Éramos cuatro senderistas para dos coches. La ruta lineal, dejando coches en los puntos inicial y final, estaba cantada. Tras tomar el café en San Rafael nos desplazamos en uno de los coches hasta El Espinar y lo aparcamos junto al teatro municipal y la plaza de toros.
Cruzamos la carretera comarcal de Ávila y echamos a andar por la pista que sale de frente y remonta el valle del arroyo del Boquerón, dejando a un lado el Instituto María Zambrano y la cruz de granito de Santa Quiteria. Más al fondo queda el cerro de Cabeza Renales.
Abandonamos la pista para internarnos en el pinar y disfrutar de un poco de sombra, que no viene mal en este caluroso arranque de junio. Son estos montes solitarios, en los que abunda el corzo, como pronto comprobaremos.
Abandonamos la pista para internarnos en el pinar y disfrutar de un poco de sombra, que no viene mal en este caluroso arranque de junio. Son estos montes solitarios, en los que abunda el corzo, como pronto comprobaremos.
Ganamos altura por trochas borrosas hasta desembocar en el Camino del Ingeniero, que discurre por la vertiente septentrional de la sierra de Malagón, entre las localidades de El Espinar y San Rafael. Se trata de una de las sendas utilizadas para realizar sus estudios sobre el terreno por los alumnos de la Escuela de Prácticas de Ingenieros de Montes, fundada en El Espinar a mediados del siglo XIX. Por esta senda caminaremos durante un rato, topándonos con varios ciclistas, las únicas personas que encontraremos en toda la excursión, lo que da idea de la soledad de estos montes.
Remontaremos la ladera de la Cañada de la Cumbre por un sendero con hitos, algo difícil de seguir en algunos tramos, y alcanzamos así el cordal de la sierra de Malagón. Se camina con comodidad entre el pinar un tanto aclarado. Algunas nubes nos ocultan el sol, haciendo la temperatura más agradable.
Remontaremos la ladera de la Cañada de la Cumbre por un sendero con hitos, algo difícil de seguir en algunos tramos, y alcanzamos así el cordal de la sierra de Malagón. Se camina con comodidad entre el pinar un tanto aclarado. Algunas nubes nos ocultan el sol, haciendo la temperatura más agradable.
Desde el collado de las Fuentes volvemos a ascender a campo través, por entre pinos, hacia los cerros de Los Poyales y La Canaleja.
Aún no hemos llegado al alto de la Gargantilla pero nos entra la perrería y nos sentamos a comer en un claro entre los pinos. Deben ser como las dos menos veinte.
Reanudamos la marcha y ascendemos hacia Cueva Valiente sin llegar a desembocar en el alto de la Gargantilla. Son los momentos más calurosos del día. En lugar de hacer cumbre preferimos buscar la oquedad entre las rocas que da nombre a esta montaña y que se encuentra en su cara septentrional. Tras unos titubeos conseguimos dar con ella. Descansamos un rato en el interior de la cueva, que se mantiene fresquito.
Descendemos hacia San Rafael por trochas poco transitadas mientras algunas nubes oscuras parecen descargar algo de lluvia sobre el cerro del Caloco y la llanura segoviana.
Ya abajo, en la fuente de la Yedra, nos topamos con algunos paisanos, cargados de garrafas de plástico, que están aprovisionándose de agua.
En el coche de Marcelo retornaremos a El Espinar desde San Rafael. Debo hacer notar aquí que durante el corto trayecto Marcelo hizo gala de una conducción sosegada, sin el menor atisbo de brusquedad.
Nos despedimos de Marcelo en El Espinar. No se queda a la cerveza porque debe seguir para Toledo, recogiendo antes al perro en un pueblo próximo a Ávila.
Y volveremos la semana que viene con más, pero no mejor porque es imposible, como suele decir a modo de despedida el Gran Wyoming en El Intermedio.
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