En Madrid se preveía un fin de semana más que caluroso, con máximas de 35º el sábado y de 37º el domingo. Lo sensato era huir del infierno y buscar algún destino fresco. Navafría y los extensos pinares que la rodean no parecían mala opción.
La ruta propuesta empezaba en el área recreativa del Chorro. Se trataba de ascender desde allí al pico del Nevero, descender a los Hoyos de Pinilla, situados en un pequeño circo glaciar existente en la cara sur, y volver, completando más o menos una circular, al punto de partida.
Navafría, El Chorro, El Nevero. Nombres con los que combatir los rigores estivales. Y, en efecto, no puede decirse que pasáramos excesivo calor, justo es reconocerlo.
A las nueve y media de la mañana, un poco pasadas, llegamos a Navafría y allí, en la plazoleta del ayuntamiento, nos encontramos con Marcelo, que lleva apenas unos minutos.
Tras el café, volvemos a coger el coche hasta el punto de partida, el área recreativa de El Chorro, un lugar fresco y sombreado, con chiringuito, mesas, bancos y pozas para el baño. El sueño de cualquier dominguero. Pero a esta temprana hora aún hay poca gente.
A poco de caminar por el pinar llegamos a la cascada que se conoce como el Chorro de Navafría, un largo y vertical tobogán de agua que se descuelga por la roca. Tiene una bonita foto, pero el contraste de luces y sombras dificulta la toma, con lo que me ahorro poner aquí cualquiera de las dos fotos que tomé, pues no se aprecia prácticamente nada. Podría poner, en su lugar, una foto bajada de San Google, pero como que no.
De la cascada para arriba el sendero se pierde un tanto y tiramos a la buena de Dios, haciendo alguna trepada por roca sin saber muy bien cómo acabará.
Sin embargo, terminamos por alcanzar unas rocas desde las que el panorama que tenemos por delante se ve bastante más claro.
Estos dos lo ven ya claro
A partir de aquí el pinar nos envolverá de nuevo durante un largo rato. Le echamos el ojo a más de una tentadora poza. Alicia flaquea y casi se nos queda ahí, pero finalmente termina por vencer la tentación.
Salimos finalmente a la pista, cerrada a vehículos a motor, que nos lleva hasta el refugio de Regajohondo (abierto y precario pero limpio, 5-6 plazas).
Atrochamos por el pinar hasta cortar con la pista que por lo alto del cordal nos lleva a Regajoniesto.
El pinar nos sigue acompañando, aunque va aclarándose a medida que ganamos altura.
La subida es muy gradual. Terminaremos por salir del pinar. Pero estamos ya a más de 1.900 metros. Corre algo de brisa y, gracias a ello, el sol no nos castiga demasiado. Tenemos ya el cordal al alcance de la mano, pero el sendero traza una diagonal hacia la derecha que nos conduce de forma directa a la cumbre del Nevero (2.209 metros), que compartimos con otro grupo de excursionistas.
En la cumbre
El vértice geodésico aparece en el suelo, derribado, al pie del torreón cimero. Creo recordar que ya estaba así la última vez que subí hasta aquí. Los de Fomento, con Pepiño Blanco a la cabeza, no han puesto remedio.
Como la temperatura es ideal, decidimos comer aquí, en la misma cumbre, antes de empezar a bajar.
Alicia dirige la vista hacia Peñalara
Ahora, tras dar buena cuenta de la tortilla traida por Marcelo y de las ensaladas que aportamos los demás, toca bajar hacia los Hoyos de Pinilla, que desde aquí, desde la cumbre, se divisan si uno se asoma un poco hacia unas rocas a la izquierda.
Los Hoyos de Pinilla vistos desde la cumbre
Bajada por terreno descarnado
Pasando junto a los Hoyos de Pinilla
Desde aquí vamos andando en dirección al puerto de Navafría, pero de pronto, al cruzar un pequeño arroyo, Juanito repara en que ha perdido sus gafas de sol. La duda es dónde.
Aquí Juanito echa de menos sus gafas
Juanito se vuelve para atrás a ver si las encuentra. Retrocederá hasta hacer otra vez cumbre. Pero sus gafas no aparecen. Los demás esperamos junto al arroyo, refrescándonos los pies.
Al retornar Juanito, reanudamos el camino y pasamos junto a la Peña del Cuervo, buen mirador sobre el valle del Lozoya.
Peña del Cuervo
En el puerto de Navafría tomamos la pista que llanea y se pasa junto al mirador de Navalcollado. El refugio que hay justo debajo del mirador tiene la entrada tapiada.
Mirador de Navalcollado
Más adelante pasamos de nuevo junto al refugio de Navalcollado y seguimos por la pista asfaltada hacia El Chorro.
Al final, y para evitar dar un rodeo, nos salimos de la pista, con la pretensión de atajar hasta alcanzar el punto de partida. Discutible idea, pues aparte de los helechos, algunas zarzas y, lo que es peor, unas inesperadas ortigas salen a nuestro paso.
Alicia se desquitará con un remojón antes de subirnos al coche.
Las cervezas, en Navafría, antes de separarnos de Marcelo e iniciar la vuelta.
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