Al ponerse el sol, desde la cumbre de Cabeza Mediana (1.692 m.) las estrellas parecen poder tocarse con los dedos de la mano. Sobre todo si la cena y la sobremesa se acompañan de un buen vino.
Tras la noche de vivac, nuestros compañeros dieron un paseo por el río de la Angostura y sus sombríos pinares, con un más que probable baño en sus aguas, o al menos remojón. Más no hay para ofrecerle al sufrido lector.
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