En un día de invierno inusualmente cálido, fuimos a la localidad segoviana de Vegas de Matute para subir desde allí a la Sierra del Caloco o de los Calocos, que un geólogo definiría como un buen ejemplo de montes-isla.
Saliendo del pueblo en dirección sur, pasamos junto a los hornos de cal del Zancao. Esta antigua explotación, en la que se elaboraba cal a partir de la calcinación de la piedra caliza. Gran parte de la cal aquí producida se destinaba al suministro del Monasterio del Escorial. En varios carteles se explica cómo era el duro oficio de calero. El recinto, en el que se conservan varios hornos, no está sujeto a horario y puede visitarse a cualquier hora (autovisita).
En el plano propiamente montañero, subimos primero a la Peña del Cardo y de ahí pasamos al Caloco Grande, sobrevolado por los buitres. Vimos restos de reses muertas. Comimos en la cumbre del Caloco Mediano. Al llegar al pie del Caloquillo o Tomillarón, optamos por no subir y bajar hacia el pueblo, ya que no conocíamos el terreno. Luego resultó que la bajada fue más fácil de lo esperado.
En total, hicimos 12,5 kilómetros, con 700 metros de desnivel. El bar Las Vegas no era lo que pensábamos. No había ruleta, ni tampoco se podía jugar al Black Jack.
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