viernes, 8 de mayo de 2015

Otra escapada sidrera a Astigarraga (30 de abril a 3 de mayo de 2015)

Hay que ver lo que puede dar de sí un largo fin de semana sidrero. En nuestro caso nos permitió hacer dos estupendas rutas por la montaña vasca, a la Cruz de Pagoeta el viernes y al Txindoki el sábado. Un diez, o casi, en las rutas y un suspenso como una catedral en los desplazamientos por carretera. No hubo día en que algún coche no se perdiera, ni coche que se librara de extraviarse, lo mismo daba que saliéramos de ruta o que volviéramos a la tarde a nuestro albergue. Incluso el último día dos de los coches acabamos en Zarauz cuando nuestra intención era habernos acercado hasta Idiazábal.
Hubo además momentos para largas tertulias. Los debates terminaron por tomar un rumbo insospechado y nos llegamos a plantear seriamente la posibilidad de disolver este grupo de senderismo que recientemente ha cumplido sus diez años de existencia cibernauta. Todo estuvo en un tris de irse a hacer gárgaras, pero finalmente el buen sentido de George nos hizo a todos entrar en razón y abandonar tan disparatado propósito. Imagínense la cara de estupor de Seche si hubiera recibido el acta de disolución del grupo por correo certificado. Qué disgusto le hubiéramos dado a este hombre. No se lo merece, el pobre. Nosotros tampoco nos lo hubiéramos perdonado.


En Aia (Parque Natural de Pagoeta)


Volvimos nuevamente a Astigarraga, al albergue de Santiagomendi. Es este un plan seguro, algo así como apostar a un caballo ganador, aunque las instalaciones estén más descuidadas que hace unos años.






En la terraza del bar Txingurri (Astigarraga)



Cruz de Pagoeta

El Parque Natural de Pagoeta, que se halla muy próximo a la costa, alberga un valioso patrimonio, no solo natural (hayedos) sino también etnográfico (ferrería de Agorregi).
Nos acercamos hasta el aparcamiento de Iturrarán, junto al cual se encuentran la Casa del Parque y un jardín botánico, que cuenta con una amplia colección de plantas y árboles de todo el mundo, pertenecientes a 130 familias distintas.
Nuestra idea era hacer una ruta circular subiendo hasta la Cruz de Pagoeta y para ello echamos a andar por el PR-GI 4002, un sendero que han debido balizar hace no mucho porque no figuraba en ninguno de los dos mapas topográficos que llevaba.




En breve tiempo pasamos junto al complejo ferro-molinero de Agorregi, construido a mediados del siglo XVIII y que se encuentra en un magnífico estado de conservación.






La lluvia nos obligará a cobijarnos un rato en el frontón cubierto de Aia, donde le daremos al té, a la bota y al picoteo.


















Tras reanudar la marcha, el tiempo se portará bastante mejor, alternándose los momentos en que el sol intenta tímidamente salir con otros en que vuelve a cubrirse y a chispear débilmente. El aire templado y la subida invitan a quitarse ropa. A medida que ganamos altura se irán ampliando las vistas sobre la costa. Los verdes prados, en los que ovejas y caballos parecen llevar una existencia plácida, irán dando paso al bosque.




























Alcanzamos la Cruz de Pagoeta (679 m.), un monte a medio camino entre Zarauz y el macizo de Ernio. Amplias vistas de la costa en dirección a Deba y Vizcaya. Se divisan también, en dirección contraria, las Peñas de Aia.






Al pie de la cumbre se encuentra el refugio de Uruzume, al que entramos a comer, dado que el tiempo está bastante inseguro.






Descendemos por el PR-GI 4002 hasta el collado de Lizarra, donde por fin abandonaremos el sendero que habíamos seguido desde el comienzo de esta ruta. Viramos aquí en dirección norte, dejando a nuestra izquierda el Menditxo (553 m.) y enlazando enseguida con el SL-GI 4002, balizado con marcas de pintura blancas y verdes.
Por este nuevo sendero perdemos altura entre el bosque de hayas y abetos, pasando junto al caserío de Sarrola, el paraque de Artetxoeta y el barrio de Laurgain. Un poco más adelante bajaremos a capón para desembocar directamente en el aparcamiento en que teníamos los coches.


















Txindoki
Hemos subido de nuevo al Txindoki, aunque esta vez iniciamos la ascensión no en la ermita de Larraitz, como es lo usual, sino en la ermita de San Martín, que se encuentra en Amezketa.


De este pueblo era Fernando Bengoetxea (1764-1823), más conocido como Fernando Amezketarra o Fernando el de Amezketa, un tipo castizo, dotado de un gran ingenio y sentido del humor, a decir de los que lo conocieron, que trabajó como pastor y que también hizo sus pinitos como bertsolari. Se le atribuyen muchos ocurrentes dichos y agudos chascarrillos, aunque probablemente bastantes de ellos sean fruto de la imaginación popular.


 
Nuestra idea era realizar la subida siguiendo las marcas del PR-GI 2005, llamado Txindokiko Bira o Vuelta al Txindoki, que pronto se interna en el hayedo y asciende gradualmente, cruzando el puente de madera Beratzeaga y atravesando una zona de pinar para finalmente salir a la parte superior del barranco de Muitze, al que nosotros llamamos el Barranco del Viento después de la experiencia vivida el año pasado.
 
 
 
 
 




 









 










Dejamos a nuestra izquierda la majada de Muitze, en la que nos sentaríamos a comer a la bajada, alcanzamos el collado de Egurral (1.162 m.) y remontamos el fácil cresterío que nos deja en la cumbre del Txindoki (1.341 m.). Estupendas vistas de los pueblos del Goierri, de las cercanas cimas de Aralar y de otros muchos montes (Aizkorri, Ernio, San Donato, Gorbea, etc.).
 
 
 
 






 




 




El descenso lo haríamos por el barranco de Muitze. Ha sido una ruta dura, de más de 1.000 metros de desnivel. En la bajada se acusa el palizón. Crujen las articulaciones, hay quien siente pinchazos en las rodillas y se presentan los primeros síntomas de acalambramientos. Y todavía nos queda la cena, copón.
 
 


 




Sidrería Larrarte
 
Esta vez se rompió la tradición andarina y no nos quedó otra que bajar en coche. Era la única manera de llegar no más tarde de las diez. A la vuelta, sin embargo, optamos todos por subir a pata y es que es mano de santo.
Ya sabíamos que por estas fechas la temporada sidrera tocaba a su fin. Pero la realidad superó cualquier expectativa. Estábamos nosotros solos en la sidrería. Como lo oyen.
El ambiente tuvimos, por tanto, que ponerlo nosotros. Esto en sí no es ningún problema. Contamos con buena materia prima para poner toda la carne en el asador. En repetidas ocasiones se entonaron vivas a Seche, prueba palpable de que la sidra iba haciendo estragos en las mentes. De ahí a los coros y danzas solo mediaba un paso. Hubo hasta arranques joteros. Menos mal que la víspera desechamos finalmente la idea de disolver el grupo, pensaron algunos.
Era la primera vez que algunos se movían entre kupelas y, todo hay que decirlo, no se les dio nada mal. Parecían unos auténticos veteranos yendo al txotx.
 


 
 


 
En Zarauz
 

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