en el pueblo de Martín Muñoz de Ayllón, perteneciente al municipio segoviano de Riaza. La subida al pico de la Buitrera se efectuó pasando por la ermita de Hontanares, descendiéndose a la mañana siguiente, la del domingo, después del vivac, hacia el pueblo de Riofrío de Riaza.
Pudo Javier sacarse la espinita de subir al Ocejón, que tenía pendiente desde hace muchos, muchísimos años. Según nos contó, fue a mediados de los ochenta cuando vino a Majaelrayo de acampada con unos colegas. Una mítica acampada, presidida por la silueta fascinante del Ocejón, de recuerdos borrosos en muchos aspectos, aun así idealizados, que ha quedado grabada en su imaginario. Se tocó la guitarra, se comió, se bebió de esto, se fumó de lo otro, se contaron mil y una batallas, se soñó con cambiar el mundo, quién sabe si alrededor de la hoguera, para al final caer todos pesadamente en sus sacos.
Han pasado varias décadas de aquella mítica acampada, casi tantas como del festival de Woodstock o del summer of love. Desde entonces el pragmatismo nos ha cambiado. Nos hemos vuelto más proactivos por exigencias del mercado. Pero henos de nuevo aquí, en Majaelrayo, el último sábado de primavera, acompañando a Javier en lo que va a ser su primer Ocejón.
Ascendiendo entre la gayuba
Bajando del pico
Hoy a la noche va a tener lugar la 10ª edición del Ranas Folk y nos vamos a quedar. Esta vez toca en Campillo de Ranas, un pueblo que se ha especializado en los últimos años en el turismo de bodas. Su alcalde socialista, que es también apicultor, presume de que en el pueblo se celebran 70 u 80 bodas al año, un 30 % de ellos entre parejas del mismo sexo, lo que ha redundado en que se hayan abierto hasta una decena de establecimientos de hostelería entre casas rurales y bares.
En 2007 se estrenó el documental Campillo, sí, quiero, emitido en festivales de cine por todo el mundo, gracias al cual Campillo de Ranas ha aparecido en multitud de revistas y periódicos como el New York Times.
Volviendo al Ranas Folk, el certamen de esta noche va a contar con la participación de cuatro grupos musicales. Los ya clásicos de la La Rondalla del Ocejón abrirán fuego y les seguirán Pedro de Mingo, Barley Grape Band y Pata de Elefante.
El programa de esta noche
La Rondalla del Ocejón, los favoritos de Santi
Durante el festival montan un chiringuito que sirve bebidas, montaditos de panceta o chorizo y algunas pizzas. Seche y Yolanda se quedan a las primeras actuaciones; los cuatro restantes aguantamos hasta el final, pasadas la una de la madrugada, y luego nos apartamos del pueblo unos cientos de metros para montar la tienda o vivaquear, según los casos.
A la mañana siguiente nos acercamos hasta el Chorro de Valdesotos, un lugar propicio para el chapuzón. La aproximación desde el pueblo es tan solo un paseíto y nos encontramos el paraje bastante concurrido, como era previsible en un domingo en que el calor ya empieza a apretar.
Logramos rescatar de las aguas a una cría de pájaro que corría serio riesgo de palmarla por hipotermia. Un entendido creo que dijo que parecía ser una cría de mirlo acuático más que de martín pescador, pero ha transcurrido ya tanto tiempo que igual me equivoco.
Hoy tocaba una de bici porque no todo va a ser andar. A veces hay también que pedalear un poco y por estos lares, con caminos tan bien acondicionados para ello, sería un pecado no hacerlo.
A Bad Wimpfen he ido un montón de veces con la bici. Hace años fui incluso un día con Santi. Y hace más años aún estuve allí con Álvaro. Ah, qué jóvenes éramos en aquellos tiempos.
Gundelsheim queda un poco más allá de Bad Wimpfen y las veces que he llegado hasta allí en bici pueden ya contarse con los dedos de la mano.
El camino hasta Bad Wimpfen va unas veces a la orilla del Neckar, el río de Heilbronn, pasando junto a la gran central eléctrica de la compañía EnBW (Energie Baden-Württemberg), que produce electricidad mediante la quema de carbón; otras veces discurre pegado al canal, que es navegable gracias a un sistema de esclusas y lo utilizan muchos barcos de carga para el transporte de mercancías.
Kraftwerk Heilbronn
Desde varios kilómetros de distancia se empieza a ver Bad Wimpfen, gracias a su ubicación sobre una colina que domina el Neckar y a que la Blauer Türm, la torre coronada por chapiteles de pizarra negra, tiene casi sesenta metros de altura y se levanta en todo lo alto del pueblo.
Casas de Bad Friedrichshall, al otro lado del río
Ya se ven al fondo las torres de Bad Wimpfen
Al otro lado del río queda Offenau
Tiene Bad Wimpfen una larga historia. Siendo emperador Domiciano, a fines del siglo I d. C., los romanos fundaron un asentamiento junto al Neckar, que por entonces se había convertido en limes o frontera del imperio, erigiendo una fortaleza (o Kastell) que sería destruida en el siglo III por los bárbaros. En época medieval se convirtió en sede imperial de los Staufen (fundada en 1182 por Federico I Barbarroja, primer emperador de la dinastía) y en próspera ciudad comercial. Más modernamente se integró en el estado de Hessen y solo en 1952 pasó a depender del estado de Baden-Württemberg.
Escudo de Baden-Württemberg
Rathaus
Del conjunto que formaba parte del medieval Kaiserpfalz (o complejo de edificios destinados a alojar el emperador y su corte) subsisten todavía la Blauer Turm (tuvo que ser reconstruida a mediados del siglo XIX y es en la actualidad el monumento más representativo de Bad Wimpfen), la Roter Turm (de aspecto un tanto desmochado), la Pfalzkapelle (o capilla imperial), la Steinhaus (fue construida hacia el año 1200 como Kemenate (gineceo o aposento para las mujeres) y hoy funciona como museo que nos acerca a la historia de Bad Wimpfen) y algunas arcadas del desaparecido palacio imperial.
De entre las casas emerge la Blauer Turm
La Steinhaus con su característico tejado en escalera o Treppendach
Otros elementos destacables de Bad Wimpfen son sus Fachwerkhäuser (o casas típicas con entramado de madera), su Zunftmarkt o mercado de los gremios, que se celebra a finales de agosto (con puestos de artesanía representativos de los más variados oficios y música medieval), y su moderno centro termal.
Löwenbrunnen
Vistas desde lo alto de la Blauer Turm
Después de tomarme en el Gaststätte Dobel unos maultaschen rellenos de brócoli y hechos al horno con jamón york y queso, continué en bici hasta Gundelsheim, pasando primero por Heinsheim y cruzando luego el Neckar por un puente.
En Gundelsheim lo domina todo el Schloss Horneck. Domina por su tamaño y también por su situación en lo alto del pueblo. Al igual que la Blauer Turm de Bad Wimpfen, se ve desde la distancia. En un tiempo fue sede de la orden de los caballeros teutónicos, una organización militar y hospitalaria, fundada en Palestina durante la tercera cruzada, que ayudaba a peregrinos y enfermos. Hoy alberga una residencia de ancianos y el Siebenbürgisches Museum, un museo dedicado a dar a conocer la historia y la cultura de la región de Siebenbürgen (o Siebenbürger Sachsen), la actual Transilvania rumana, que desde hace nueve siglos cuenta con una minoría de población alemana.
Schloss Horneck
Siebenbürgisches Museum
Con el tiempo, los alemanes que vivían en Siebenbürgen comenzaron a llamar Sachsen a la región, a pesar de que la mayoría de ellos tenían sus raíces en las tierras bajas de los ríos Mosela, Rin y Elba.
Tras la segunda guerra mundial, muchos de estos alemanes han ido retornando a Alemania. De suponer en torno al 10 % de la población de Transilvania han pasado a representar apenas el 1 %.
La conciencia de pertenecer a una comunidad cultural con características propias, aunque minoritaria, se ha mantenido siempre viva entre los alemanes de Siebenbürgen, como denotan algunas de las citas que pude leer en el Siebenbürgisches Museum:
Ich bin ein Sachs, ich sag´s mit Stolz
Siebenbürgen, süsse Heimat
Heimat is...
... zuhause
... Elternhaus
... Kindheitserinnerung
... Erinnerung an bestimmte Geräusche und Gerüche
... das Gefühl, aufgenommen und angenommen zu sein
... Geborgenhait
... ein Stück der eigenen Identität
... vertraut sein mit einer Landschaft, den Menschen und ihren Traditionen
... dort, wo man sich wöhl fühlt
... dort, wo man seinen Lebensmittelpunkt hat
... an einen Ort gebunden und doch auch wieder nicht
... beweglich und veränderbar
... etwas, was man sich immer wieder neu schafft
Heimat kann zur Fremde, die Fremde zur Heimat werden
Aunque la tarde avanza, el calor sigue apretando. Hoy tenemos por aquí 35 grados. Es ya hora de volver a casa y lo haré pasando por Offenau, Bad Friedrichshall y Kochendorf.
En la doble esclusa de Kochendorf un carguero espera a que suba el nivel de las aguas y se abra la compuerta para poder continuar navegando y remontando el Neckar.
Imbiss Schleusentreff
Pfalz
El término, que etimológicamente deriva del latín palatium, hace referencia al complejo de edificaciones destinadas a alojar al rey o emperador y su corte, comprendiendo el palacio, la capilla o iglesia y otros edificios administrativos.
Los reyes o emperadores germanos no solían tener una capital fija, sino que residían por temporadas en distintas ciudades, desplazándose con toda su corte. Los carolingios tuvieron, por ejemplo, como residencia principal Aachen (Aquisgrán), aunque también residieron en Frankfurt, Ingelheim o Paderborn. Las principales sedes de los Staufen fueron Hagenau, Wimpfen, Kaiserslautern, Nürnberg o Worms.
Siebenbürger
A mediados del siglo XII, invitados
por el rey de Hungría, muchos caballeros alemanes llegaron como colonos para repoblar Transilvania, una región con cerca de 56.000 kilómetros cuadrados, rodeada por el arco montañoso de los Cárpatos, a la que bautizaron como Siebenbürger, extendiendo por ella sus
privilegios feudales y empujando a la población rumana a instalarse en los
arrabales de las ciudades.
En el siglo XV, cuando Transilvania se convirtió en
frontera con el imperio otomano, fortificaron con murallas sus principales
ciudades, como Kronstadt (Brasov en rumano), Hermannstadt (Sibiu), Schässburg (Sighisoara), Klausenburg (Cluj) o Bistritz (Bistrita).
Como colofón a esta entrada voy a dejar a continuación una breve selección de fotos del viaje que hice con Inés por algunas de estas ciudades en la semana santa de 2009.