Pudo Javier sacarse la espinita de subir al Ocejón, que tenía pendiente desde hace muchos, muchísimos años. Según nos contó, fue a mediados de los ochenta cuando vino a Majaelrayo de acampada con unos colegas. Una mítica acampada, presidida por la silueta fascinante del Ocejón, de recuerdos borrosos en muchos aspectos, aun así idealizados, que ha quedado grabada en su imaginario. Se tocó la guitarra, se comió, se bebió de esto, se fumó de lo otro, se contaron mil y una batallas, se soñó con cambiar el mundo, quién sabe si alrededor de la hoguera, para al final caer todos pesadamente en sus sacos.
Han pasado varias décadas de aquella mítica acampada, casi tantas como del festival de Woodstock o del summer of love. Desde entonces el pragmatismo nos ha cambiado. Nos hemos vuelto más proactivos por exigencias del mercado. Pero henos de nuevo aquí, en Majaelrayo, el último sábado de primavera, acompañando a Javier en lo que va a ser su primer Ocejón.
Ascendiendo entre la gayuba
Bajando del pico
Hoy a la noche va a tener lugar la 10ª edición del Ranas Folk y nos vamos a quedar. Esta vez toca en Campillo de Ranas, un pueblo que se ha especializado en los últimos años en el turismo de bodas. Su alcalde socialista, que es también apicultor, presume de que en el pueblo se celebran 70 u 80 bodas al año, un 30 % de ellos entre parejas del mismo sexo, lo que ha redundado en que se hayan abierto hasta una decena de establecimientos de hostelería entre casas rurales y bares.
En 2007 se estrenó el documental Campillo, sí, quiero, emitido en festivales de cine por todo el mundo, gracias al cual Campillo de Ranas ha aparecido en multitud de revistas y periódicos como el New York Times.
Volviendo al Ranas Folk, el certamen de esta noche va a contar con la participación de cuatro grupos musicales. Los ya clásicos de la La Rondalla del Ocejón abrirán fuego y les seguirán Pedro de Mingo, Barley Grape Band y Pata de Elefante.
El programa de esta noche
La Rondalla del Ocejón, los favoritos de Santi
Durante el festival montan un chiringuito que sirve bebidas, montaditos de panceta o chorizo y algunas pizzas. Seche y Yolanda se quedan a las primeras actuaciones; los cuatro restantes aguantamos hasta el final, pasadas la una de la madrugada, y luego nos apartamos del pueblo unos cientos de metros para montar la tienda o vivaquear, según los casos.
A la mañana siguiente nos acercamos hasta el Chorro de Valdesotos, un lugar propicio para el chapuzón. La aproximación desde el pueblo es tan solo un paseíto y nos encontramos el paraje bastante concurrido, como era previsible en un domingo en que el calor ya empieza a apretar.
Logramos rescatar de las aguas a una cría de pájaro que corría serio riesgo de palmarla por hipotermia. Un entendido creo que dijo que parecía ser una cría de mirlo acuático más que de martín pescador, pero ha transcurrido ya tanto tiempo que igual me equivoco.
Enlaces
Información sobre el Chorro de Valdesotos en el blog de La Vereda de Puebla
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