La quedada se había concebido como un reencuentro de jóvenes viejas glorias. En ese sentido cumplió con las expectativas. La excursión o paseo no era sino un pretexto para propiciar el reencuentro y, todo hay que decirlo, el que hizo de guía no estuvo especialmente inspirado. Por si fuera poco, el tiempo tampoco acompañó.
El café, en Maderuelo
Nuestra idea era hacer una ruta lineal desde el santuario de Hornuez a Maderuelo, pasando por las hoz de Valdevarnés. Esto era en teoría. Porque de la hoz no hubo ni rastro.
El santuario de Hornuez se halla emplazado en medio de un sabinar, o enebral como dicen aquí en Segovia, de gran valor. Hay sabinas añosas y de enorme porte. Un cartel recuerda a La Borrega, un ejemplar de sabina albar que fue abatida en el otoño de 2010 por un fuerte temporal de viento. Tenía unos 20 metros de altura y una edad que podía oscilar entre los 800 y los 1.000 años.
Santuario de Hornuez
Dando tumbos por los caminos acertamos a pasar, menos mal, por el pueblo de Valdevarnés, donde un vecino nos abrió su bodega para que nos resguardáramos de la lluvia y pudiéramos comer de lo nuestro cómodamente sentados en una mesa larga con bancos.
Moral de Hornuez
Valdevarnés
Dado que la lluvia no cesaba, el trayecto entre Valdevarnés y Maderuelo lo hicimos caminando por el arcén de la carretera, en lugar de tomar el camino que pasaba junto a la fuente del Pilarejo y por debajo de la vía del tren.
En Maderuelo, a orillas del embalse de Linares, dimos por concluida esta ruta. A media tarde sale el sol y damos un paseo por la villa medieval. Son apenas dos calles paralelas, bellamente empedradas, que llevan hasta la iglesia de Santa María.
Embalse de Linares
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