A pocos kilómetros de Madrid, al pie mismo de la Sierra de Hoyo de Manzanares y dentro de los límites del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, se encuentra este aula apícola, a la que nos hemos acercado un sábado de finales de septiembre en el que todavía apretaba un tanto el calor. Un proyecto medioambiental muy vinculado a la saga de los Núñez & Núñez. Qué cosas. Y nosotros que pensábamos que los Núñez & Núñez eran todos picapleitos y solo entendían de leyes, de tribunales y de cuestiones relacionadas con la magistratura.
Las instalaciones del aula se encuentran en la finca llamada La Ladera y Picazos, una finca con gran tradición apícola, en la que desde hace prácticamente un siglo han existido pequeños colmenares familiares, tradición que se ha ido transmitiendo de generación en generación hasta nuestros días. Es el primer centro en la Comunidad de Madrid orientado a realizar actividades de educación ambiental relacionadas con el mundo de la apicultura. En el vídeo siguiente nos van a hacer una presentación de los recursos con que cuentan y de las actividades que llevan a cabo.
Video de presentación
Los principales recursos del aula son los siguientes:
- El colmenar didáctico, que constituye el plato fuerte, como es lógico. Los visitantes que quieran acercarse a él y ver el interior de una colmena deben vestirse de apicultores y ponerse la ropa de protección adecuada que allí les facilitarán.
- El museo, en el que se expone una amplia colección de colmenas, ahumadores y otras herramientas relacionadas con la práctica de la apicultura.
- La sala de envasado de miel.
- El jardín de flora melífera y la estación de polinización forestal.
- La senda temática, un pequeño recorrido circular con paneles explicativos que nos dan a conocer las especies vegetales y animales presentes en la finca, así como las construcciones y usos tradicionales de la zona (entre estos últimos, además de la apicultura, se encuentran los aprovechamientos forestales, el carboneo o la cantería).
A la entrada del aula apícola
Comenzamos nuestra visita por el museo. Allí Nacho nos muestra la amplia colección de colmenas que ha ido reuniendo y nos explica brevemente qué tipos de colmenas existen y qué diferencias fundamentales existen entre unos y otros. Hay colmenas de muy variados tipos, traidas de las distintas regiones de España, de diversos países de Europa e incluso de otros continentes.
Luego nos acercamos al colmenar, bien protegidos con los trajes que nos han prestado. De un blanco inmaculado. Nacho abre dos de las colmenas y va sacando los cuadros en los que las abejas tienen sus panales y depositan la miel que elaboran. Los chavales quedan asombrados al ver la cantidad de abejas que pueden llegar a concentrarse en un solo cuadro. Al principio, las abejas se muestran tranquilas, pero con tanto revolver los cuadros de las colmenas de aquí para allá, con tanto mete y saca, van excitándose cada vez más. Una vez que Nacho ha seleccionado los cuadros que contienen más miel, damos la operación por concluida y vamos descendiendo de nuevo al aula con lentitud para evitar llevarnos las abejas que revolotean a nuestro alrededor.
La expectación es máxima
Dándole al ahumador
Sacando un cuadro
Asombro entre la muchachada
Las abejas se apelotonan
En la sala de envasado de miel Nacho, con ayuda de un cuchillo, va despegando los pegotes de cera con miel de los panales que recubren los cuadros móviles sacados de las colmenas. A continuación, introduce los cuadros en una máquina de centrifugado y la pone en marcha. El proceso permite extraer la restante miel depositada en los panales. Luego hubo, por supuesto, cata de miel y de cera con miel para los presentes. Hubo quien se puso ya las botas, aunque en sentido metafórico.
La máquina de centrifugado
A Raquelchu se le afila la nariz
La visita ha concluido
Como colofón a la visita, subimos al risco de La Tortuga y al cerro Estepar. Hay que decir que nuestro itinerario discurrió en parte por dentro de la finca en la que se encuentra el aula apícola, por lo que contamos para ello con la autorización y las indicaciones de Nacho. De otra forma, no hubiéramos podido hacerlo.
En nuestro ascenso atravesamos un bosquecillo de alcornoques de buen porte, que tienen un gran valor biogeográfico, por encontrarse a una altura elevada, superior a los 1.100 metros, lo cual es bastante inusual en esta especie.
A la altura de La Tortuga, que no hay que confundir con el risco pedricero del mismo nombre, paramos a comer bajo la sombra de unos robles, pues aún pega algo el calor.
Reanudamos nuestro camino y pasamos junto a las ruinas de una torre de telegrafía óptica. Esta línea de torres fue construida a mediados del siglo XIX y no llegó a funcionar ni diez años, pues el rápido descubrimiento y desarrollo de la telegrafía eléctrica convirtió pronto a la telegrafía óptica en una tecnología obsoleta.
Desde aquí divisamos ya el cerro Estepar (1.403 m.), máxima elevación de esta sierra. Hacemos cumbre enseguida. Vértice y buzón. Pese a su modesta altura, las vistas de que gozamos son estupendas y la luz, a media tarde, muy bonita. Se ven prácticamente las principales cumbres del Guadarrama, con excepción de Peñalara y su cordal.
La torre de telegrafía óptica
En el cerro Estepar
En La Tortuga, a la bajada, nos sale al paso un perrito
En el momento de escribir estas líneas, unos días después de nuestra visita, hemos sabido que el aula apícola ha sido objeto de una salvaje agresión. Unos desalmados han entrado en el recinto vallado y han destrozado todas las colmenas salvo una, poniendo en peligro el futuro de esta hermosa iniciativa, de este proyecto educativo que pretende acercar el mundo de la apicultura a todos, especialmente a los niños. Desde aquí mandamos un fuerte abrazo a Nacho y Clara, y les animamos a no rendirse. Si te caes siete veces, levántate ocho, decía un proverbio oriental. Pues queda dicho.
Enlaces:
Aula Apícola Sierra de Hoyo
Asociación Ecologista El Alcornoque
Grupo de Montaña La Tortuga
Una visita al aula apícola por la Sociedad Caminera del Real de Manzanares
Colmenas naturales
No precisan de intervención del hombre.
Son construidas por las propias abejas aprovechando el hueco de un árbol, la grieta de una roca, etc.
El hombre primitivo, que todavía llevaba una vida nómada de cazador-recolector, utilizaba el fuego y el humo para desalojar a las abejas y así recoger la miel.
Colmenas fabricadas por el hombre
Surgen cuando el hombre se transforma de cazador nómada en agricultor y pastor sedentario.
En un principio, suelen tener un aspecto muy rústico y se fabrican empleando materiales naturales (troncos de árboles que son vaciados, barro, corcho, paja, mimbre, tablas de madera, etc.).
Su principal ventaja es que las colmenas pueden ubicarse en un lugar que facilite las labores de vigilancia y manejo.
Tipos: colmenas fijistas, colmenas fijistas con extensiones y colmenas movilistas.
Colmenas fijistas o de panales fijos
Deben su nombre a la disposición de los panales realizados por las abejas, que están unidos a las paredes interiores de la colmena.
Su forma y aspecto dependen del material con que se construyen. Por lo general, suelen ser cilíndricas (campanas de paja y cestos de mimbre) o cónicas (algunas de barro).
La cosecha de miel se extrae por la parte superior de la colmena, provocando un gran estrés entre las abejas, pues se destruye el nido de cría y se han de cortar los panales, que las abejas tendrán que volver a construir. Es frecuente que se produzca una elevada mortandad en la colonia.
Otro inconveniente es que no se puede inspeccionar el estado sanitario de la colonia y los tratamientos contra enfermedades son muy dificultosos de poner en práctica.
Hoy día, las colmenas de este tipo han dejado de emplearse en producción, salvo en culturas atrasadas, pero tienen un gran valor etnográfico.
Colmenas fijistas con extensiones o alzas
Representan una evolución con respecto a las anteriores.
La extensión se suele colocar en la parte superior de la colmena y se comunica con ella mediante pequeños orificios. Se suelen emplear estas extensiones en colmenas hechas de paja. Puede tratarse de un pequeño cesto de paja o de una pequeña campana de barro. Como las abejas depositan en ella la miel, pero no la cría, se la suele llamar también melario.
Se caracterizan porque los panales de cera son realizados por las abejas sobre cuadros o marcos móviles, lo que permite extraerlos con comodidad, facilitando su manejo. Se posibilita así una explotación racional de la colmena, sin tener que destruir el nido de cría cuando se recogen la cera y la miel.
La primera colmena de este tipo fue inventada en 1851 por Lorenzo Langstroth, dando inicio a la apicultura moderna. Era una colmena de alzas que tiene separadas, en cajas de igual tamaño, la cámara de cría (en la parte inferior) y el melario (en la parte superior). Se pueden cambiar cuadros o marcos de la parte inferior a la superior y viceversa. También se pueden ir añadiendo más cajas o cuerpos que sirvan de cámara de cría o de melario.
Posteriormente se han desarrollado otros modelos de colmenas movilistas (Layens, Dadant, etc.), con sus ventajas y desventajas.
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