Esta ruta tiene su inicio en La Granja (1.194 m.), concretamente en la entrada de la urbanización Caserío de Urgel, a la que se llega pasando al lado del edificio del Centro Nacional del Vidrio y de la plaza de toros. Junto a esta última tomamos una estrecha carretera asfaltada que asciende hasta la urbanización en paralelo al muro de piedra del Palacio de la Granja. Un poco antes de llegar a ella hay un pequeño aparcamiento en el que poder dejar los coches.
Todo muy bien indicado |
Queremos tomar el camino que asciende a la cascada de El Chorro y para ello andamos unos metros por la calle principal de la urbanización, tal como nos indica un letrero de madera. Al final de la recta tomamos el camino de tierra que sale a mano izquierda y rebasa una portilla metálica.
Nos internamos en el robledal. El suelo está tapizado de helechos. Las recientes lluvias han aportado algo de humedad al ambiente. Los robles darán paso a los pinos y al cabo del rato el pinar empezará a clarear, a medida que ganamos altura.
El pinar clarea
Se ve la ciudad de Segovia
Caminamos en oblicuo, a media ladera, hasta toparnos con el arroyo del Chorro Grande. Toca ahora remontarlo y la pendiente se endurece. Se adivinan ya las verticales paredes de gneis por las que se descuelga El Chorro, en un salto de agua de más de 100 metros.
Nos acercamos al Chorro |
Al pie del Chorro
Tras aproximarnos al pie de la cascada, continuamos remontando la fuerte pendiente hasta empalmar con el camino del Reventón, un antiguo camino que unía Segovia y La Granja con la cartuja del Paular, conectando ambas vertientes de la sierra de manera muy directa, a través del puerto del Reventón. Un camino duro y exigente, muy utilizado durante siglos, pero que resultaba especialmente peligroso en invierno, cuando con las espesas nieblas y el mal tiempo eran frecuentes los extravíos y los accidentes, en ocasiones motales, de los viajeros. Este camino histórico comenzó a abandonarse a partir de 1925, a raíz de construirse la carretera de Rascafría al puerto de Cotos, y actualmente se halla balizado con postes.
En el camino del Reventón
Al alcanzar el puerto del Reventón (2.040 m.), divisamos ya toda la Cuerda Larga y las tierras del valle del Lozoya, tierras muy vinculadas desde la Edad Media con la ciudad de Segovia. Esta vinculación con Segovia se mantendría durante siglos y solo con la división provincial practicada en 1833 estas tierras del valle del Lozoya pasarían a pertenecer a la provincia de Madrid. Cabe señalar que de no haber sido por esta modificación provincial, la montaña de Peñalara sería hoy día enteramente segoviana.
En el puerto del Reventón
Un monolito de piedra en lo alto del puerto, recientemente restaurado, recuerda a José Ibáñez Marín (1862-1909), un militar enamorado de nuestra sierra.
Adolfo junto al monolito
Este puerto, en el que se aprecian restos de trincheras de la Guerra Civil, era secularmente utilizado cada verano por los pastores de las tierras segovianas, que llevaban sus rebaños a pastar a las majadas de la Hoya del Toril, la Hoya de Pepe Hernando, Hoyo Cerrado o Majada Redonda.
Restos de trincheras
Un esfuerzo más y nos acercamos hasta el pico del Reventón (2.079 metros), a tiro ya de piedra, señalizado con un vértice geodésico.
En el pico del Reventón
En el pico del Reventón
La bajada a La Granja la haremos enteramente por el camino del Reventón, con breve parada junto a la fuente del Infante, junto a la que solía sentarse a almorzar, cuando iba de caza, el infante Don Luis, hijo primogénito de Felipe V. Al menos esto escribió Pascual Madoz a mediados del XIX. Junto a la fuente hay un pequeño chozo, construido hace más de un siglo por iniciativa de José Ibáñez Marín, al que ya hemos mencionado. Inicialmente, en este chozo solían cobijarse los pastores. Hoy es de uso montañero.
Iniciamos la bajada
Fuente y chozo del Infante
Breve parada
José Ibáñez Marín
Militar, historiador y escritor. Valenciano. Sus preocupaciones intelectuales lo aproximaron a las ideas de la Institución Libre de Enseñanza, que le inspiraron su vocación de educador. Publicó algunas obras pedagógicas en las que denunciaba el analfabetismo casi general de la tropa y las escasas inquietudes culturales de los altos mandos militares de finales del siglo XIX. Aspiraba a que los cuarteles se convirtieran en escuelas y, de hecho, llegó a poner en práctica sus ideas, enseñando personalmente a leer a muchos soldados.
Atraido por la montaña, comenzó a frecuentar el Paular, donde conoció a Menéndez Pidal, Cossío, Enrique de Mesa y otros miembros de la Institución Libre de Enseñanza.
Fundó un grupo de excursionismo en el seno del ejército, organizando marchas por nuestra sierra.
En 1905, con ayuda de la infanta Isabel de Borbón, levantó una línea de 60 mojones o hitos, conocida como la Cotera, que jalonaban el camino del Reventón desde La Granja al Paular y evitaban la pérdida del difícil sendero, sobre todo en invierno, cuando se cubría de nieve, pues era habitual que algunos viajeros se extraviaran y se accidentaran al transitar por él, como hemos dicho. Nuestro militar se convirtió así en todo un pionero en la señalización de senderos. No solo eso. Hizo también construir tres pequeños refugios o casetas, capaces de albergar a cuatro personas cada uno, y los emplazó estratégicamente a mitad de cada una de las laderas y en lo alto del puerto. De estos tres refugios solo se conserva, como hemos dicho, el de la vertiente segoviana, situado junto a la fuente del Infante.
En 1909 fue destinado a Marruecos, en calidad de teniente coronel, con la misión de sofocar la rebelión de los rifeños, pero perdió la vida cuando las tropas rifeñas rodearon y atacaron el batallón que dirigía, hecho que sería conocido como el Desastre del Barranco del Lobo.
El infante Don Luis
Era, como hemos dicho, hijo primogénito de Felipe V, el primer Borbón, quien abdicó en él en febrero de 1724 para poder retirarse al palacio de la Granja, como era su deseo. Pero a Felipe V le salió mal la jugada. El joven rey lo fue apenas por unos meses, pues murió en agosto de ese mismo año, antes de cumplir los 18 años, aquejado de viruela. Y a Felipe V no le quedó otra que volver a ocupar el trono, muy a su pesar.
ENLACES:
El Chorro de La Granja (por Andrés Campos)
La fuente del infante (por Andrés Campos)
BIBLIOGRAFÍA:
Memorias del Guadarrama, libro escrito por Julio Vías, que en las páginas 237 a 242 nos habla del puerto del Reventón y nos hace una glosa de la figura de José Ibáñez Marín.
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