sábado, 30 de mayo de 2015

En las Placas del Halcón (30 de mayo de 2015)

Dos de los más reputados treparriscos de este grupo se acercaron en el día de hoy a La Pedriza a practicar la escalada en las Placas del Halcón.
Las Placas del Halcón se encuentran a unos 20 minutos a pie de El Tranco, siguiendo la senda que asciende hacia el collado de la Cueva.




Las Placas del Halcón


En una vía de varios largos


Vía superada


A las orillas del embalse de Santillana

sábado, 23 de mayo de 2015

Hoyo Cerrado, una hoya glaciar en la cuerda de los Montes Carpetanos (23 de mayo de 2015)

Era hoy una jornada de reflexión, previa a la cita de mañana con las urnas, y nos dijimos que podía ser buena idea acercarnos al Hoyo Cerrado, un pequeño circo glaciar a casi 2.000 metros, en el cordal de los Montes Carpetanos, y meditar allí sobre el sentido de nuestro voto. A la única a la que se le hizo imposible reflexionar fue a Ana, ya que entre tanto hombre se le iban los ojos y no le resultaba fácil concentrarse.


 
 
Hemos salido de Alameda del Valle sin poder tomarnos un café, al estar aún cerrados todos los bares por los que hemos pasado y hemos echado a andar por la pista que sube hasta el Raso del Palancosillo. Nuestros primeros pasos discurren por una dehesa de fresnos, como hace dos semanas en Villavieja, y un poco más arriba nos adentramos en el robledal.
 
 
 
 
En la fresneda


En la fresneda


Las nieves del Peñalara






Una hermosa peonía en el robledal


En el Raso del Palancosillo pastan las vacas y una de ellas, de color negro, se nos encara. Recuerdo entonces las películas de Bruce Lee que veía de pequeño y le hago unos amagos que le hipnotizan y le hacen finalmente darse la vuelta.
 
 
Raso del Palancosillo




Este pibe ya se está liando


A partir de aquí seguimos una senda no muy definida que termina por perderse. Los cambrones en flor salpican el paisaje de tonalidades amarillentas. Hay algunos momentos de pelea con los piornos, los cambrones y otros matorrales, pero logramos salir vencedores del combate.












Tras cruzar el arroyo de Varcialengua volvemos a ascender, aunque por aquí no nos enmarañamos tanto y las cosas se nos dan algo mejor.












Tras un poco más de cuatro horas llegamos por fin a Hoyo Cerrado, un paraje al pie del pico de Peñacabra, en el que dominan las turberas y los cambrones. Varios neveros se descuelgan desde el cordal de los Montes Carpetanos, muy próximo. Es la hora de comer y de echarnos una buena siesta, aunque bien abrigados, pues hace algo de fresquete, más cuando las nubes ocultan el sol.
 
 








Este pibe consigue retratarse con las dos únicas chavalas


Qué bien que entra la Mahou

 
Sobre las cinco de la tarde iniciamos la bajada por el mismo camino. Acertaremos mucho mejor que en la subida con el senderillo que nos deja en el Raso del Palancosillo.




Estamos de vuelta en Alameda sobre las ocho y media. Las cervezas y demás nos las tomamos en el bar El Colorao. Me han pedido que diga que algunos nos tomamos unas croquetas y unos calamares a la romana.





 
Buscadores de glaciares
Hace unos 50.000 años, durante el periodo glaciar que los geólogos llaman Würm, se formaron en nuestra sierra una veintena de pequeños hoyos glaciares, situados en zonas de cumbres y sostenidos en su base por acumulaciones rocosas. En su mayoría se ubican en la cara sur del cordal montañoso que se extiende entre los puertos de Cotos y Navafría, como los muy conocidos del macizo de Peñalara y los más desconocidos de los Montes Carpetanos. Cabe también mencionar la existencia de algunos otros en la Cuerda Larga.
Fue a finales del siglo XIX y principios del XX cuando todos estos circos glaciares fueron descubiertos y datados, gracias a los trabajos de geólogos como los alemanes Albrecht Penck, Hugo Obermaier, que era sacerdote, y Paul Wernert, discípulo del anterior, o los españoles Lucas Fernández Navarro, Juan Carandell y Eduardo Hernández Pacheco.
Julio Vías, en su libro Memorias del Guadarrama, tiene precisamente un capítulo titulado Los buscadores de glaciares.
 
Rutas de senderismo desde Alameda del Valle
Hace años se señalizaron un par de rutas, que coinciden en su tramo inicial. La primera de ellas, que hemos seguido hoy, está señalizada con balizas rojas y lleva hasta el Raso del Palancosillo. La segunda, indicada con balizas azules, es la del Arroyo de la Saúca o de la Sabuca y se desvía de la anterior tomando el ramal de la izquierda en una bifurcación.
 
Enlaces
Hoyo Cerrado (ruta nº 386 de Andrés Campos)

sábado, 16 de mayo de 2015

De Rascafría a Cotos por el puerto del Reventón y Peñalara (16 de mayo de 2015)

Hemos llegado a casa casi a medianoche. Ha sido un día largo pero de los que deja un buen sabor de boca. Una cumbre del excursionismo guadarramista, en palabras de Santi, que finalmente congregó a seis esforzados senderistas.
Rascafría, al igual que tantos pueblos, tenía hasta hace pocos años su árbol emblemático, una olma, que es como llaman en muchas zonas de Castilla a un olmo grande y frondoso. Se dice que en su tronco hueco y en sus ramas se escondió en más de una ocasión el Tuerto Pirón, uno de los últimos bandoleros de nuestra sierra, que hizo de las suyas en la segunda mitad del siglo XIX. Esta vieja olma, que tenía más de 300 años, se vino al suelo en enero de 2000, enferma de grafiosis, tras una nevada.




A propuesta de nuestro gurú Seche, echamos a andar desde Rascafría para hacer una ruta lineal con final en Cotos, ascendiendo a Peñalara. Unos 22,5 kms., 1.500 metros de desnivel positivo y más o menos la mitad de desnivel negativo. Este Seche nos trae por la calle de la Amargura.




En la subida al puerto del Reventón, que hace años fue balizada con postes de madera por el Parque Natural de Peñalara (ruta verde nº 4), se transita por uno de los caminos históricos que atraviesa nuestra sierra, uniendo las poblaciones de Rascafría y La Granja.
A medida que ganamos altura sobre el valle del Lozoya distinguimos allá abajo el monasterio del Paular, que dista un par de kilómetros de Rascafría.
 
 
 
 
El sol nos castiga a tan temprana hora matinal hasta que nos internamos en el bonito robledal de los Horcajuelos, que nos proporciona un poco de sombra y otro tanto de frescor. Nuestro camino traza varias revueltas mientras asciende paulatinamente por el bosque.



 
Pasamos a pocos metros de un amontonamiento de curiosas rocas que se conoce como el Carro del Diablo, aunque no nos acercaremos hasta él.
Salimos finalmente del robledal a una cierta altura. Aquí corre por momentos una suave brisa y apenas se siente ya el calor.
Tras dejar a nuestra izquierda un pluviómetro, nos queda tan solo una última cuesta para coronar el puerto del Reventón (2.038 m.).
 
 
 
 
En el puerto del Reventón se emplaza un monolito de piedra de forma cilíndrica, erigido en 1910 en memoria del teniente coronel Ibáñez Marín, un militar que realizó los trabajos cartográficos de este sector del Sistema Central.
 
 
 
 
A continuación seguimos el cordal hacia poniente, girando a nuestra izquierda y pasando junto a restos de parapetos y trincheras construidos durante la Guerra Civil. Corresponden a posiciones que al comienzo del conflicto estaban controladas por el ejército republicano.
Nos encaramamos enseguida a una primera elevación de 2.095 metros de altitud, a la que en el mapa no se le atribuye nombre alguno.
 
 
 
 
Continuamos nuestro avance por el cordal, ascendiendo sucesivamente al Cerro Morete (2.131 m.) y a los Altos de los Poyales (2.072 y 2.078 m.).
 
 




Tras un corto descenso hasta el puerto de los Poyales (2.021 m.), volvemos a elevarnos progresivamente hasta la cumbre de Los Neveros (2.138 m.), en cuyas rocas cimeras nos sentamos a comer. Así a lo tonto nos han dado ya las tres de la tarde.
Tras la parada ponemos rumbo hacia el elegante y aéreo Risco de los Claveles. Al llegar casi a la laguna de los Pájaros comenzamos a ganar altura, primeramente hacia el Risco de los Pájaros y luego, tras superar este primer y más fácil escollo, hacia el más imponente Risco de los Claveles (2.389 m.), que para algunos se ha convertido en la obsesión del día.


 
 








Tras unos momentos de duda, algunos decidimos atravesar el cresterío de Claveles por arriba, ahuyentando nuestros demonios. Pablo consigue superar con relativa soltura esos obstáculos que califica de picachos y vacíos, reuniéndonos en la parte final de la cresta, aquí ya menos aérea, con los demás compañeros.
Un esfuerzo más, dejando a nuestra derecha un par de neveros de cierta extensión, que aún subsisten en todo lo alto del cordal, y alcanzamos el vértice geodésico que marca la cumbre de Peñalara (2.429 m.), techo de la Sierra del Guadarrama. Hay quien nos confiesa que es la primera vez que sube hasta aquí y no quiero señalar.
 
 


No sopla apenas aire y la temperatura es tan agradable a esta hora, en torno a las siete de la tarde, que invita a disfrutar un rato del momento. Toca primero foto de grupo con ayuda del trípode y a continuación sentadilla para comentar las impresiones del día.










Rebasamos las Dos Hermanas y buscamos una bajada a Cotos que no sea muy brusca, al objeto de no castigar excesivamente nuestras maltrechas rodillas y tobillos. Una gran propuesta de nuestro gurú Seche, boing-boing, una mente fecunda que Dios guarde por muchos años, aunque ya haya días, no hoy, que se deje sus botas de montaña en casa. Hoy ha sido Juanito quien se olvidó las botas. Qué cabezas tenemos, señores, yo también me incluyo.




Pararemos de nuevo en Rascafría, aunque sin Maite, que se ha bajado a su casa desde Cotos.
Entramos, por recomendación de Pablo, en el bar Porfirio, local que merece una mención especial en este nuestro blog. Diez bebidas y dos generosísimas raciones, una de revuelto con boletus y otra de croquetas, que nos salen a tan solo 4,40 eurillos por barba.
 
 
El bipartidismo es quien más gasta en cartelería




Son las tres menos cuarto de la madrugada y hemos conseguido acabar la crónica para que mañana domingo nuestros queridos lectores puedan saborearla acompañándola de unos cruasanes y un café con leche. Antes que una obligación es para nosotros, no lo duden, una pasión y un auténtico placer.