Fue una ruta circular, realizada en sentido contrario a las agujas del reloj, con una longitud de 14 kilómetros y un desnivel de 350 metros.
Saliendo de Torrelodones, atravesamos una zona poblada de encinares hasta llegar al embalse de los Peñascales, que se nutre de las aguas del arroyo de Trofas.
Un poco más adelante cruzamos la estrecha carretera que viene del sitio de El Pardo y ascendimos hasta la Casa de los Cantos Negros, escoltada por verticales cipreses. Este caserón, imponente visto desde lejos, está hoy abandonado, con pintadas y grafitis en sus paredes, pero en otro tiempo debió pertenecer a alguien importante (no sabemos quién). Parece que algunos grupos de aficionados a la parapsicología y los sucesos paranormales vienen por aquí, especialmente de noche, a grabar psicofonías.
El siguiente objetivo, militar por supuesto, fue la toma de la Posición Lince, un puesto de vigilancia usado por el ejército republicano en la guerra civil, que ofrecía unas buenas panorámicas de la carretera de La Coruña y de la zona del monte del Pardo, debido a su elevada posición. Se trata de un observatorio blindado, hecho de ladrillo y hormigón, que se halla emplazado sobre roca granítica.
Tras salir a la carretera que viene de Hoyo de Manzanares y caminar junto a ella durante un corto trecho, entramos en la urbanización Los Robles y ascendimos hasta pasar a corta distancia del Palacio del Canto del Pico, un edificio que hoy ostenta la condición de Bien de Interés Cultural (BIC), pese a encontrarse en estado de abandono y muy deteriorado. Fue construido en 1920 por José María del Palacio y Abárzuza, tercer Conde de las Almenas, para albergar su colección de arte. Es un edificio singular, que reúne elementos arquitectónicos, escultóricos y decorativos de procedencias muy diversas. Entre 1936 y 1939 fue sede del Estado Mayor del Ejército Republicano. La batalla de Brunete (julio de 1937), por ejemplo, fue planeada y dirigida desde aquí por el ministro Indalecio Prieto y el general Miaja. En 1940 fallece el Conde de las Almenas, legando el edificio al general Franco, quien lo utilizó durante 35 años como finca de recreo y pasó en él largas temporadas. A la muerte del dictador, la propiedad pasó a manos de su hija. Posteriormente, se inició un periodo en que el edificio sufrió multitud de destrozos de sus elementos arquitectónicos y escultóricos y de las obras que albergaba, al no tener mantenimiento ni vigilancia. Un propietario posterior intentó sin éxito convertirlo en hotel. Hace algunos años, el ayuntamiento de Torrelodones ha constituido una comisión con el objeto de estudiar su situación actual y plantear una solución que garantice su futura conservación.
Ya cerca de terminar la ruta, pasamos junto a unas paredes de granito en las que había varias vías de escalada abiertas, y a continuación junto a la Charca de los Locos, una balsa de origen antrópico. Nos sentamos a comer sobre unas rocas al lado de su orilla.
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