Esta salida de dos días, o mejor de día y medio, tenía por objetivo ya no sé si hacer un vivac o dormir en un refugio libre, además de subir a dos de las cumbres que forman parte de la Cuerda Larga y que les presentamos a continuación.
Asómate de Hoyos (2.230 m.), como bien dice su nombre, nos invita a asomarnos a dos pequeñas hoyas de origen glaciar, que se abren hacia la vertiente sur: los Hoyos de la Sierra, a poniente, a los que en el Libro de la Montería, escrito en el siglo XIV, se les denomina Nava de don Tello, y el Hoyo del Mediano, sobre el Hueco de San Blas. Ambos hoyos fueron catalogados como glaciares en 1930 por el geólogo alemán Paul Wernert, algo tardíamente en comparación con otras formaciones similares que existen en nuestra sierra.
A los pies de Los Bailanderos (2.135 m.) los pastores establecieron, según Julio Vías, una de las concentraciones de chozos y apriscos más importantes de toda la sierra. Hasta finales del XIX pasaban aquí los meses de verano millares de ovejas venidas de tierras extremeñas. Explica Vías que el nombre de Los Bailanderos alude a los grandes canchos o bloques rocosos de su vertiente norte que, mal asentados unos sobre otros, se balancean ligeramente al pisar sobre ellos y que por eso eran llamados canchos bailanderos por los pastores.
Nos hemos quedado de una pieza. Se ha constituido hoy, tras las recientes elecciones, el ayuntamiento de Madrid y ha sucedido lo insospechado o, mejor fuera decir, no ha acontecido lo que todos dábamos por hecho. No ha habido esta vez tamayazo. Todavía incrédulos, sin reponernos del mazazo, ponemos rumbo al puerto de la Morcuera, donde nos reunimos con dos escaladores que, pese a estar hechos unos zorros tras una jornada de esfuerzo en La Pedriza, han querido sumarse a este plan.
Descendemos por el camino que lleva al Paular. Por aquí está todo aún muy verde, a lo que han podido ayudar las lluvias caídas esta semana. Llegamos a la altura del refugio del Aguilón. La fuente que hay a su lado está seca, probablemente debido a la rotura de la conducción que trae hasta aquí el agua.
En este punto tiramos por el camino que sale en perpendicular y emprende su ascenso por el pinar, parando en el arroyo del Aguilón a coger agua con que hacer las sopas. Ya va anocheciendo.
Alcanzamos la loma de El Pinganillo y doblamos a la izquierda, llegando en menos de medio kilómetro ante el refugio en que habíamos pensado pernoctar. Unos metros antes Seche se apercibe de que la chimenea humea. En el interior nos encontramos a otros cuatro montañeros sentados delante del fuego.
Un tanto cariacontecidos al ver que se nos han adelantado y que al final tendremos que hacer vivac, nos sentamos fuera a cenar. Hay que sacar ya los frontales para comenzar a preparar los espaguetis y las sopas, todo ello patrocinado por Gallina Blanca. Empezamos a picar de la tortilla de patatas que ha traído Seche. Caerán también un par de botellas de vino con las que vamos entonando el cuerpo ante la perspectiva de tener que pasar la noche a la intemperie. Rematamos la faena con algunas galletas alemanas, aportadas por Cristina, como es obvio.
Nos acomodamos para dormir contra una de las paredes del refugio. Es una manera de buscar algo de protección. Pero no va a ser esta una noche que recordemos por lo bien que dormimos, sino todo lo contrario. Nos cuesta pegar ojo. Vueltas y más vueltas. Boca abajo, de lado y boca arriba. No hay manera. Las horas van pasando lenta pero inexorablemente y a eso de las seis y pico comienza poco a poco a clarear.
Los ocupantes del refugio lo dejan libre cuando algunos de nosotros aún no nos hemos desperezado del todo y entramos dentro para tomarnos el desayuno. No podemos decir que no hayamos disfrutado del refugio, al menos un poquito.
Nos ponemos en marcha. Nuestro objetivo es ir poco a poco remontando la loma que se eleva hasta Asómate de Hoyos. Son unos 550 metros de desnivel que afrontamos con paciencia. Queda aún un pequeño nevero en lo que en tiempos debió ser el ventisquero del Algodón. Por sendas casi en desuso vamos sorteando los piornos y ganado progresivamente altura.
En la cumbre de Asómate de Hoyos conectamos con la Cuerda Larga y damos vista a la Pedriza, el alto de Matasanos, las Torres, el collado del Miradero, etc. Unos momentos de respiro, a resguardo del viento, nos permiten recobrar las fuerzas. No obstante, tenemos que abrigarnos como si estuviéramos en invierno.
Bajamos ahora hacia el collado de Pedro de los Lobos. En la vertiente que se descuelga hacia la Hoya de San Blas subsiste un nevero, probablemente ocupando el emplazamiento del antiguo ventisquero del Ratón.
Para alcanzar la Loma de los Bailanderos hay que pisar algunos canchos bailanderos y hacer alguna que otra trepadita o salvar algún paso largo con ayuda de las manos.
En actitud bailandera
En la siguiente bajada nos encontramos con una pareja que nos es familiar. No es tal encuentro porque en realidad todo estaba hablado y previsto. Nos sentamos a comer bajo unas rocas en las que apenas pega el viento. El sol luce durante un rato, aportándonos algo de confort, aunque por poco tiempo. Pronto vuelve a nublarse y el ambiente torna rápidamente a hacerse gélido. Toca levantarse de nuevo.
El momento del encontronazo
Desde el collado de la Najarra emprendemos la bajada final a la Morcuera, a donde llegamos un poco pasadas las cuatro de la tarde. Nos sorprende que el aparcamiento esté prácticamente vacío, a pesar de la previsión de tiempo tormentoso.
Pararemos en Miraflores a tomarnos algo, aunque bien abrigados. Aunque estamos a cuarentaitantos de mayo, la temperatura es más propia de marzo. Ya se sabe que a estas alturas del año es habitual pasar de sudar la gota gorda a quedarse uno aterido.
Al volver a casa nos hemos enterado de que la alcaldía de Pedrezuela, un feudo históricamente en manos peperas, ha cambiado de mano. La culpa, como podrán imaginarse, la tiene un cuatripartito de perdedores que se han puesto de acuerdo in extremis.
Bibliografía
Memorias del Guadarrama, por Julio Vías. En las páginas 189 a 192 se ofrecen datos interesantes sobre Asómate de Hoyos y Los Bailanderos.
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