Entre las localidades segovianas de Sigueruelo y Casla se extiende un mar de sabinas, con ejemplares centenarios como la Enebra de Sigueruelo (19 metros de altura y más de 500 años de edad).
La sabina es un árbol muy resistente, de crecimiento lento, que gusta de terrenos calizos y que se adapta bien a climas extremos y secos.
Para recorrer estos parajes del piedemonte de la Sierra de Guadarrama, hicimos una ruta circular, en el sentido de las agujas del reloj, con inicio y final en Sigueruelo. En total, fueron 10,5 kilómetros, con unos 300 metros de desnivel. El tramo más interesante fue el que discurría por el pequeño cañón formado por el río Caslilla, un afluente del Duratón, con formaciones kársticas como la visera o abrigo de piedra del Pasil de los Moros y varias cuevas (como la Cueva del Ranchón).
Al terminar la ruta, optamos por dirigirnos a la localidad de Villarejo, que es la sede del municipio de Santo Tomé del Puerto (al que pertenece también Sigueruelo). En el restaurante Rubesara, donde tomamos unas cervezas, tienen un loro, de nombre Gilito, que silba y que incluso interpreta el arranque del himno del Atleti.
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El Sabinar del Caslilla: Un paseo por un bosque jurásico
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